Costa Quebrada, el último tesoro natural protegido de los 100 que hay en Cantabria

Al contrario de lo que cabría pensar, la distinción de la Unesco no lleva aparejada una figura de conservación, sino que ya la tenía. Desde 2021 contaba ya con el distintivo Global Geosite, una etiqueta que obliga a tratarla como zona de especial protección y que supone una más de las nominaciones que se han utilizado en la región para preservar el alto valor ecológico, paisajístico y salvaje de más de 100 zonas con algún tipo de amparo bajo nomenclaturas diferentes.

Hay un parque nacional, varios parques naturales, zonas especialmente protegidas para aves (ZEPA), entornos de protección cultural (BIC), zonas especiales de conservación (ZEC) y otras terminologías que aglutinan un figuras de preservación natural en tierra, mar y subsuelo. Son todas formas de responsabilidad, porque cada generación está obligada a conservar lo heredado para los que vendrán en el futuro; pero también es una forma de garantizar que la imagen Cantabria continúe siendo la que se vende en los catálogos. Un paraíso verde donde la naturaleza es el distintivo.

El mayor ejemplo de todo ello es el parque nacional de Picos de Europa, declarado en julio de 1918. Una vasta extensión de 67.127 hectáreas que se reparten entre Cantabria, Asturias y León. El 10 de julio de 2003 la Unesco aprobó la propuesta que lo convierte en reserva de la biosfera, una figura que busca conciliar la conservación de la diversidad biológica con el desarrollo económico de las poblaciones asentadas en estos espacios. Sucede en ocasiones que muchas de estas figuras de protección se superponen en los mismos territorios, como es el caso. En este ejemplo, el parque nacional preserva la naturaleza, la flora y la fauna. La Unesco siempre baraja más variables, como la compatibilidad con los usos socioeconómicos. A día de hoy este es uno de los máximos objetivos de todas las zonas protegidas en Cantabria, pues la conservación no se puede entender sin la convivencia humana; aunque hay ocasiones en que eso no es posible.

Un ejemplo de esta excepción son las cuevas que están declaradas patrimonio de la Humanidad. Altamira, uno de los lugares donde mejor se conserva el arte paleolítico de todo el mundo, permanece cerrada al gran público. Las visitas están reservadas a unos pocos y hay una lista de espera de años. Todo por el bien de la conservación de las pinturas. «Está ocurriendo también con otras cavidades donde las mediciones científicas están comenzando a ver un deterioro en las pinturas», explica Manuel González Morales, catedrático e investigador emérito del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas (Iiipc). Tienen el mismo distintivo de la Unesco la cueva de Chufín, Hornos de la Peña, Las Monedas, La Pasiega, Las Chimeneas, El Castillo, El Pendo, La Garma y Covalanas. Todas albergan algún tipo de patrimonio.

Es uno de los máximos ejemplos mundiales de arte Paleolítico. Fue incluida en la Lista del Patrimonio Mundial de Unesco en el año 1985. La sala de policromos es, tal vez, la mejor muestra de arte parietal conocida. Las restricciones para visitarla se han incrementado en las últimas décadas para preservar la vida de las pinturas.

Es el único parque nacional que tiene Cantabria. Su vasta extensión, de 67.127 hectáreas, se reparte entre Cantabria, Asturias y León. El 10 de julio de 2003 la Unesco aprobó la propuesta que lo convierte en reserva de la biosfera. Es, además, uno de los atractivos turísticos de los visitantes que optan por esa visión de Cantabria más deportiva.

Otra figura importante de protección son los parques naturales. Uno de los más conocidos, que fue declarado en 1986, es el de las dunas de Liencres. Engloba pequeñas calas, un bosque de pino marítimo y un gran sistema dunar que está considerado como uno de los más importantes del país. Oyambre es otro de estos enclaves protegidos con la misma denominación de parque natural desde 1988. Una extensión de 57 kilómetros cuadrados que limita con las localidades de Comillas y San Vicente de la Barquera.

Un tercer parque natural es el de la zona alta de los valles de los ríos Saja y Besaya, donde lo que decantó la decisión para recogerlo con esta figura en mayo de 1988 fue la necesidad de preservar su valor geomorfológico, botánico, faunístico y paisajístico, que se expande a lo largo de 24.500 hectáreas.

En Santoña hay otro parque que desde 1992 aglutina toda la cuenca del río Asón, así como las marismas de Victoria y Joyel. Su extensión es de más de 6.500 hectáreas y se expande por los municipios de Ampuero, Argoños, Arnuero, Bárcena de Cicero, Colindres, Escalante, Laredo, Limpias, Noja, Santoña y Voto.

