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Limpieza y normas. El IES Montesclaros de Reinosa ha habilitado siete entradas para redistribuir el acceso de los alumnos, con señales en el suelo para evitar aglomeraciones. Ernesto Sardina
El covid pone a prueba la enseñanza

El covid pone a prueba la enseñanza

Material individual, espacios delimitados, recreos sin balones, desinfección. Entre planes de contingencia para prevenir contagios y asegurar la distancia y la docencia, los centros enfrentan su septiembre más complejo con medidas para contener el virus sin aislar a los menores: «Necesitan volver a clase», dicen

Marta San Miguel

Santander

Domingo, 30 de agosto 2020, 07:37

Como muchos profesores, el punto débil de Carmen Pando es la garganta. Cuando da clase en el Instituto Foramontanos de Cabezón, siempre lleva anudado al cuello un pañuelo de colores con dibujos de cachemira de esos que venden en los 'hippies'. «Todos mis alumnos saben que es mi seña de identidad», dice, sobre todo este año cuando estrene la mascarilla que le han hecho con la tela de sus míticos pañuelos. Se la pondrá el primer día de este curso en el que el sistema educativo se enfrenta a un hecho insólito: una pandemia que pone a prueba no solo los recursos logísticos para prevenir el contagio, sino los pedagógicos. «He observado que los niños necesitan volver al cole», dice Carmen Pando, al frente de dos grupos reducidos del programa de refuerzo de Lingüística. Y su manera de recibirlos será con la misma tela que lleva 32 años usando en clase, como si esa tela fuera su forma de plantar cara al doble desafío al que se enfrenta la enseñanza este curso. Es decir, ¿cómo convive la educación y la socialización con la otra prioridad que es prevenir contagios? ¿Es posible aprender mientras te dicen no toques, no compartas tijeras, no traspases esa línea que limita tu espacio de recreo del de otro grupo burbuja?

«Los profesores de Educación Especial llevarán una EPI con bata lavable y mascarillas FFP2»

Ángel Luis Muñoz, Director del CEIP Ramón Laza (Cabezón de la sal)

Mientras las cifras de contagio siguen subiendo y Cantabria vivió ayer la peor cifra del verano, con 211 nuevos casos, la incertidumbre y el temor vuelven legítima la duda entre familias y profesionales: ¿Es seguro volver? «Nunca podremos ser centros escolares cien por cien seguros, pero sí vamos a ser más seguros que la calle, así que la obsesión es que el plan funcione», dice Norberto García, portavoz de los directores de Secundaria en la Comisión Permanente y director del IES Montesclaros de Reinosa. El plan al que se refiere son las medidas que cada centro ha implantado, según el protocolo de la Consejería de Educación, para adecuarse a los requisitos sanitarios con las posibilidades de cada uno, porque no es lo mismo evitar el contacto en la escuela unitaria de Bielva, donde este curso hay ocho niños, que en un colegio como el Cisneros de Santander, donde hay 470 menores matriculados y en el patio conviven con otros dos centros (Magallanes y Antonio Mendoza). «Todo inicio de curso siempre es complicado, incluso después de 33 años», dice su director, José Antonio Sánchez Raba, pero a la complejidad habitual se suma este curso lo insólito: «Se ha quitado todo de las clases, ni papeles, cartulinas, ni juguetes; los libros de texto no irán del colegio a casa ni se desplazarán, y la entrada de las familias será siempre con cita previa». Para evitar la presencia de personas ajenas al centro han pasado de dos a cinco líneas de teléfono para Secretaría y para Coordinación Covid (habrá en todos los centros una persona encargada, como exige el protocolo) y además han aumentado la fibra «a 600 megas bidireccionales para hacer videoconferencias».

Distanciamiento y docencia

Todo son actuaciones que buscan ahuyentar el contagio, con medidas preventivas que aíslan y protegen a la vez, de forma que la pregunta que subyace ante la inminente vuelta a clase es cómo hacer posible que el distanciamiento y la docencia convivan en este nuevo escenario: «Tenemos que tener previstos los imprevistos. Los epidemiólogos no tenían prevista una epidemia y se ha improvisado, así que ahora se trata de improvisar lo menos posible», insiste Sánchez Raba, antes de tender la mano a todos los sectores implicados para lograr que «esto funcione». Para empezar, el inicio de la jornada se hará «con entradas escalonadas desde las nueve menos diez, y en ese sentido es clave la puntualidad». De hecho, harán un «registro de quién llega tarde, ya que a partir de ahora tendrá consecuencias», porque la prioridad va a ser evitar aglomeraciones y que se crucen niños que no corresponden al mismo grupo burbuja, un término con el que se define a los menores que conviven en un aula y que sólo interactuarán entre ellos durante cada jornada lectiva, sobre todo en el recreo, uno de los focos más conflictivos: «Cada grupo tendrá un espacio limitado por cintas o con líneas pintadas en el suelo pintado», dice Sánchez Raba, que no se plantea lo contrario, es decir, restringir el movimiento: «Los niños necesitan correr y oxigenar su cerebro, no se les puede quitar ese derecho y más ahora».

