«Creo que estamos dando la talla»

Sin compromisos institucionales previstos en la agenda, y cubierta la labor de oficina, a la que hipoteca las mañanas, las tardes y hasta las noches, «ahora salgo más a la ciudad, que es algo que antes no hacía y que me viene bastante bien porque eso me convierte en un observador de la realidad y me ayuda mucho a la hora de tomar decisiones».

Por eso y porque así, de paso, puede ver a la ciudadanía levantar la moral de su tropa desde las ventanas.

«Siempre que puedo hacerlo, a las ocho me subo al coche (un vehículo camuflado en el que se mueve discretamente) y me incorporo a las patrullas que acuden a hospitales, residencias y centros comerciales para agradecer el inmenso trabajo que están llevando cabo. No, no es raro verme por ahí», admite el jefe superior, a quien le resulta «muy gratificante» saber que parte de ese tributo que salta de balcón en balcón incluye también a su plantilla. «Creo que estamos dando la talla», dice un hombre nada dado a la jactancia.

Luego de tomarse un respiro, el jefe vuelve a Comisaría para hacer acopio de información y, con la misma, se marcha para casa a escudriñarla, un desplazamiento que no le lleva mucho tiempo considerando que vive en el edificio rayano al complejo policial. «A cinco metros».

Allí hace todo cuanto sus subordinados creen que no hace «porque se pasa trabajando las 24 horas del día».

«No», ríe el comisario, al que la crisis sanitaria del Covid-19 ha forzado a algunos cambios. Especialmente gastronómicos. «Antes comía y cenaba fuera dada mi gran actividad social». Ahora come y cena en su casa. Lo que le sale del microondas, que es un electrodoméstico al que por lo visto está cogiendo un especial aprecio.

Luego, antes de acostarse, y si el teléfono le deja en paz, trata de poner la mente en manos de un libro o la televisión. «Estoy releyendo Miedo a la libertad», obra en la que el psicólogo Erich Fromm intenta explicar los aspectos de la crisis contemporánea de la civilización occidental. Muy apropiado para los tiempos que corren. «Y, si no es muy tarde, recurro a Isaac Asimov».

Amante de la ciencia ficción, de La Fundación, de Yo, robot, el comisario también tiene reservado un espacio prioritario para sus seres más queridos, a los que tuvo que dejar atrás, en Madrid, su ciudad de origen, cuando se le requirió su traslado a Santander.

«Me preocupan mi madre, que va camino de los 90 años, y mi hija, que por su condición (es donante de médula ósea) está en situación de aislamiento extremo», explica Moreno, al que la crisis del coronavirus ha obligado a cancelar los billetes que tenía para hacer un viaje conmovedor.

El 26 de febrero del año pasado, el jefe superior de Policía perdió a su hijo Héctor. «Desde entonces, cada día 26, me acerco en coche a Burgos para poner flores en su tumba. Y este mes no voy a poder brindarle ese pequeño homenaje». O sí, si en lugar de flores le po-ne este artículo en el jarrón. Porque hoy... es 26.