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Con la prostitución ha sucedido como con otros tantos negocios y hábitos que cambiaron con la pandemia. La prohibición de mantener abiertos los prostíbulos por las restricciones obligó a refugiar los servicios en pisos particulares, y a la larga la clientela se ha dado ... cuenta de que resulta mucho más seguro y anónimo que visitar un burdel. Cuatro años después, la proliferación de estos servicios en inmuebles particulares se ha multiplicado hasta el punto de que ya es un problema de primer orden en muchas comunidades de vecinos. Sólo en Cantabria las asociaciones y organizaciones que han tomado el latido al sector han calculado que hay unas 1.000 personas que ofertan sus servicios carnales en diferentes portales digitales; y lo peor de todo es que todo el delito que esconde este mundo, centrado sobre todo en la trata de mujeres, es cada vez más invisible para los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.
Los casos se centran mayoritariamente en el centro de las grandes poblaciones de Cantabria, con Santander a la cabeza; aunque también hay mucha oferta en la periferia. En el Colegio de Administradores de Fincas de Cantabria han visto crecer el problema. «Cada vez hay más comunidades de vecinos que se quejan de esto y nos cuestionan por formas de atajarlo», comenta Rut García, vicepresidenta del organismo. «Es una actividad muy molesta para el vecindario porque al final eso trae casos de clientes que llaman a altas horas de la madrugada a diferentes timbres y en condiciones de consumo de alcohol y drogas que dan para imaginarse la escena», relata. Lo aconsejable es llamar a la Policía para poder denunciar por lo que se denominan 'actividades molestas'. «En la mayor parte de los casos estamos teniendo éxito y estamos logrando desmantelar los pisos; pero en otras ocasiones no es tan sencillo».
Lo lógico es que el arrendador colabore y termine por rescindir el contrato de la persona que está ejerciendo, porque en la inmensa mayoría de los casos los inmuebles son alquilados, y van cambiando de localización cada cierto tiempo. La estructura del negocio no puede ser más volatil, porque las propias chicas no residen más de medio mes en un mismo inmueble. Es el tiempo que está estimado en este negocio para que el 'producto' sea considerado 'obsoleto'.
«La Policía no puede entrar en los pisos, que pasan desapercibidos porque están escondidos»
«Conocemos mucho de lo que hay; y por eso somos conscientes de que está cambiando y creciendo»
«Hay muchas extranjeras y en situación irregular que ejercen contra su voluntad»
«Cada vez hay más comunidades de vecinos que se quejan y nos piden resolverlo»
Con una estructura así, resulta mucho más complicado dibujar el panorama exacto de esta industria en la región; pero algunas de las asociaciones que trabajan a diario sobre el terreno, como Nueva Vida o Médicos del Mundo, calculan que existen a día de hoy unos 1.000 anuncios de personas que venden servicios carnales en internet, donde se mueve actualmente la mayoría de la oferta. Algo queda aún en los nueve burdeles que todavía funcionan en la región y en los casos residuales que aún utilizan la calle.
«Cuando el modelo se centraba en los prostíbulos era más fácil tener consciencia del volumen de todo esto; pero ahora es diferente. La Policía no puede entrar en los pisos, que pasan mucho más desapercibidos porque están más escondidos», valora Charo Quintana, portavoz de la recién creada Plataforma Abolicionista de la Prostitución en Cantabria. Un colectivo puesto en marcha el pasado mes de mayo con la participación de 13 asociaciones que abogan directamente por la desaparición de este negocio.
«Es la única solución a todos los problemas que trae aparejados», insiste Quintana, que da voz al colectivo que más ruido ha hecho últimamente para concienciar sobre un problema «que está íntimamente ligado con otros como el comercio de armas y el de la droga. Al final, si no atajamos uno, tampoco estamos atajando los otros», argumenta. «Es un mundo que se está reinventando y buscando la forma de perpetuarse, adaptándose a los tiempos y eludiendo la legalidad», explica Quintana.
Porque en su inmensa mayoría, cuentan las asociaciones consultadas por este periódico, emplea a mujeres «extranjeras y en situación irregular que se encuentran ejerciendo contra su voluntad», explica Blanca Bordallo, de Médicos del Mundo, que lleva instalada en Cantabria desde febrero del pasado año. Un tiempo en el que han atendido ya a cerca de 700 personas.
Por eso en esta ONG se han especializado en la atención integral de la afectada. «Hacemos primero una asistencia sanitaria, pero también administrativa para facilitar su regularización, su inserción en el mercado laboral, su acceso a las ayudas sociales... Lo que hacemos es acompañar a la persona en contexto de prostitución pero con las garantías de que no quedará desamparada», argumenta Bordallo. No quedarán abandonadas ellas, ni sus familias, porque en muchos casos son matriarcas cuyos allegados aguardan con paciencia cada remesa que estas envían para garantizar la manutención en los países de origen.
Esa imagen de persona que opta por dedicarse de manera voluntaria a la venta de su cuerpo está alejada de la realidad. «Vemos cada vez casos más escalofriantes y nos preocupa mucho. ¿Qué puede llevar a una mujer embarazada de ocho meses a prostituirse? Lo siento por el ejemplo pero es que es un caso real que creo necesario destacar para que la gente sepa que no, las mujeres que se prostituyen no lo hacen de manera voluntaria», remarca Julio David García, de Nueva Vida, asociación integrada en la Plataforma abolicionista.
Él lleva 25 años conociendo la realidad de la prostitución en la región. «Conocemos mucho de lo que hay; y por eso somos conscientes de que está cambiando, creciendo, y eso nos preocupa», razona. Todos en la plataforma consideran que debería ponerse menos el foco en la prostituta, como persona, como cifra que sirve para cuantificarlo todo, y debería centrarse más en el cliente. «Sería un dato mucho más fiel de la dimensión que está tomando el negocio. Y nos asustaríamos», advierte Quintana.
Es algo que las asociaciones dedicadas a atender a personas en situación de desamparo han constatado en los últimos tres años. «Está creciendo mucho el volumen de oferta que nos encontramos en verano respecto al resto del año», certifica Julio David García, de Nueva Vida. «Nos hemos dado cuenta de que, sobre todo en julio y agosto, hay muchas personas que vienen a la capital cántabra a hacer la temporada», confirma. Es una consecuencia lógica de crecimiento demográfico, que además se desarrolla en un contexto turístico, que siempre implica mayor relajación e inversión en ocio. «Y mucha gente está claro que entiende esto por ocio», remarca el responsable de Nueva Vida, que alerta de la deriva que puede llevar este panorama. «No estamos en el nivel de la gran industria sexual que predomina en Levante, donde llevan años desarrollándola;pero si no le ponemos freno aquí, está claro que es el modelo hacia el que se está yendo», concreta el experto.
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