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La comparativa con una residencia de mayores es bastante acertada. Un hábitat altamente aislado en el que el coronavirus tendría muchas facilidades para expandirse y en el que conviven de manera muy cercana internos y trabajadores. «Es verdad que aquí la gente no es tan mayor, pero hay muchas personas con historiales clínicos complicados y también por eso tienen un perfil de riesgo», apunta Juanjo Cabrera, portavoz del comité de empresa de Instituciones Penitenciarias en Cantabria. Mientras que el penal de El Dueso se adapta y pone en marcha medidas para evitar la entrada del Covid-19 a la prisión -en la que por el momento no se ha detectado ningún positivo-, los sindicatos se unen a las denuncias de falta de mascarillas y otros medios de protección que llevan días realizando otros colectivos profesionales.
«Las prisiones son instituciones cerradas, el posible contagio en su interior podría tener gravísimas consecuencias no sólo a nivel sanitario, sino de seguridad, tanto para trabajadores e internos», lamentan de forma conjunta Acaip, UGT y CSIF. A falta de medios materiales, en el centro penitenciario de Santoña ya se aplican desde hace días las instrucciones remitidas por el Ministerio del Interior. Por ejemplo, se ha restringido al máximo la entrada de personal no esencial y todos los talleres y tratamientos se han reducido al extremo para evitar que alguien del exterior pueda introducir el virus.
A nivel organizativo, dirección y trabajadores también han tenido que intervenir. Uno de los módulos ha quedado vacío y disponible para tratar allí a cualquier preso que en los próximos días pueda contraer la enfermedad. Todos esos internos han sido reubicados en otro departamento. Ahora, en el módulo 1, uno de los más antiguos -ya se ha iniciado el trámite para su reforma integral- y más grandes de España, ha pasado de tener 300 a 400 personas en celdas de siete metros cuadrados y sin duchas. También ha sido necesario rediseñar el trabajo en la cocina y el comedor con dos turnos distintos.
Los derechos de los condenados también se ven afectados. Por el momento no están permitidas las visitas ni los permisos penitenciarios. Una situación que en otras cárceles está empezando a generar conflictos, pero que en El Dueso se sobrelleva mejor por esa 'sensación de libertad' que ha hecho al recinto cántabro especial. En el mayor patio de toda Europa, los internos saben que deben guardar la distancia mínima de un metro en los corrillos.
Allí aprovechan para preguntar a los funcionarios cómo está la situación fuera y tratan de resolver sus dudas sobre el coronavirus. «Lo que más les ayuda es hablar y que les demos información. Hay colaboración y están tranquilos. Saben que dentro estamos todos en igualdad de condiciones, porque el virus no va a diferenciar entre funcionarios e internos», subraya Cabrera, y destaca el esfuerzo que hacen los trabajadores por concienciarles, algo que se ve facilitado por esa relación estrecha que también es seña de identidad de El Dueso. Esto no evita que los empleados de prisiones teman un aumento de la conflictividad en un momento en el que los nervios están a flor de piel. En este sentido, recuerdan que es aún más evidente la necesidad de cubrir las vacantes en los puestos de vigilancia. Solo en esta área hay 29 de un total de 119 puestos de trabajo.
En el Centro de Integración Social José Hierro de Santander, por donde pasan los presos en tercer grado antes de recuperar la libertad, también ha habido cambios por el Covid-19. La mayoría del centenar de usuarios que salen cada día a trabajar o participar en programas tiene ahora permisos especiales para no regresar por la noche y medio centenar está controlado con pulseras telemáticas. Si en El Dueso no entran más que los trabajadores imprescindibles para no meter el virus, aquí pasa al revés y sólo pernoctan nueve que no tienen residencia o arraigo familiar o social.
A falta de medios básicos como mascarillas -el lunes un grupo de vecinos de Santoña que las está elaborando les llevó casi 200-, han solicitado permiso para habilitar uno de los talleres de confección en el que trabajan los internos en las propias instalaciones del penal para fabricarlas y abastecer también a profesionales sanitarios. Están a la espera del visto bueno.
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