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Después de años con el cartel de 'completo' colgado de forma permanente, la pandemia ha dado un vuelco radical a la demanda para vivir en residencias de mayores. La lista de espera para acceder a una plaza concertada en Cantabria prácticamente ha desaparecido. La ... pandemia, que ha dejado más de 270 muertes en el último año en este ámbito -el más golpeado por el covid, sobre todo en la primera ola-, las condiciones que obligó a imponer en los centros para evitar la entrada del virus -sin salidas de los mayores al exterior y cerrado a las visitas de familiares durante los periodos más críticos (restringidas y distantes, después)- y el miedo han frenado en seco las peticiones de ingreso. Y la gráfica de evolución de la demora para acceder al sistema de atención a la dependencia lo refleja con una caída pronunciada.
Hace justo dos años, este mismo análisis hablaba de residencias que no daban abasto para absorber una demanda que no dejaba de crecer, como consecuencia de una población cada vez más envejecida, de plazas vacantes que se volvían a ocupar en apenas 24 horas porque la lista de aspirantes a vivir en ellas superaba los 800 nombres. Y la demora, dependiendo de los centros, podía estar por encima del año y medio. Incluso había dificultades para acceder a una plaza privada (para muchas familias inasumible por su elevado precio), mientras llegaba el turno de la concertada, sufragada entre la Administración y el copago establecido en función del nivel de ingresos del usuario.
Área de salud I. Santander Abarca 8 zonas básicas: Santander, Camargo, Astillero-Villaescusa, Bezana, Piélagos, Cudeyo, Miera-Pisueña y Alto Pas, en las que se reparten 3.386 plazas (2.197 públicas), 68 vacantes.
Área de salud II. Laredo Incluye 848 plazas autorizadas en cuatro zonas básicas: Agüera-Bajo Asón, Trasmiera, Alto Asón y Costa Oriental. Son públicas 652, de las cuales están sin ocupar actualmente 58.
Área de salud III. Reinosa Comprende las zonas básicas de Campoo y Los Valles, con una oferta total de 397 plazas en residencias, de las cuales son concertadas o públicas 294 y están disponibles 38.
Área de salud IV. Torrelavega Son 1.580 las plazas autorizadas en las zonas básicas de Torrelavega, Bajo Pas, Altamira, Besaya, Saja, Costa Occidental, Nansa y Liébana, de ellas 1.176 públicas, con 113 vacantes.
Hoy la realidad es bien distinta. En cada una de las cuatro áreas de salud en las que está dividido el mapa de la región existen plazas libres (hasta 200 en total), y a la cola para acceder a una, sin haber recibido aún una propuesta de recurso, figuran 33 personas. Concretamente, 24 en Castro Urdiales, ocho en Potes y una en Polanco, que «son los casos que conforman la lista de espera real para residencias», como explica el director general de Políticas Sociales, Julio Soto. «Son aquellos casos para los que no tenemos en este momento plazas en su zona básica de salud».
Julio Soto | Director de Políticas Sociales
En el caso de Potes, esa lista se absorberá en el momento que abra la nueva residencia de Castro Cillorigo; y en el caso de Polanco se cuenta con que dispondrá de una vacante cuando el centro covid de Suances deje de ser necesario. Más dificultades tendrán los dependientes a la espera de entrar en la municipal de Castro Urdiales, que está completa. Aunque la vecina de La Loma sí dispone de habitaciones libres.
Pero en paralelo existe otra lista de espera que responde a una circunstancia diferente, por eso el Icass la saca de ese primer recuento. Se trata de aquellos dependientes que, una vez asignada una plaza dentro de la zona de salud en la que viven, la rechazan porque no es el centro al que aspiran entrar. Y en consecuencia, prefieren alargar la espera, hasta que les llegue el turno. «En ese caso, la demora la provoca el usuario, no el sistema, que sí le ha dado respuesta, aunque no la haya aceptado», matiza Soto.
El descenso de las solicitudes de ayudas durante el año de la pandemia, sumado a los últimos cambios introducidos en la tramitación de los expedientes, ha aligerado el proceso. «En la valoración del grado de dependencia, que en Cantabria hacemos a través del servicio de salud, ahora raro es el caso que tarda más de un mes», señala el director general de Políticas Sociales, Julio Soto. Aunque admite que durante la crisis sanitaria ha habido «momentos difíciles», en la actualidad la mayor parte de las solicitudes tienen respuesta en el plazo de dos semanas. «A veces si hay más demora no es tanto por nuestra parte, sino porque la familia tarda en presentar la documentación que se le requiere. El procedimiento es más rápido si autorizan a que sea la propia Administración la que investigue la información del solicitante (a través de Hacienda, Seguridad Social o padrón) para calcular el copago que le corresponde».
