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Belén Quintana
Las siglas del MIR (Médico Interno Residente) salen a colación desde que los estudiantes de Medicina pisan por primera vez la facultad. Son como unas letras luminosas en el horizonte: algo lejanas en primer curso, totalmente legibles a mitad de grado, e imposibles de obviar ... en la recta final de la carrera. «En 3º ya te van orientando y te hablan de academias, y en 5º ya tienes que estar matriculado», revela Belén Quintana (Castañeda, 1999), una de las 284 personas que se presentan en la comunidad autónoma a las pruebas de formación sanitaria especializada.
Mañana ocupará puntualmente su puesto en una de las cinco sedes habilitadas en el campus de Las Llamas de la UC y tratará de volcar sobre el papel todo lo aprendido y memorizado durante los últimos meses de academia y biblioteca; meses de mucha disciplina en los que ha dividido sus días entre el estudio puro y duro, el trabajo con recursos online, la resolución de dudas o la corrección de los simulacros. Estas simulaciones, advierte, son muy prácticas. «Cada fin de semana las haces y te vas metiendo en la dinámica del examen», es decir, vas acomodando la mente y el cuerpo al tiempo de la prueba y a la forma en que se plantearán los interrogantes.
Estos últimos días, no se ha sentido especialmente nerviosa ni presionada, pero admite que las inseguridades asoman de vez en cuando porque la prueba del MIR abarca «una materia muy extensa y los conocimientos acaban bailando». A pesar de que en la carrera se convenció de que no competía contra nadie, esa convicción se resquebraja con este examen. Para tomar distancia ante los «pensamientos intrusivos» se apoya mucho en sus amigos.
Sin cerrarse puertas en cuanto a la especialidad y al destino, a Belén le gustan «mucho» las áreas de neurología o medicina de familia, y baraja la posibilidad de probarse profesionalmente fuera de Cantabria, según cuenta a pocas horas de que empiecen el MIR. A partir de esta tarde aparcará los apuntes para volver a tomar distancia. Y mañana a las 16.00 horas irá a por todas.
Ángel González
Ángel González (Saldaña, Palencia, 1998) se enfrenta al MIR con un lema que le infunde seguridad: «Un examen no define quién eres». En un receso entre repasos y test, este joven graduado en la Universidad de Cantabria lanza un par de reflexiones acerca de una prueba en la que 14.000 médicos se juegan mañana en toda España la elección de una especialidad. «Estoy tranquilo, y creo que la confianza en uno mismo y la tranquilidad marcan la diferencia. Pienso que he hecho todo lo que he podido, y tanto yo como mi familia estamos orgullosos. Si el examen sale mal, tengo claro que eso no te tiene que definir ni como persona ni como médico», considera Ángel, un consejo que no solo vale para los 'mires', dice, sino para cualquier estudiante que esté a punto de examinarse.
Cuando Ángel dice que ha hecho todo lo que ha podido eso significa que, de inicio, su traslado a Oviedo, donde se prepara en una conocida academia, lo hizo al día siguiente de su graduación y que, a partir de ese momento, dio comienzo a una preparación intensiva. Ha dado cinco vueltas al temario y, en los últimos siete meses, sus semanas –de lunes a sábado– han seguido la lógica del estudio y las clases.
Ha hecho piña con el grupo de alumnos de la UC desplazados a Oviedo y su compañía es un gran sostén. «Es gente que conoce la preparación, que te apoya cuando lo necesitas», dice a la vez que admite que, en ocasiones, la ciudad y el propio MIR les encierran a todos ellos en una especie burbuja. «Y tienes que ser consciente de que pasan cosas más allá. A veces es difícil abstraerte de la dinámica del estudio».
De lo que sí es consciente es de que los 'mires' viven mañana «un punto de inflexión». Él tiene el temple y «la ventaja» de que le gustan muchas especialidades médicas o quirúrgicas –traumatología, cirugía general o medicina interna–. Le gusta la docencia, por lo los hospitales universitarios son de su interés. Y mañana, confía en mantener esa tranquilidad que le ha acompañado estos meses.
María Sasía
María Sasía (Santander, 1999) conoce a la mayoría de los usuarios de la biblioteca a la que acude en Oviedo. «Todos somos estudiantes MIR», dice y con eso lo explica todo. Cada día durante los últimos meses, ha empezado sus jornadas en esa sala de estudio, entrenando primero con varios test e hincando después los codos con la parte del temario que tuviera asignada. En esta última vuelta, ha priorizado los temas que tiene más flojos para asegurarse.
Por las tardes, Sasía mantiene el ritmo de trabajo y los domingos descansa. «Los domingos son sagrados. Con el MIR coges una capacidad de desconectar increíble. El domingo desconectas totalmente y creo que es la única manera de llegar vivo a enero».
Ya en cuarto curso de Medicina en la Universidad de Cantabria, María empezó a dar pasos para organizar la preparación del MIR –«es algo que tenemos totalmente interiorizado»– y su desembarco en la capital asturiana. Allí se presentará mañana, a partir de las 16.00 horas –el llamamiento se inicia 60 minutos antes–, a una prueba de formación sanitaria que pone en juego unas 8.770 plazas en todo el país.
Si tiene que elegir, María no descarta Valdecilla, pero también se muestra abierta a descubrir otros hospitales nacionales. Entre las especialidades que llaman su atención figuran digestivo, cardiología, ginecología o medicina interna. «Son bastante diferentes, pero tener más de una opción es una tranquilidad para el examen», revela.
Ella ya se define como una persona tranquila, y para apuntalar esa cualidad tratará de enfocar el examen «como un simulacro más». «Llevamos seis años estudiando una barbaridad y ya hemos demostrado mucho. Después, hemos estado siete meses estudiando de nuevo. Pero no puedes controlar la suerte. Estamos muy orgullosos de lo que hemos hecho, y si mañana nos sonríe la suerte será fenomenal pero, si no es nuestro mejor día, no significará que hayamos fallado a nadie».
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