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«Si pudiera ver lo que dejó y lo que tiene ahora, moriría harto de felicidad». Son las palabras que María Josefa García le dedicó, entre lágrimas, a su abuelo en el acto de reparación moral a cuatro personas que padecieron persecución por razones políticas ... e ideológicas durante la Guerra Civil española (1936-1939) y la posterior dictadura franquista. Palabras que heredó de su madre y que siempre le recitaban a su abuelo, Esteban Obregón, mientras clavaban flores en la tierra donde yacen sus restos. Ella no conoció a su abuelo, pero asegura que su madre le enseñó a quererle a través de las historias que contaba.
Esteban, natural de Torrelavega, de profesión carrilero, era afiliado del PSOE y la UGT. Durante la guerra fue sargento del Ejército Republicano y en el año 1937 fue detenido, ingresando en la Prisión Provincial de Santander, y condenado a la pena de muerte por garrote vil. Tenía 37 años. «A mi abuelo lo mataron por sus ideas, no por lo que hizo», explicó María Josefa, que también quiso poner en valor su valentía: «Tuvo la oportunidad de marcharse, pero no lo hizo porque creía que de la cárcel se salía». Su lucha no acaba aquí: «Cuento siempre a mis nietos su historia para que sepan lo que ocurrió». Además, denuncia que queda mucho por hacer. «Nosotros, por suerte, pudimos encontrar sus restos. El tiempo pasa y esto va demasiado lento».
Al igual que María Josefa, otras tres familias acudieron al acto solemne celebrado en la Delegación de Gobierno en Cantabria. Cada una con su historia. Igual de duras. Juan Ignacio Villarías recogió el reconocimiento en honor a su tío abuelo, Daniel Acebo, que en 1937 ingresó en la Prisión Provincial de Santander, fue sentenciado en Consejo de Guerra y posteriormente ejecutado. Sus restos mortales fueron enterrados en la Fosa del cementerio de Ciriego en Santander. «Él era guardia de asalto y un día entraron los nacionales y le acusaron de unos hechos que negó. Lamentablemente no pudo demostrar nada. En aquella época, en plena guerra, primero te disparaban y después preguntaban», expuso Juan Ignacio.
La historia de Joaquín Hernández no tuvo un final tan trágico. Aunque el proceso, la vivencia, «duele igual». Fue su nieto, José Ignacio Hernández, el encargado de recibir el homenaje. Joaquín nació en Bermeo (Vizcaya), era empleado de banca y afiliado al Partido Nacionalista Vasco (PNV). Marchó al exilio en el 37 desde el Puerto de Santander y se instaló en Francia junto a dos de sus hijas. Finalmente, pudo regresar a Bilbao como repatriado.
Otro caso con suerte fue el del abuelo de Carlos Sánchez, José Sánchez. Nacido en Camargo, fue labrador y simpatizante de la Izquierda Republicana (IR). Durante la Guerra Civil participó como delegado de agricultura del Frente Popular en el Ayuntamiento de El Astillero, hasta que se produjo su detención por las tropas del Ejército sublevado e ingresó en la Prisión Provincial de Santander. Fue procesado por Consejo de Guerra y permaneció encarcelado seis años, quedando en libertad definitiva en 1944.
La delegada del Gobierno, Eugenia Gómez de Diego, destacó la importancia de este tipo de actos para honrar la memoria de las víctimas y reparar el daño causado. «Nunca más vais a caminar solos», dijo la delegada, citando las palabras del presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez.
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