En función del nivel de dependencia, se determina el tipo de ayuda al que tiene derecho, que es más ágil cuando se trata de prestación económica, centros de día, teleasistencia o servicio de atención a domicilio, donde no hay lista de espera. «En el caso de las residencias es donde hay más retardo, aunque se intenta ofrecer un recurso en un plazo de 30-50 días. En estos momentos, no hay ningún caso que se vaya más allá de los seis meses», salvo aquellas personas que quieran expresamente esperar a que se libere una plaza concertada en un centro determinado, pese a tener alternativa al alcance.
En esa situación hay ahora mismo 118 personas, la mayor parte de ellas con el deseo de ingresar en la residencia de San Cándido, una de las más demandadas de Santander, motivo por el que figura entre las pocas que están actualmente llenas. Tiene ocupadas todas sus plazas operativas, que son 170 plazas concertadas y 97 privadas, mientras avanza con la obra de reforma, tras la cual volverá a llegar a las 380. Su directora, Gema de la Concha, critica que «desde hace un año, el Icass no permite apuntarse a la lista de espera de un centro concreto, de tal forma que si el usuario rechaza la plaza que le han concedido, porque quiere esperar a que le llegue la vacante en el que él desea, le cierran el expediente». Una decisión que, a su juicio, «niega a los ciudadanos su derecho constitucional a elegir dónde vivir».
El director de Políticas Sociales admite ese cambio, pero lo justifica en que «tenemos la obligación de ofrecer lo que recoge la ley de atención a la dependencia, que es un recurso residencial en la zona básica de salud del solicitante. Cuando llegamos al Gobierno, nos encontramos con que había listas de espera para centros concretos, algo que no debe hacerse; pero, dado que estaban las resoluciones hechas así, las respetamos (de hecho, es el grueso de la gente pendiente de acceder a una residencia), aunque consideramos que si esa persona no quiere lo que se le ofrece es porque no tiene tanta urgencia, así que se suspende el expediente, que se reabrirá en el momento que quiera volver a repetir el proceso, pero mientras tanto no figura como lista de espera, sino en el apartado de desistimientos». En cualquier caso, es otro de los motivos que ha contribuido a mermar la lista, con respecto al acumulado pre-covid.
Rubén Otero | FED Cantabria
Pese al «cambio radical en la demanda, tanto de residencias como de centros de día», consecuencia directa de la pandemia y de la elevada tasa de mortalidad en los centros -dos de cada tres fallecidos por covid en Cantabria vivían en una residencia-, Soto opina que «la necesidad social de cuidados sigue existiendo, con lo cual cuando salgamos del túnel del covid y la gente vaya perdiendo el miedo, esperamos que volverá a resurgir la demanda». Un argumento en el que coincide Rubén Otero, presidente de la Federación Empresarial de la Dependencia (FED) en Cantabria: «Ahora mismo, casi todos los centros tenemos plazas libres, sobre todo en las zonas rurales, pero creo que, cuando vuelva una cierta normalidad, se llenarán de nuevo. Lo que ha ocurrido en este último año, tan duro, es que se ha retrasado el ingreso. Y es lógico, por las propias condiciones a las que ha habido que adaptar los centros, restringiendo el acompañamiento de familiares. Es normal que la gente prefiera esperar a que todo esto pase». En estos momentos, de las 6.211 plazas autorizadas en centros residenciales 4.312 son públicas y hay vacantes 277, aunque ahí están incluidas 76 que se corresponden con el centro covid de Suances, habilitado para el aislamiento de residentes positivos.
Para dar respuesta a la demanda futura, la Consejería de Políticas Sociales ha presentado recientemente una guía con la estimación de los recursos que harán falta en el horizonte de 2027, donde apunta la necesidad de crear unas 1.500 plazas nuevas residenciales, indicando los municipios concretos en los que deberían ubicarse, calculado en función de los censos poblacionales y los recursos existentes. Esa planificación era, precisamente, una de las principales reivindicaciones que venía haciendo desde hace años la patronal del sector. «Planificar era obligado», señala Soto, «porque de esta forma salimos ganando todos. Los empresarios saben hacia donde dirigir sus inversiones, la Administración garantiza la cobertura allí donde hay carencias y la población puede disponer de plazas en su propio entorno».
Dicho estudio revela que la capital y su entorno sigue presentando «carencias», pese a que hay proyectados al menos cinco centros, entre ellos el de La Pereda (Valdenoja), que es el que está más avanzado; y recomienda como prioritario dotar de más recursos a Marina de Cudeyo y Medio Cudeyo, con residencias en Rubayo y Solares, respectivamente; a Castro, así como a Ramales de la Victoria, para responder a las necesidades del Alto Asón, y a Polanco, Miengo, Santillana y Cartes, municipios en los que bastaría con residencias de pequeño tamaño (60-80 plazas).
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