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Ivón Entrecanales Ganadero de vacas de leche
La familia Entrecanales es conocida por su carácter emprendedor. Ivón y su hijo Adrián regentan dos explotaciones de leche: una en Labarces (Valdáliga) y otra en Bezana donde ordeñan con robot a 120 vacas de las que obtienen unos 9.000 litros diarios de leche. ... El 30% de la producción de la granja de Labarces lo transforman en leche fresca, queso, yogures, arroz con leche, sobaos y quesadas. Hace década y media que tratan de «sortear» a las grandes distribuidoras que «tanto perjudican» al sector primario. «A todos se nos llena la boca, empezando por los políticos, que son los primeros, diciendo que este es un sector estratégico, pero nadie hace nada», afirma rotundo.
«Tener comida de cercanía, la de al lado de casa, no es más que salud para la gente», continúa. Lo que tiene claro son las principales quejas de los ganaderos de leche. «Los precios y el relevo generacional», responde como un resorte. «Hace un año, la leche se puso a un precio digno de 60 céntimos el litro, pero ahora estamos a 48... y bajando», añade. «El problema es que hay muchos pequeños productores y no podemos hacer fuerza contra las grandes superficies comerciales», continúa. «Lo del relevo generacional no tiene arreglo. La edad media de los ganaderos es de 60 años y sólo el 5% tenemos asegurada la continuidad a través de algún familiar», concluye.
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También pone deberes a los nuevos responsables de Ganadería: «Hay que pagar la PAC en tiempo y forma y hay que eliminar todo este montón de burocracia que nos enfanga. Se hace necesario simplificarla lo máximo posible. Así es imposible trabajar».
Carlos Fidel Vejo Ganadero de vacas de carne
A los ganaderos de carne les sucede como a los de leche. En muchos casos, el precio de venta no da para cubrir los gastos de producción y la rentabilidad inherente a cualquier actividad económica y comercial. «Si se pagara al precio que cuesta producirla, no nos harían tanta falta las ayudas», afirma Carlos Fidel Vejo, que tiene alrededor de 240 vacas tudancas y casinas en Caloca (Pesaguero). «Como cualquier otro negocio, necesitamos que sea rentable. No es difícil de entender. Sin las subvenciones, igual una persona que cobra 1.000 o 1.200 euros de salario al mes no podría pagar el precio que en realidad cuesta enviar al mostrador cada kilo de carne», apostilla.
Como sus compañeros, tiene claro los problemas del sector. «Los elevados costes de producción, la escasa rentabilidad y la excesiva burocracia. Estos los compartimos todos, los de leche y los carne, los de intensivo y los de extensivo. Luego nosotros tenemos otro diferente: la fauna salvaje», relata. «Ciervos, jabalíes, lobos y, en mi caso, osos», enumera. «Estamos de acuerdo en que todos debemos convivir, pero desde las ciudades tienen que entender que el hecho de que estén en el entorno rural nos genera problemas», continúa.
Y pone un ejemplo. «Yo tengo un piso en Santander. La gente, en su día, se quejó por los excrementos de palomas y gaviotas, y se hizo por controlarlas. Nosotros queremos lo mismo. Sólo que en la calle Castilla hay 35.000 votos y aquí no», zanja. A todo lo anterior, suma la «excesiva» burocracia, los «retrasos» en el pago de la PAC y la falta de relevo generacional.
Rafa Roiz Campo Ganadero de ovejas y cabras
Hace seis años, Rafa Roiz Campo tenía el doble de cabras y ovejas. Ahora pastorea unas 400 en Bejes (Cillorigo de Liébana), en una zona complicada debido a la abrupta orografía. En su caso, tiene claro cuál son los dos mayores problemas a los que se enfrenta a diario. «El primero, el lobo», afirma rotundo. «Sólo este año, de recría, me habrá matado de principios de junio a primeros de agosto, de media, un animal al día», señala. «Nadie pone un negocio para que se lo tenga que cubrir un seguro, lo haces para que sea rentable, como cualquier otro, no para alimentar a lobos y alimañas y resto de fauna salvaje», se queja. «Ya sabemos que el pastoreo extensivo en zonas de montaña, como en la que yo me encuentro, es muy complicado; pero una cosa es esto y otra la realidad que vivimos a diario», apostilla.
«Encima tienes que oír por ahí a muchos urbanitas que no hacemos nada para protegernos de los lobos. Tengo 12 mastines y el año pasado me mató a una perra, y el anterior a otros dos perros», cuenta. «Encima, cuando nos pagan los animales muertos que conseguimos encontrar, no lo hacen por el lucro cesante, no tienen en cuenta la vida productiva que aún tenían por delante», enfatiza.
El otro problema es el del relevo generacional. «Esto no es un trabajo, es una forma de vida. Los jóvenes quieren calidad de vida y con esta dedicación es muy difícil de conseguir», explica. Por eso considera tan importante las ayudas gubernamentales. «Este año los planes de incorporación salieron tarde y con una dotación presupuestaria muy baja: seis millones en lugar de los 10 que se había planteado».
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