«Además de metodología, la parte emocional es clave, y mis alumnos del grupo de refuerzo sé que necesitan volver a clase»

carmen Pando, Profesora del IES Foramontanos (Cabezón de la Sal)

Respecto a los juegos o el trabajo en clase, ¿qué hacer para evitar el contacto? «Pues con una actitud vigilante, cuando estén en la calle o jugando, para velar por la distancia, algo que es mucho más fácil con 8 que con 80», dice Ramón Cuesta, desde la escuela de Bielva donde el espacio disponible facilita la convivencia. Sin embargo, para la mayor parte de la comunidad educativa de la región, este será el gran desafío.

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Como el resto de directores consultados por este periódico, la responsable del CEIP Aguanaz de Entrambasaguas, María José Rioseco, lleva «desde julio» trabajando en la implantación de los protocolos de Sanidad y Educación que iban llegando, hasta este pasado jueves, cuando se celebró la última sectorial entre el Ministerio y las comunidades a poco más de una semana del inicio de curso. «Nuestro empeño es que las medidas garanticen al máximo un entorno seguro, pero evidentemente nadie puede asegurarlo al cien por cien; ni nosotros ni nadie», dice Rioseco, también portavoz de los directores de Infantil y Primaria. En ese empeño porque suceda han establecido cuatro turnos de recreo (antes eran dos); el acceso a los aseos será escalonado, «para que cada profesor lleve a todo su grupo y no se mezclen con otros niños por el pasillo»; el Ayuntamiento de Entrambasaguas «desinfectará el parque infantil todas las tardes y va a destinar una persona de apoyo para la limpieza de aseos al menos dos veces al día». En cuanto al comedor, de la misma manera que habrá «salidas escalonadas del centro», lo mismo sucederá con este servicio: «Cada mesa alojará alumnado de un único grupo estable, y estarán a metro y medio de separación».

«El centro parece el Jarama: hay flechas con señales para evitar cruces, y ahora entran por siete puertas, en vez de por dos»

Norberto García, Director del IES Montesclaros (Reinosa)

¿Qué efecto, desde un punto de vista didáctico, va a tener la vuelta al cole en estas circunstancias? Para empezar, los centros consultados pierden el servicio de biblioteca («es inviable la desinfección de cada libro, dejarlos en cuarentena 14 días tras cada préstamo, por lo que potenciaremos la biblioteca pública», propone Sánchez Raba) o la convierten en un espacio para otros fines, como es el caso del colegio concertado Miguel Bravo, de Santander, que la ha habilitado como aula convencional.

Acceso escaonado. José Antonio Sánchez Raba, director del Colegio Cisneros de Santander, muestra la señalítica para los accesos por turnos y distintos horarios, con felpudos de desinfección y gel. Roberto Ruiz

El efecto en el reenfoque de los espacios tendrá su repercusión en nuevas dinámicas de convivencia y aprendizaje, como apunta la directora del Aguanaz: «Nosotros trabajábamos con metodología cooperativa y ahora vamos a tener que prescindir de ella, porque con esta situación no podemos trabajar cabeza con cabeza compartiendo materiales». Sin embargo, «aunque los proyectos educativos estén condicionados por estas medidas sanitarias, la prioridad sigue siendo la enseñanza», dice. En ese sentido, ¿cómo será la ausencia de balones en el recreo, de peonzas o cromos? «Los balones no los podemos permitir, pasan de mano en mano y son un foco importantísimo de contagio, así que reinventaremos las dinámicas de juego volviendo a lo tradicional, a la goma, los juegos pintados en el suelo del patio, una comba para cada grupo que desinfectaremos después».

