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Hay varias formas de medir la pobreza en la región: puede hacerse fijándose en las tablas Arope (las siglas, en inglés, de 'en riesgo de pobreza y/o exclusión'), que indican que cerca de un 20% de los cántabros están es esa situación ... ; también se puede atender al último informe de Oxfam Intermón, que estima que la pandemia elevará hasta 119.774 el número de personas con necesidades. Hay una tercera forma de enfrentarse a esta triste realidad, y es batirse con ella a diario, como lo hacen Cruz Roja, Cáritas Diocesana y el Banco de Alimentos, que han visto cómo este año se duplicaban y hasta triplicaban las peticiones de ayuda que habitualmente recibían. Ahora, terminado el verano, las tres ONG lanzan una alerta: la crisis sanitaria puede estar remitiendo en Cantabria, pero la pobreza vuelve a agudizarse.
«La cosa se está complicando -reconoce Cristina Martínez, responsable del programa 'Cruz Roja Responde'-: nuestros recursos no son infinitos, estamos llegando a fin de año y se están acabando. Esto nos está obligando a valorar y seleccionar familias con baremos económicos para ayudar a las más vulnerables. No llegamos a todos».
Martínez explica que en los últimos meses se ha triplicado su atención, de la que ahora mismo se benefician, dentro del mencionado programa, más de 6.000 familias. En conjunto, son 10.837 prestaciones en todo tipo de ayudas, desde el reparto de alimento -que supone un 10% del total- hasta el abono de suministros o el pago de alquileres de vivienda.
«El perfil del demandante de ayuda ha cambiado. Durante el verano muchos han vuelto a sus puestos de trabajo, otros están cobrando alguna prestación, y la emergencia no es igual que en marzo o abril». Entonces, podían recibir 600 llamadas diarias pidiendo ayuda. Ahora son alrededor del centenar, pero hay miedo a una recaída.
Cristina Martínez habla de la solidaridad de la sociedad, que ayuda a hacer frente a este problema, y de un ejército de voluntarios -«desde marzo se han ofrecido 530 personas para colaborar»- que ha dado un paso adelante. «También recibimos numerosas donaciones de particulares y de empresas, pero, desgraciadamente, no son suficientes. Hemos podido dar respuesta al triple de familias que veníamos atendiendo, pero sigue siendo insuficiente».
Cristina Martínez - Cruz Roja
Fran Sierra - Cáritas Diocesana
Marcela Calle - Banco de Alimentos
«Nos preocupa mucho el devenir del otoño y el invierno», coincide Fran Sierra, secretario general de Cáritas Diocesana de Santander. «Lejos de pensar que la situación va mejorando, aunque los contagios puedan estar disminuyendo, a las entidades sociales nos quedan las consecuencias: muchas personas en desempleo, otras que se encuentran en situación administrativa irregular, que han visto cómo se paralizaba su regularización y no tienen recursos ni prestación a la que acceder. Finalizan los ERTE y hay que ver cómo quedan. Nos encontramos con muchas personas que nunca antes habían acudido aquí: trabajadores de hostelería, empleadas del hogar,... o algunas que han terminado el desempleo y aún no tienen acceso al Ingreso Mínimo Vital. Todo sin olvidar a quienes ya se encontraban en exclusión antes de la crisis, que no podemos olvidarnos de ellos».
Las cifras que muestra son devastadoras: 9.400 personas atendidas en un solo trimestre, con un incremento del 92% en la inversión para la cobertura de necesidades básicas respecto a 2019 en ese mismo periodo (de 97.000 a 186.000 euros) y un 48% más de intervenciones (de 3.800 a 5.700).
«Todo esto implica que los recursos empleados se han incrementado en esa misma proporción -recuerda Sierra-, por eso la aportación de la sociedad es tan importante, y es importante que no cese en ese impulso inicial de generosidad. Somos una entidad que tiene un 18% de financiación pública, así que el 82% es privada, y eso hay que mantenerlo y consolidarlo».
En Cantabria hay 5.298 perceptores de la Renta Social Básica, ayuda que depende de la Consejería de Políticas Sociales. El número de beneficiarios es similar al de principios de año y se ha reducido respecto a su pico máximo, registrado en junio con 6.000.
Al mismo tiempo, más de un millar de cántabros (1.086) percibe el Ingreso Vital Mínimo, una prestación estatal reconocida por la Seguridad Social.
Por otro lado, el Instituto Cántabro de Servicios Sociales (Icass) reparte entre los ayuntamientos, a través del Plan Concertado, 1,7 millones de euros para ayudas económicas de carácter urgente.
«Venir a Cáritas no es plato de buen gusto. Eso de que a la gente le gusta vivir de las ayudas no es cierto: le gusta vivir de un empleo. El que piense eso, que cambie el empleo por las ayudas, a ver si es verdad», insiste Sierra.
La coordinadora del Banco de Alimentos, Marcela Calle, detalla que «antes de la crisis atendíamos a 20.000 personas al año; después llegamos a duplicar la cifra. Y ahora estaremos por los 30.000».
«Hemos notado que justamente después del verano las solicitudes de alimentos han aumentado. Nos llaman continuamente familias buscando información sobre cómo obtenerlos; son quince o veinte llamadas diarias. La ventaja es que ahora la mayoría de las más de 200 entidades sociales a través de las que canalizamos la ayuda (parroquias, asociaciones de vecinos, de inmigrantes, etc.) están abiertas y pueden atenderlos».
«Las entidades nos comentan continuamente su necesidad, su aumento de beneficiarios. Llama mucha gente: personas que no han vuelto del ERTE o que todavía no cobran el Ingreso Mínimo Vital, parados o familias que viven de la economía sumergida y no han podido regularizar su situación», señala.
La coordinadora del Banco de Alimentos destaca y agradece la buena respuesta de la sociedad cántabra para poder desarrollar esta misión, pero recuerda que la pobreza no es un asunto puntual. «Siempre hay una respuesta solidaria, sin embargo tenemos que estar continuamente pidiendo para que nadie se olvide de que los alimentos no se reparten una vez, sino todos los meses. Durante el confinamiento bajaron casi a cero nuestras reservas y por eso hicimos un llamamiento al que se respondió muy bien. Somos positivos y esperamos que este otoño no volvamos a lo mismo que hace unos meses, pero no dejamos de pedir porque las entidades y las familias lo necesitan».
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