Crisis al por mayor
Mercasantander. ·
La pujanza de las superficies comerciales y la escalada imparable de los precios de los alimentos minan la actividad mayorista en la gran huerta de la regiónSecciones
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Mercasantander. ·
La pujanza de las superficies comerciales y la escalada imparable de los precios de los alimentos minan la actividad mayorista en la gran huerta de la regiónHace medio siglo, en 1966, el Ministerio de la Gobernación tomó la decisión de desarraigar a los mayoristas de frutas, hortalizas y patatas del corazón de las ciudades, donde el vete y ven de camiones para dejar o recoger mercancía estaba empezando a generar notables ... problemas en el tráfico, y acomodarlos en sus periferias, donde, por ley, dispondrían de superficies extensas y cómodas en las que, además de agruparse la compraventa al por mayor, se concentrarían también otras tareas, entre ellas, por ejemplo, su control y sus precios.
En el lecho de esa normativa nació en 1968 Mercasantander, el mayor centro de abastecimiento de alimentos de la provincia, un colosal supermercado de casi 200.0000 metros cuadrados al que cada día, sin faltar uno, van a hacer la compra los comerciantes y hosteleros de la región. Temprano, porque el polígono, por el que el año pasado circularon cerca de 93.000 vehículos, abre hacia las seis de la mañana y cierra sobre las dos de la tarde. A esa hora, y es un decir, ya está todo el pescado vendido.
27.086toneladas de productos hortofrutícolas se comercializaron en Mercasantander en 2021, lo que supone un 3,22% menos que en el año anterior.
Erigidas en el barrio de Peñacastillo, con conexiones directas a las autovías, la A-67 y la A-8, a minutos de la estación de ferrocarril, del puerto y del aeropuerto, las instalaciones disponen, entre otros muchos servicios, de un pabellón de frutas, hortalizas y patatas y otro de pescado. Tanto el uno como el otro vivieron tiempos mejores. A decir verdad, tiempos mucho mejores. Donde antes había una veintena de negocios hortofrutícolas hoy hay solamente una decena, y donde antes había cinco módulos de distribución de pescado, hoy ya quedan únicamente tres. Los que sobreviven lo hacen con una moral a prueba de bomba, a prueba de pandemias y guerras, a prueba de crisis y huelgas, contra el viento, contra la marea y contra los nuevos hábitos de compra, de venta y de consumo, que son los que hicieron claudicar a los demás.
El primero, frutas y hortalizas, precisamente esos alimentos que en tiempos de Franco dieron sentido a estas grandes superficies, a Mercamadrid, a Mercabarna, a Mercavalencia, a Mercabilbao..., capitaliza gran parte de la actividad diaria en Mercasantander, donde el año pasado se comercializaron hasta 27.000 toneladas de este tipo de productos -una media de 2.257 al mes- experimentando ligeros retrocesos en relación al anterior, 2020; bajó un 1,26% la venta de frutas, un 4,64% la de hortalizas y un 6,37% la de patatas.
«Nosotros abastecemos a fruterías, a pequeños supermercados (los grandes tienen sus propios canales de distribución), a mercadillos y a restaurantes», explica la responsable del mayorista Frutas David Maza, Rosi Oti, que no oculta su pesadumbre al describir la posición que ocupa la venta de alimentos sobre el tablero de una crisis mundial que está retorciendo la economía y golpeando con furiosa cólera a la cesta de la compra.
La mujer, que calcula que un lunes bueno puede dar salida a unos 30.000 kilos de género, admite que las ventas están siendo «un poco flojas» estos días previos a las fiestas navideñas. Que hortalizas y frutas no abunden en los menús familiares, colmados de carnes, pescados y dulces típicos de estas fechas, es una razón. Que los precios de los alimentos se hayan desbocado, otra. Y que sus clientes estén midiendo con escuadra y cartabón lo que compran, no sea que se lo terminen comiendo ellos, una más.