«Aunque los proyectos educativos estén condicionados por las medidas sanitarias, la prioridad sigue siendo la enseñanza»

Mª José Rioseco, Directora del CEIP Aguanaz (Entrambasaguas)

¿Y cómo lo harán los grupos más sensibles? El colegio Ramón Laza de Cabezón de la Sal tiene 600 alumnos, de los cuales 30 están matriculados en Educación Especial: «Además de ser un grupo burbuja que evitará el contacto con el resto de alumnos, los profesores llevarán una EPI especial con bata lavable y mascarillas FFP2», explica el director, Ángel Luis Muñoz. «En caso de que los alumnos no lleven mascarilla, los profesionales que los tengan a su cargo deberán llevar una protección especial al tratarse de un grupo vulnerable». Además, van a emplear dos turnos para el comedor, pero «los alumnos del aula de 2 años y de Educación Especial comerán en sus respectivas clases». También van a dividir el patio por zonas, «de manera que no haya interconexión entre la subida y bajada de los alumnos al recreo, en el que no habrá juegos de contacto», según informa la corresponsal Lucía Alcolea.

Institutos, otra problemática

«En Infantil y Primaria seguro que hay experiencias más innovadoras, pero en los institutos hay dos cuestiones fundamentales: la obligación de las medidas sanitarias y que las paredes no se pueden mover», dice el director del Montesclaros, Norberto García. El 31 de julio presentaron el plan a la Consejería, las zonas más complejas son los pasillos, baños y recreos: «Nuestra obsesión es que el plan funcione», y para ello su primer cambio ha sido habilitar siete accesos diferentes, «cuando antes solo lo hacían por dos, una para FP y otra de ESO y Bachillerato».

¿Cómo distribuir el tráfico de tantos chavales (700 matriculados), una movilidad mucho mayor entre aulas que Primaria y que incluso salen fuera del recinto en los recreos? «Nuestro centro parece el circuito del Jarama, con cientos de flechas con señalítica para evitar cruces», dice sin disimular cierto tono de ironía, y en cuanto a la movilidad exterior, va a «añadir un 'párrafo covid' a la autorización que cada año firman las familias para permitir a los alumnos salir a tomar el pincho en el recreo».

«La clave para la entrada escalonada será la puntualidad, haremos hincapié; y luego gel, felpudo y desinfectante»

José Antonio Sánchez raba, CEIP Cisneros (Santander)

En cuanto a tomar la temperatura a los alumnos, la posibilidad de instalar un arco metálico en la entrada, como propuso en su día el IES Santa Clara en Santander, fue «desaconsejada por Salud Pública». Tras la última reunión, se autorizó la toma de temperatura individual a cada alumno y de hecho Educación anunció que repartiría 2.000 termómetros de distancia. Sin embargo, en el Montesclaros ya habían hecho acopio: «En todas las clases hay gel, para que al entrar y al salir lo usen; en todas las mesas del profesor habrá desinfectante y bayeta, y mientras se pasa lista, se tomará la temperatura a cada alumno». Esto se une a los últimos acuerdos que fijan el lavado de manos en cinco veces, así como la importancia de ventilar con frecuencia los espacios.

Madrugadores, la incógnita

A pesar de las entradas escalonadas, la vigilancia de los profesores o las líneas en el suelo, ¿qué hacer cuándo no hay espacio suficiente para salvaguardar la distancia? «En todos los colegios hemos hecho un cálculo de los espacios para estudiar cómo encajar a todo el alumnado», dice Wenceslao Martín, portavoz de los directores de Educación Concertada. «Hay colegios con aulas de sobra, pero en algunos casos debemos desdoblar los grupos de Secundaria y estirar espacios». Y cita como ejemplo su colegio, el Miguel Bravo, en el Barrio Pesquero de Santander, donde además de la biblioteca, han convertido el salón y el aula de música en aulas convencionales, y también han tenido que recurrir a espacios ajenos al centro.

Fuera del centro. El colegio Miguel Bravo del Barrio Pesquero ha ubicado la secretaría en un espacio cedido del convento de las monjas, con el fin de que nadie ajeno acceda al entorno escolar. Roberto Ruiz

«Para evitar que las familias atraviesen el espacio escolar, hemos llevado la secretaría a las dependencias del convento de las monjas, de manera que no acceda nadie ajeno a la comunidad educativa», explica Martín. Allí también han habilitado el 'Espacio covid', un entorno seguro donde 'aislar' al menor que presente síntomas de fiebre y donde esperará a que vengan a buscarle sus progenitores, aunque «ante posibles casos de positivo en un centro educativo el control de las decisiones que se tengan que adoptar lo asumirá Salud Pública».

