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Cuando el covid llama a la puerta

Cuando el covid llama a la puerta

Cantabria ·

Testigos en la segunda ola. Cuatro cántabros narran cómo se enfrentaron a su contagio positivo, entre el miedo y la perplejidad por las precauciones que habían tomado: «Si hay algún riesgo de tenerlo, la gente tiene que quedarse en casa»

Marta San Miguel

Santander

Domingo, 1 de noviembre 2020, 07:34

Cuatro cántabros narran cómo se enfrentaron a su contagio positivo, entre el miedo y la perplejidad por las precauciones que habían tomado: «Si hay algún riesgo de tenerlo, la gente tiene que quedarse en casa», destacan

Antonio Zornoza | Jubilado

«Me encerré en casa por si acaso el primer día que tuve décimas»

Antonio Zornoza, en su domicilio en Castro Urdiales. Abel Verano

Era miércoles el día que Antonio Zornoza se levantó con fiebre. Cuando lo recuerda, sabe exactamente qué día fue: «El 16 de septiembre». Apenas eran una décimas, pero tal y como están las cosas, dice este jubilado de la industria química, «lo mejor sería llamar al teléfono Covid Castro y quedarme en casa». Su previsión evitó después muchos contagios, pero eso lo sabe ahora. Entonces solo sentía que debía esperar instrucciones: «Me hicieron la prueba al día siguiente y en cuanto di positivo, me encerré y avisé a mis contactos». La serenidad con la que reaccionó es la que usa para contar cómo evolucionó la enfermedad: «La primera semana la pasé en casa sin mayores problemas, pero la segunda ya empecé a tener más fiebre, un repunte diario que llegaba a 38,5º. Me llamaban de Covid Castro para hacer seguimiento, hasta que el día 14 del proceso, como la fiebre no remitía, me dijeron que fuera al hospital de Laredo a que me hicieran placa, y según entré, me quedé cinco días». También recuerda el día exacto que le hicieron la radiografía –«el 30 de septiembre»– en la que se vieron esas manchas en los pulmones de las que había oído hablar en los medios. «No tuve miedo, pero sí respeto», dice ahora que está recuperado y hace una vida normal, todo lo normal que permite la situación de la pandemia.

«Nunca pasé miedo, salvo cuando la médico del hospital me preguntó a qué número debía llamar si pasaba algo»

Lo que sí hace es mirar hacia atrás para buscar le origen, pero nada de lo que recuerda le indica dónde lo pudo coger. ¿Cumplió con las recomendaciones? «Claro», responde, «y ahora igual, pero no tengo ni la menor idea de dónde lo pude coger. Hemos cumplido las medidas de mascarilla y distancia social, pero lo importante no es dónde lo has cogido sino parar la expansión del virus», afirma. «La medida del confinamiento es la única válida hoy en día para parar el contagio. Es lo primero que hice en cuanto di positivo; encerrarme para frenar su propagación». Se confinó con su mujer, que también dio positivo, aunque en su caso, asintomática. Antonio ya no toma medicación, ni la que le dieron «para evitar posibles trombos». Solo le queda un resquicio que le trastoca el aplomo y es el recuerdo del personal sanitario que le atendió: «En un momento dado, una médico me preguntó: ¿En caso de que pase algo, a qué número debo llamar? Ahí sí que dije, uf. Pero solo fue eso, el tiempo que pasé ingresado estuve muy tranquilo, y quiero agradecer al hospital de Laredo su gran labor, las palabras de ánimo y su trato exquisito. Una maravilla».