El último de los que hay en la región es el de los Collados del Asón. A lo largo de 4.740 hectáreas destaca desde que fue declarado en 1999 por el complejo sistema kárstico subterráneo que alberga multitud de cavidades, la inmensa mayoría pertenecientes al municipio de Soba.

Declarado parque natural en 1986, se encuentra en la desembocadura del río Pas, dentro del municipio de Piélagos. Destaca la extensa zona dunar, una de las más importantes del país, que colinda con el amplio bosque de pino marítimo. Una masa vegetal que se plantó para frenar el retroceso de la arena hacia el interior.

Los municipios de Ampuero, Argoños, Arnuero, Bárcena de Cicero, Colindres, Escalante, Laredo, Limpias, Noja, Santoña y Voto aglutinan más de 6.500 hectáreas que desde 1992 son parque natural. Cuenta con una especial riqueza de flora y fauna en las marismas de Victoria y Joyel. Es la principal zona húmeda de la cornisa cantábrica.

A lo largo de 4.740 hectáreas, destaca desde que fue creado en 1999 por el complejo sistema kárstico subterráneo que alberga multitud de cavidades, la inmensa mayoría pertenecientes al municipio de Soba. Por eso se ha convertido en epicentro del turismo espeleológico de la región. También tiene gran valor los bosques de encinas.

Desde 1988 se extiende a lo largo 57 kilómetros cuadrados y se encuentra situado en la zona occidental de Cantabria, entre las localidades de Comillas y San Vicente de la Barquera. Uno de los objetivos de los últimos años ha sido preservar la duna, que se ha estado deteriorando de forma paulatina en cada nuevo temporal de mar.

Creado por decreto el 2 de mayo de 1988, engloba a territorios de Ruente, Cieza, Arenas de Iguña, Cabuérniga, Los Tojos y Campoo de Suso con el fin de preservar el rico ecosistema, con bosques que se extienden a lo largo de 24.500 hectáreas y con una fauna que tiene al ciervo, venado, al corzo, al zorro o al lobo como protagonistas.

Existen otras formas de protección que engloban conceptos diferentes. Por un lado, están las Zonas de Especial Conservación (ZEC), que tienen un interés medioambiental especial para la conservación de la diversidad. Su elección viene dada por todos los estados miembros de la Unión Europea para integrarse dentro de la Red Natura 2.000. La comarca de Liébana está incluida en esta denominación, así como la duna de Oyambre, la de Liencres (que también está integrada en el parque natural), el estuario del Pas, las dunas de El Puntal, el estuario del Miera, la ría de Ajo, las cuencas del Miera, el Nansa, Deva, Asón, Aguera, Saja y el Pas, la cueva La Rogería, la del Rejo y la sierra del Escudo, entre otras.

Otra figura especial es la Zona de Especial Protección para Aves (ZEPA). Se engloban aquí espacios terrestres pero también marítimos, como el entorno de los islotes de Portio, la isla de Mouro o el Desfiladero de la Hermida. Como su propio nombre indica, todas tienen importancia en lo que se refiere a la preservación de los ecosistemas de decenas de aves que se encuentran protegidas.

Hay más epígrafes de preservación, como el de Especial Protección Cultural (BIC), que recoge muchos enclaves heterogéneos con alto valor patrimonial. Se encuentran aquí englobados espacios como las ruinas romanas de Julióbriga, pero también enclaves naturales como las cuevas de La Garma, La Lastrilla, el castro de la peña de Sámano o la Cueva Grande. Otra figura es la de monumento natural, que en Cantabria ostenta el bosque de secuoyas de Cabezón de la Sal, y no hay que olvidar los humedales. Hasta 72 hay en Cantabria, entre los que se encuentra, por ejemplo, el Pozón de la Dolores o diferentes zonas de la bahía de Santander. Todas estas figuras se complementan para proteger el patrimonio natural de la región.

En los bienes que tienen protección cultural (BIC) existe patrimonio natural como la multitud de cuevas que no cuentan con protección de la Unesco pero sí tienen valor patrimonial por tratarse de yacimientos. La Garma es uno de los ejemplos más claros de esto, pero también se incluyen aquí cavidades como La Lastrilla o la cueva Grande.

Las zonas de especial conservación (ZEC) se constituyen para preservar hábitats naturales, fauna y flora silvestre de interés en Europa. En Cantabria hay diferentes enclaves que cuentan con esta protección. Uno de los más destacados es el embalse del Ebro y todo su entorno; pero también, por ejemplo, las cuencas de numerosos ríos.

Como su nombre indica, en este epígrafe lo que se busca es aglutinar zonas que son ecosistemas para aves que se encuentran protegidas. Por eso muchos de estos entornos son marinos o costeros. Un ejemplo es la isla de Mouro, pero también los islotes de Portio. En el interior, otro ejemplo es el Desfiladero de la Hermida.