«Somos afortunados, tenemos ocho alumnos para dos aulas, todo el centro será grupo estable y hay espacio»

Ramón Cuesta, Director de la Escuela Unitaria de Bielva (Herrerías)

Con todo preparado, y a una semana de arrancar el curso más incierto, aún hay incógnitas sobre qué servicios se prestarán o de qué manera. Si bien el comedor sale adelante, ya sea a turnos, ampliando horarios (con el coste económico que eso tendrá), en grupos burbuja o con mesas individuales, el servicio de madrugadores sigue por el momento en el aire. «Algún centro por su tamaño sí que lo va a poder prestar porque no supone reestructurar el centro, pero la mayoría dependeremos de las instrucciones y de la propia organización de cada centro», dice María José Rioseco.

«En septiembre será muy difícil que empiece a funcionar, pero estamos a la espera de instrucciones concretas para ver si se puede poner en marcha en octubre». Tanto para el servicio de madrugadores como para el alumnado que utilice el comedor escolar, se podrá plantear la obligatoriedad del uso de mascarillas para alumnos de 3 a 5 años (para el resto de la actividad lectiva se mantiene como «recomendable») porque en esos momentos compartirán espacios con alumnado de otros grupos, explica Wenceslao Martín.

Distancia en clase. La directora del CEIP Aguanaz (dcha.) habilita el aula de psicomotricidad, ahora convertida en espacio de reuniones, para celebrar el primer claustro del curso con distancia. Roberto Ruiz

A la vista de que algunas familias han decidido por el momento no llevar a sus hijos al colegio, los responsables hablan de los colegios como un «espacio seguro». Sin embargo, apelan al compromiso de todas las partes para lograrlo: «Creo que esta nueva realidad exige gran dosis de compromiso por parte del alumnado, familias, personal no docente o instituciones para que esto salga adelante», dice la portavoz de los directores de Infantil y Primaria. En esa línea concluye su homólogo en la concertada: «Hay tantas medidas que en principio el entorno va a ser seguro, pero necesitamos la implicación de las familias, que colaboren por ejemplo si por la mañana el niño se encuentra mal no le enchufen 'Dalsy'; y también la implicación del alumnado, no todos están manteniendo la distancia ni usando mascarilla, y habrá que hacer mucha pedagogía».

La ventaja de ser ocho en el cole: la realidad de las escuelas rurales

En la escuela unitaria de Bielva, en Herrerías, no hay comedor; solo dos aulas y un director que cada día durante los cursos pasados cogía a sus alumnos para comer y los llevaba a un restaurante de la zona. ¿Y ahora con la pandemia? «Ahora también, solo que manteniendo las distancias y las normas de seguridad».

Ramón Cuesta afronta de otra manera esta compleja vuelta al cole, y la falta de niños en el entorno rural, que se veía como un problema demográfico sistémico, este curso es una ventaja para los propios niños y para los docentes. «Somos cuanto menos afortunados con respecto a otros compañeros que están poniendo gran empeño y esfuerzo y que tendrán cierta dosis de pesimismo», dice. El número de alumnos «es tan escaso que da pie a crear un solo grupo estable de convivencia, y como el edificio tiene solo dos aulas, los espacios son comunes para todos ellos», dice. «Estoy feliz de que mi centro no tenga tantas complicaciones por la pandemia, pero eso no quiere decir que esté libre de covid», admite a una semana de recibir a los ocho alumnos (dos de Infantil y seis de Primaria).

¿Ycómo se prepara un colegio así para la vuelta? «He puesto la poca señalización que cabe, hemos colocado geles hidroalcohólicos y dispensadores de papel en el baño, y está comprometido con el Ayuntamiento de Herrerías el servicio de desinfección». A diferencia de los grandes centros educativos de la región, en la escuela rural «hay espacio y por tanto posibilidad de mantener las distancias, además de que el grupo estable lo forman todos los alumnos del centro. También ha dispuesto bandejas para cada niño con sus propias tijeras, sacapuntas, lápiz para que no tengan que compartir nada».

¿Una oportunidad?

Ante la pregunta de si esta pandemia puede ser una oportunidad para impulsar esta enseñanza, admite que «es un poco triste ver cómo se va quedando vacía la escuela unitaria, así que agradezco a la Consejería de Educación que no mire para otro lado y siga intentando mantener estas escuelas». Y añade: «Espero que sea el germen de otras medidas que contribuyan a que esto se reinicie», dice tras 35 años de docencia en la comarca del Nansa: «La escuela unitaria existe y ahí estamos. Esto tiene vida, con menos gente, pero tiene vida».

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