«Ahora mismo hay de todo». Hay naranja de Valencia, hay plátano de Canarias, hay uva de Italia, hay tomate de Almería... y algunos productos de Cantabria, principalmente berza y acelga. «Pero a diferencia de otros años, en los que se vendía fruta diferente, alguna cereza, algún lichi, este no hay nada que despunte». De aquí a un par de semanas lo hará la uva en cualquiera de sus variantes; roja, blanca, con pepita, sin pepita...
Jesús Espinosa
Frutas Espinosa
José Barrio
Pescacant
Rosi, que se levanta de la cama no más tarde de las tres de la madrugada, fresca como una lechuga, «porque hay que colocar la mercancía y preparar los pedidos», tiene clientela fija a la que despacha por internet, por teléfono y a la manera más tradicional, en persona, que es la que prefiere Manuela Lorenzo.
Propietaria de dos Frutas Loli, la de Maliaño y la de Escobedo, acude todos los días y se lleva «toda clase de frutas y verduras» del almacén que regenta Rosi, que es su mayorista de confianza. Viene, y no tira de la tecnología, «porque a mí me gusta ver lo que voy a comprar».
En vísperas de las Navidades, la frutera confía en dar salida a todo lo que ha ido a buscar allí, «porque durante estas fiestas la gente suele hacer macedonias», explica la mujer, que además de la fruta habitual lleva también piña y melón.
Dispuesta en forma de 'ele', la planta, una huerta inmensa, alberga bajo su techo a un total de once mercaderes como Rosi, que lleva trece años metida allí. O como Jesús, que lleva los que lleva en pie Mercasantander. «¿Cuantos lleva? ¿Cincuenta? Pues cincuenta llevo yo», afirma. Propietario de Frutas Espinosa -«sí señor, 'pa' que vaya bien la cosa»-, el mayorista, que también admite, él más abiertamente, que la actividad en el polígono ya no es la que fue, suministra frutas y verduras al pequeño comercio de la región.
«Hoy calculo que venderé entre cinco y seis mil kilos», dice. Plátanos de canarias, bananas de Portugal, manzanas de Lérida, cítricos de Valencia y verduras de La Rioja fundamentalmente. Esto, en un lugar donde las cosas han cambiado mucho.
«'Na'... Esto ya no es lo que era. Esto antes era una locura, oiga. Empezábamos a trabajar a las cinco de la madrugada y terminábamos a las cuatro de la tarde. Y ganábamos un buen dinero». Pero se ve que ahora ya no es así. «¿Ahora? Ahora terminamos a las once y media de la mañana... y sin estresarnos demasiado», lamenta Jesús, que cree que las grandes superficies comerciales, que traen su producto de origen, y la situación económica de los consumidores, que si tienen necesidad de sacrificar un plato de comida empiezan por el postre, son los grandes causantes de que algunas cuentas no les salgan: «Hay meses que salimos 'a pre' e incluso hay meses que nos vamos a pérdidas».
Ese declive del que habla Jesús no se percibe solo en el pabellón de frutas, hortalizas y patatas. También se aprecia con nitidez en el de pescados, una planta en la que antaño trabajaban a pleno rendimiento cinco mayoristas. Hoy ya solamente quedan tres, y como el día fijado para la visita uno estaba cerrado y otro no tenía quien respondiera a un par de preguntas, el relato queda en manos de José Barrio, responsable de Pescacant.
«El 90% del pescado que llega a Santander se vende en la lonja», dice, explicando así la sensación de soledad en su pabellón. Y el otro 10% es de importación. «Viene rodaballo de Holanda, viene sepia y calamar de Francia, viene sardina y bocarte del Mediterráneo, viene algo de besugo y de lubina de Portugal...». Pescados de los que José abastece a pescaderías y restaurantes cada vez con más dificultades. «En la hostelería no lo hemos notado tanto. Las ventas habrán bajado, pues no sé, un 20 o un 30%. Sin embargo en las pescaderías... Con decirle que algunas han cerrado...», se lamenta el mayorista, que también porcentúa la subida del precio del pescado a las puertas mismas de la Navidad. El rape, la lubina, el besugo o el machote habrán subido un 40%, «y, claro, a esos precios, la gente no los quiere».
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