Pablo Martínez | Estudiante universitario

«Mis compañeros de piso cuidaban de mí sin entrar en la habitación»

Pablo Martínez, en un retrato en el jardín de casa antes de irse a Madrid. Celedonio

Pablo Martínez tuvo que hacerse una prueba rápida como requisito para comenzar en la universidad donde estudia tercero de ADE y Data Science. Se la hizo en Santander un viernes y dio negativo; el sábado viajó a Madrid, y ese martes por la noche se empezó a encontrar mal. «Decidí no ir a clase por si acaso», dice. «No tenía fiebre, solo dolor de cabeza», pero el malestar fue razón suficiente para apelar a una responsabilidad que en otras circunstancias se habría solventado con un paracetamol. A sus veinte años, decidió encerrarse en el piso que compartía por primera vez con tres amigos. «En unas horas, la fiebre empezó a subir, me empecé a marear mucho y llamé al teléfono covid de Madrid». Entonces, dice, empezó el lío: «Tardaron muchísimo en cogerme y cuando al fin me asignaron un centro de salud, me llamó un médico y me dijo si podía ir en veinte minutos a hacerme la PCR. Salí corriendo», recuerda. Como también recuerda el día, «miércoles, 9 de septiembre», 24 horas después de empezar el proceso. Para cuando le dieron el resultado (el lunes siguiente) «ya no tenía nada y me encontraba perfectamente». Pero no había salido de su dormitorio. Y ahí siguió hasta los 14 días que exige el confinamiento. «Mis compañeros de piso me cuidaban desde el otro lado de la puerta. Me hacían la comida, me traían lo que necesitaba. Y cocinan muy bien, la verdad», añade agradecido.

«Siempre llevo mascarilla, y no he estado en fiestas de la universidad: llegué a Madrid un sábado y el martes ya estaba malo»

Con la pandemia disparada y su familia en Santander, el teléfono se convirtió en una vía de encuentro: «Lo peor fueron los primeros días porque tenía mucha fiebre. Estaba muy preocupado, por todo lo que estaba viendo de fallecidos; me preocupaba mucho contagiar a los demás», dice. Pero nadie de su familia en Cantabria había dado positivo, y de sus amigos, solo dio una compañera de piso, y fue asintomática. «No tengo ni idea dónde pude contagiarme. Siempre llevo mascarilla y no he estado en fiestas, ni tuve opción además porque llegué a Madrid un sábado y ese martes ya empecé a encontrarme mal. Pero me muevo en transporte público y es imposible mantener la distancia». «Encerrado en su habitación del piso de estudiantes que comparte con tres universitarios, «veía Netflix, hacía deberes, seguía las clases online que me daban algunos profesores». Incluso un día se atrevió a hacer un poco de ejercicio cuando vio que estaba bien: «Me puse un vídeo en Youtube para moverme un poco, y casi me da algo», dice riéndose de la ocurrencia. «Ahora puedo hacer ese vídeo perfectamente».

María Torre | Ama de casa

«Me asusté y lloré, pero ahora que me he curado, tengo más miedo»

María Torre pasó la enfermedad en septiembre, junto a su marido, hijos y nieto. D. Pedriza

El miedo que sintió María Torre cuando le llamaron para decirle que era positivo por covid se tradujo en pocas horas en una dificultad para respirar. ¿Angustia o la enfermedad? «Estoy segura que fue por el bicho», dice. Pero entonces no podía saberlo, y mucho menos por teléfono un médico, así que acabó en Valdecilla donde le hicieron unas placas. «Los pulmones estaban normal, pero estuve varias semanas sin respirar bien, y como todos en casa, con problemas de estómago». Atrás queda el encierro en su domicilio desde aquel viernes de principios de septiembre cuando un amigo que había cenado en casa avisó de que era positivo. «Entonces todos estábamos normal, no teníamos ningún malestar, pero nos encerramos por si acaso y anulamos una cita familiar que teníamos ese día. Y menos mal», dice María Torre, que usa el plural porque en ese nosotros incluye a sus hijos, su nieto, su marido. Llamaron enseguida al teléfono covid y al centro de salud, hasta que, «por fin», les mandaron ir a Liencres a hacerse la PCR. Para cuando les dieron los resultados, llevaban casi una semana encerrados en casa, positivos por covid sin saberlo. «Cuando nos lo dijeron me puse muy mal, llorando y asustada porque estábamos todos a la vez». La primera en tener los resultados fue su hija, que perdió el olfato y decidió mudarse a un local de la familia. Después, empeoró el resto: «Perdimos el olfato nosotros también. Me empecé a angustiar, notaba que no respiraba profundamente y por eso me mandaron a Valdecilla». Entre tanto, familia y amigos les traían comida y lo que pudieran necesitar. En total, dice, «hemos pasado más de un mes sin salir de casa». Las últimas semanas, además, convivieron separados, «encerrados cada uno en una habitación».

