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Aquellos grandes cotillones de Nochevieja, donde la gente acudía después de tomarse las uvas y había barra libre hasta altas horas de la madrugada, son ya prácticamente historia. La pandemia vino a poner la puntilla, aunque algunas aún sobreviven, sobre todo, ligadas más a ... hoteles que a pubs o discotecas. Son estos últimos precisamente los que han tenido que cambiar de modelo. Necesidades del guion. Los gustos del público también han variado, y el de sus bolsillos. Los jóvenes no tienen un poder adquisitivo tan alto, así que los bares de copas han optado por establecer nuevas fórmulas como cobrar una entrada «asequible» a cambio de alguna consumición. Mientras tanto, las concentraciones masivas en las calles, como sucede con la 'tardebuena' o la 'tardevieja', son cada vez más relevantes.
El sector del ocio nocturno está cada vez más atomizado. Hasta no hace tanto, casi todos los locales organizaban su propio cotillón. Ahora, no. «Las costumbres de la gente han cambiado muchísimo desde la pandemia. Cada vez es una fiesta más, como puede ser la de Halloween, pero en la que hay más público de lo habitual», explica Ángel Suárez, vicepresidente de la Asociación Empresarial de la Hostelería de Cantabria (AEHC) y también responsable de la sección de ocio nocturno. «Venimos de un mes de diciembre que, a falta del cierre, tiene pinta de que será excelente. Pero el cotillón de Nochevieja, tal y como se conocía, ya no tiene tanta fuerza, al menos entre los bares e incluso las discotecas. La gente sale tarde de casa y se va directamente a los bares o se queda en la calle bebiendo», añade. «La economía supongo que también influye. La 'tardebuena' y la 'tardevieja' son fiestas que cada vez van a más y eso va en contra del cotillón, donde tú escogías un local y pasabas allí toda la madrugada», subraya.
Suárez pone dos ejemplos concretos. Es propietario de varios locales de ocio nocturno en Santander y solo en uno hará el tradicional cotillón. «En el Rocambole celebraremos la fiesta de toda la vida. Barra libre hasta las seis de la mañana, bolsa de cotillón con gorros, matasuegras y demás, aforo de 350 personas y regalos», explica. Las entradas aquí varían de precio, aunque de media cuestan unos 50 euros -eran más baratas en la venta anticipada-.
El Coppola, por ejemplo, es para gente más joven. «El público suele ser de edad universitaria, así que el modelo es de entrada de entre 12 y 20 euros y da derecho a una o varias consumiciones», añade Suárez. Es el mismo modelo que utilizarán otras discotecas como la sala Kudeta o el Malaspina, ambos en Santander.
Por último, concluye el responsable del ocio nocturno en la AEHC, «está la gente más mayor que acude a los pubs o bares tradicionales, y a los que no hay necesidad de cobrar por acceder porque ya de por sí acuden para consumir».
Ángel Suárez
Vicepresidente de la Asociación de Hostelería
Patricia Roiz
Directora del Grupo Nueva Dársena
Son los hoteles los que resisten con el cotillón de toda la vida. «El nuestro es muy familiar, hay gente que repite todos los años. La gente viene a cenar, porque prefieren que esa noche tan especial se lo den todo hecho, y nada más comerse las uvas comienza el fiestón», explica Patricia Roiz, del Hotel Mar Azul y Surf de Suances. «Como este se ha quedado pequeño, hemos organizado uno más pequeño y mucho más familiar y tranquilo en la Posada Santa Ana», subraya. «Además, quien al día siguiente no quiera meterse en la cocina para celebrar Año Nuevo ponemos a su disposición la opción de comer en La Dársena», relata la también directora del Grupo Nueva Dársena.
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