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Nacho González Ucelay
Santander
Lunes, 18 de abril 2022, 07:11
La Semana Santa le ha traído a los hosteleros y comerciantes de la región dos noticias; una buena y otra mala. Como el chiste de las galeras. La buena es que, después de dos años íntegros de restricciones a consecuencia del coronavirus, sus locales se ... han vuelto a llenar hasta ofrecer el saludable aspecto que tenían allá por el año 2019, donde habitaba la normalidad. La mala es que, con los precios desbocados a causa de la guerra, origen de una enorme ansiedad en la economía de las familias, la mayor parte de sus clientes entra con la cartera bien apretada. La situación podría definirse con decenas de frases ilustrativas, todas más o menos acertadas, pero ninguna mejor que la que ha acuñado el responsable de la Taberna del Herrero de la S-20: «La gente pide más croquetas y menos chuletones».
«Viene mucha gente, sí, pero con el freno de mano puesto», explica Ramón López, que comprende los motivos y se hace cargo. «Es normal. Estamos todos igual». Conteniendo el gasto y expectantes por lo que pudiera suceder. «Antes de consumir alegremente queremos saber si vamos a poder», dice el hostelero, para quien gastar dinero es un estado de ánimo «y, ahora mismo, el ánimo no es el mejor».
La pandemia del covid, la invasión rusa de Ucrania, la huelga del transporte..., lo que López llama «las 7 plagas de Egipto» para resumir los males que han sobrevenido al sector hostelero –y a los demás, por descontado–, «han enfriado mucho al cliente», que se corta a la hora de consumir. «Pide más croquetas y menos chuletones». Y el resultado, claro, acaba notándose en la nota. «El precio medio del tique andará por los 30 euros», calcula él. «Hace dos años era de 32 o 33». Sumando a eso la subida del IPC, «la diferencia es muy notable», admite el dueño de las tabernas, que a pesar de todo no se queja. «Para nada. Estamos encantados de haber recuperado nuestras vidas, de tener los negocios abiertos y de que la gente vuelva a salir y a disfrutar».
«La sensación que tenemos, pero ya desde el verano pasado, es de que a los restaurantes entra más gente pero gasta menos», dice la gerente del Mesón El Castellano, Marta Roales, que coincide en eso con Ramón López. «Yo hubiera dicho rabas y bravas en lugar de croquetas», matiza. «Pero sí, esa frase define perfectamente la situación».
A su juicio, «vivimos un momento de gran incertidumbre. La gente tiene miedo a gastar. Cuando viaja ajusta mucho su presupuesto y si tiene que invertir lo hace en el alojamiento y se lo quita del restaurante». Llegada la hora de sentarse a la mesa, el cliente mira por su economía «a veces pidiendo compartir un mismo menú», opción que ofrecen algunos establecimientos, pero no el suyo.
«Ya le digo, los turistas prefieren invertir en el alojamiento y luego comer un bocata por ahí. Y si un día salen a comer o a cenar, mucha raba, mucha brava y poco chuletón, sí».
El resultado, un tique medio «de entre 20 y 25 euros», es decir, de diez a cinco euros por debajo del del año 2019. «Más el IPC, más la factura desorbitada de la luz, más el incremento de la cesta de la compra...». Ahora, eso sí, «gente, muchísima».
No se queja Juan González, propietario de la Bodega La Conveniente, un restaurante muy peculiar que si por algo se caracteriza no es por el chuletón sino por las croquetas, las rabas y las bravas. De manera que él, en su caso, no ha notado ninguna diferencia. «Hemos trabajado muy bien toda la semana», dice el restaurador, que cree ver luz al final del túnel. «Estamos remontando un poco, pero, mire, miedo me da decirlo porque en cuanto levantamos la cabeza un poco...».
Aun con todo, González también ha observado que sus clientes han dejado de mirar la carta tan alegremente como hacían. «Vivimos unos meses de inestabilidad y la gente, en general, mira algo más por su economía, eso es verdad».
En sintonía con sus colegas, el gerente del Restaurante La Candelita, Rafael González, ha recibido en su local a mucha gente, aunque no tanta como esperaba. «Hemos trabajado bastante bien, la verdad, tanto afuera, en el jardín, como dentro, en el comedor. Pero no se ha producido esa 'explosión' que se da en días como estos, festivos y de buen tiempo». Entonces, «tenemos lleno y gente esperando». Y no ha sido así. «Siempre hemos tenido alguna mesa libre», afirma el hostelero, que observa cómo abundantes cenas se están convirtiendo en «sencillos picoteos».
A diferencia de los hosteleros, los comerciantes no han conseguido hilvanar un relato único de lo que ha dado de sí una semana en la que ni siquiera se han puesto de acuerdo a la hora de abrir. En este sector, las fiestas se han dado bien o mal dependiendo de a quien se le pregunte.
Ángel Benito (Calzados Benito) cierra la campaña satisfecho. Con la zapatería a tope de gente, «creo que no podemos quejarnos», subraya el comerciante, que abrió el jueves y el viernes. Laura Gutiérrez (Sunglass Hut) la acaba mejorando las ventas. «Lunes, martes y miércoles fueron bastante buenos». Tanto que en esos días «hemos vendido tres veces más de lo acostumbrado». El jueves ya fue algo más flojo y el sábado también les fue bien. «Y eso que la gente se contiene un poco», dice.
Isabel Llata (Adolfo Domínguez) ha notado «mucha más afluencia» de visitantes al comercio, «pero tampoco ha sido la panacea», confiesa la comerciante, que, en todo caso, no ha detectado una venta especialmente voluminosa. Y José Manuel Alonso (Florentino) acaba la semana con «ventas progresivas», es decir, «mayores que en 2021».
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