«Un amigo dio positivo, y aunque no teníamos síntomas, por si acaso nos encerramos hasta hacer las PCR. Y menos mal»

El único alivio que transmite este ama de casa es que todo su entorno ha dado negativo: «Estamos tranquilos porque sabemos que hemos actuado con responsabilidad y no se lo hemos pasado a nadie». Pero retomar la 'normalidad' después de haberse contagiado, a pesar de haber tomado todas las medidas, no está siendo fácil. «Seguimos teniendo las mismas precauciones, pero ahora siento más miedo que antes, por ejemplo, cuando los niños volvieron a clase tuve miedo de que lo pudieran volver a coger». Por eso pide a todos responsabilidad: «La gente tiene que quedarse en casa si ha tenido contacto con un positivo o si tiene algún síntoma, aunque no se haya hecho la prueba o mientras espera los resultados».

Luis Echevarría | Funcionario

«Empecé a cuestionarme qué había hecho mal para cogerlo»

Luis Echevarría, en el centro de Santander. D. Pedriza

Un mes después de haber dado positivo, la duda sigue presente en Luis Echevarría sobre qué ha pasado en realidad. Todo empezó a finales de agosto. Aunque reside en Santander, estaba de visita en Madrid. Estuvo en una comida, y poco después, una de las personas de aquella quedada dio positivo: «Nadie nos llamó, ningún rastreador, pero lo primero que hice cuando nos avisó esta amiga fue meterme en casa y por prevención no salir para nada». Era lunes, y empezó a llamar al teléfono covid en Madrid para hacerse la PCR: se la hicieron ese jueves, y cuatro días después le llamaron para decirle que era positivo: «No sentía malestar de ningún tipo ni me encontraba mal, pero cuando supe el resultado, me encerré en casa diez días más». ¿Tuvo miedo a la evolución de la enfermedad, dejó de ver las noticias? El tiempo que pasó encerrado, lo hizo pendiente de alguna evolución o síntoma. «Me empezó a interesar un poco más los plazos de la enfermedad, las pruebas que se hacían», dice. «Leía lo que se publicaba sobre el covid, no de una manera obsesiva, ni mucho menos, pero sí para ver si podía hacer algo o si había hecho algo que me llevara a estar en esa situación». ¿Había bajado la guardia? «No creo», afirma, «cumplía con todas las medidas y, en verano, las reuniones de hasta diez personas estaban permitidas», recuerda. «Empecé a cuestionarme qué podía haber hecho mal, cómo habrá sido posible el contagio, pero no tienes respuestas».

«Sigo dudando de si lo habré tenido o no porque no tuve síntomas, pero tras el alta evité unos días ir a ver a mis padres»

Ahora su gran duda es si lo habrá tenido o ha sido un falso positivo: «No sé que tanto por ciento son asintomáticos, porque no he tenido ni un dolor de cabeza ni nada». «Cuando me dijeron que era positivo, me chocó un poco porque seis personas de aquella comida, que se habían hecho la prueba antes que yo, ninguno había dado positivo». Y añade: «Tengo mis dudas de que lo haya pasado, porque aquel día hablé con la persona que dio positivo, pero no era el que más cerca estuvo de ella».

Aún así, cuando le dieron el alta en Madrid, vino a Santander de vuelta, donde reside y trabaja. «Llamé a mi médico de cabecera, pero como no trabajo en un hospital o residencia geriátrica, en el protocolo no contemplan otro PCR para ver si estoy curado, así que no me han hecho más pruebas». Y a falta de confirmación, «los primeros días me cuidé de no ponerme cerca de nadie, y tampoco fui a ver a mis padres. Sí que notaba que la gente tenía cierto temor, pero yo sigo dudando si lo habré tenido o no».

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