Cuatro vocaciones sobresalientes

Martine Rolande Tiewessie escribió a los niños y niñas que viven o estudian en el centro que ayudó a fundar en Camerún hace unos años para avisarles de que se iba a apuntar a la escuela en Santander. «Ellos me dijeron que no se lo creían, que cómo podía ser que 'mamá ADEC', que es como me llaman, fuese a la escuela», cuenta que le respondieron los chavales. Pero Martine Rolande Tiewessie no iba en absoluto de farol y se inscribió como alumna de Educación Secundaria para Personas Adultas en el CEPA de las Escuelas Verdes de la capital, y se acabó sacando el graduado con las mejores calificaciones posibles. De cada nota que obtuvo, envió una foto a los niños del pueblo de Melong «para así motivarles a seguir estudiando», dice esta mujer resuelta, que ha logrado uno de los Premios Extraordinarios que concede la Consejería de Educación, FPy Universidades en varias especialidades.

A Martine se la conoce como 'mamá ADEC' porque esas son las siglas de la organización que montó en 2011. Significan Ayuda a Despegar en Cantabria y bajo ese paraguas construyó en su tierra, con ayuda del Gobierno, 'La casa de la oportunidad', que ya ha procurado formación primaria a 1.200 niños y niñas. Y con apoyo del Ayuntamiento saca adelante matrículas y otros menesteres. Ella, que vive y trabaja como cuidadora en Santander, que siempre tiene un ojo puesto en su Camerún natal, y que ahora cursa un grado medio de Auxiliar de Enfermería porque quiere ampliar las prestaciones del orfanato, habla del premio como de un logro colectivo: «Se lo dedico a todos los que me han ayudado a seguir y a mejorar el mundo».

Tiewessie recibió ayer su galardón en una ceremonia singular organizada por la Consejería. Este año, la Dirección General de FP y Educación Permanente ha organizado un acto conjunto para «dar mayor visibilidad e importancia» a varias enseñanzas: las de Personas Adultas, las Profesionales de Música y de Artes Plásticas y Diseño, y las de FP. En el acto celebrado en el Conservatorio Jesús de Monasterio de Santander, la Consejería estuvo ampliamente representada. Su titular, Sergio Silva, se dirigió a los premiados: a Tiewessie, a Víctor Gutiérrez Bengoetxea, a Cristina Cubas Hondal y a Isaías Gordillo Castillo.

Este último lleg ó a Cantabria desde Venezuela hace siete años. Con todo por construir, Isaías se decantó por un grado medio en el IESEl Alisal ligado a la estética, una pasión que ya descubrió en la adolescencia. «Tenía claro lo que quería y lo que quiero: seguir formándome porque la estética está en constante evolución», asegura. Él, que ha sido el único chico de clase en los dos grados, le dedica el premio a sus profesoras y aliadas: Carmen, Esther, Elena C., Rita, Olga, Elena R. y Andrea.

También le debe mucho a sus profesores Cristina Cubas. Les dedica al galardón a Belén Puerto y Luis Magín, y «a todos los que han ayudado a mi formación de violín, a los conservatorios por los que he pasado, a mi familia, que siempre me ha apoyado mucho, y a mis amigos», dice confiando en no olvidar a nadie. Su trayectoria en el campo de la música es ya muy meritoria, pero puede ensancharse en breve porque ya es semifinalista del certamen intercentros Melómanos en representación del Conservatorio de Oviedo, donde ahora se forma en viola, tras hacerlo en violín y piano.

Ampliar estudios y cambiar de registro es también el motor de la carrera académica de Víctor Gutiérrez. A los 35 años, y después de otras experiencias laborales, se matriculó en la Escuela de Artes Roberto Orallo; había llegado su momento. «La gente que me conoce sabía que era inevitable. Siempre he tenido una especie de vocación, de instinto artístico, y he podido estudiar lo que me emociona», revela desde su taller. Ahora tiene su propio sello y crea piezas que podrán verse en el mercadillo navideño de Santander. Habla del arte con entusiasmo: «Es la base necesaria».

A los 35 años y tras un accidente laboral que le obligó a parar durante un tiempo, Víctor G. Bengoetxea decidió matricularse en la Escuela de Arte Roberto Orallo. «Aquello fue un punto de inflexión porque empecé a hacer lo que realmente quería hacer», cuenta en un receso en su taller. Porque Víctor se especializó en joyería y, tras concluir los tres años de educación superior con notas sobresalientes y un proyecto final bastante ambicioso –engastó hasta 500 cristales para crear un collar–, este campurriano puso en marcha un exitoso estudio de diseño y producción de piezas de joyería. Crea pendientes, pulseras o anillos inspirados en el patrimonio natural y cultural cántabro: «Me emociona lo que hago».

Martine Roland Tiewessie confía en volver este verano a su Camerún natal y hacerlo acompañada de un grupo de voluntarios que echen una mano en 'La casa de la oportunidad', en el entorno de Melong, un centro que impulsó hace unos años gracias al apoyo del Gobierno y que supervisa desde Cantabria. Cuenta que a ella le dieron una oportunidad unas religiosas cuando apenas era una bebé y que, de alguna forma, ella quiere hacer lo mismo procurando educación y cobijo a un grupo de niños de esta zona al oeste del país. Trabaja y estudia. Ha logrado calificaciones sobresalientes como alumna de Educación Secundaria para Personas Adultas en el CEPA de las Escuelas Verdes de Santander. «Ha sido un reto», reconoce.

«Es muy sacrificado, pero tengo el gran privilegio de dedicarme a una profesión que emociona la gente», cuenta Cristina Cubas (Muriedas, 1998) en uno de los pocos momentos que le quedan libres esta semana. Tiene la agenda ocupada con ensayos, clases, conciertos y la ceremonia del Premio Extraordinario. Cristina empezó tocando el piano, después hizo la carrera de violín y, finalmente, se ha decidido a ampliar su formación con el grado superior de viola que cursa en Oviedo. Ofrece conciertos, en ocasiones junto con su hermana, la acordeonista Marta Cubas, y trabaja también con la Orquesta Sinfónica de Cantabria. «La música es una parte importante de mi personalidad y de cómo veo el mundo», asegura.

Hace siete años, Isaías Gordillo Castillo (Lara, Venezuela, 1987) dejó su país y aterrizó en Cantabria con dos maletas. «Y aquí empecé de cero». Y tan de cero comenzó que al no poder convalidar sus títulos –ni siquiera el de ingeniero informático–, se decidió a cambiar el paso académico y a formarse en algo que le entusiasmaba desde la adolescencia: la estética. Estudió un grado medio de FP de la familia profesional de Imagen Personal, y ahora va a por un grado superior en el IES Valle de Camargo, que compagina con su trabajo en un centro de alto rendimiento en Maliaño, donde está muy contento. Su expediente es brillante, aunque él dice que lo más valioso que se va a llevar de estos años de formación es el cariño y las enseñanzas de sus profesoras.

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