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Montaca es el protagonista de un auténtico cuento de Navidad, de esos que encogen el corazón y demuestran la impagable fuerza de la solidaridad. Él tardará en ser consciente de lo que está a punto de ocurrir, de que en Santander le espera la puerta de un futuro imposible en su país de origen, Guinea Bissau, uno de los más pobres y menos desarrollados del mundo, enclavado en el oeste de África, entre Senegal y Guinea. Con apenas ocho meses, en brazos de su madre –una joven de 24 años, de nombre Djenabo–, completamente dormido y envuelto en una manta azul, llegó ayer a las 13.30 horas al aeropuerto Seve Ballesteros procedente de Madrid, segunda escala de un largo viaje de más de 4.000 kilómetros, con transbordo en Lisboa. Su destino es el Hospital Valdecilla, donde será tratado de un tumor en el cuello que ha alcanzado tales proporciones en poco tiempo que ha obligado a adelantar la intervención.
Pepo Díaz, Fundador de Infancia Solidaria
Quien ha propiciado el traslado hacia su curación es la ONG Infancia Solidaria, una pequeña entidad de apenas 200 socios (su principal fuente de financiación), con sede en Madrid. «Nuestro trabajo es ayudar a niños en países en desarrollo que necesitan tratamiento quirúrgico», explica su fundador, Pepo Díaz, que hace doce años se propuso aportar su granito de arena para acercar una solución a niños enfermos que, en ese punto del mapa en el que vinieron al mundo, no tendrán nunca. Y qué mejor forma de hacerlo que buscando quirófanos en los que esos pequeños tengan la oportunidad de volver a nacer. «Tiene que ser horroroso tener un hijo enfermo y no poder hacer nada por salvarle», declara. Buscó aliados, en forma de voluntarios dispuestos a compartir «lo que empezó como un sueño. Pensé que era cobarde no intentarlo y que me iba a arrepentir si no lo hacía, así que di el paso. Vino el primer niño, supuso mucho lío organizarlo todo, pero volvió curado a su casa».
«En principio, la lesión del niño parece una malformación linfática gigante, que suele afectar a la vía aérea, a veces con extensión torácica, pero el tratamiento se decidirá la semana que viene en función de la ecografía y la angioresonancia programadas», explica Ernesto de Diego, jefe de sección de la Unidad de Cirugía Pediátrica de Valdecilla, que es la que se encargará del caso de Montaca. De confirmarse, el tratamiento, que antes se sometía a cirugía de forma repetida, «consistiría en inyectar sustancias esclerosantes, que lo que hacen es reducir el tamaño de la tumoración. En Valdecilla somos pioneros en la utilización de este tipo de sustancias, incluso antes de que estuvieran autorizadas (OK-432 y bleomicina son las opciones), y la verdad es que nos han dado unos resultados estupendos», explica. «Pero antes, tenemos que afinar el diagnóstico. Una vez enfocado con certeza, nos plantearemos el tratamiento para la extirpación», añade. No en vano, también cabe la posibilidad de que se trate de un teratoma, un tumor benigno pero muy agresivo e infiltrante, que en ocasiones vuelve a reaparecer, en cuyo caso sí se tendría que someter a un tratamiento quirúrgico. El cirujano reconoce que «aquí no solemos ver lesiones tan grandes como la de este niño, que tiene un tumor cervical gigante, porque se atajan nada más detectarlas».
Montaca será el número 237 de esa lista de pequeños milagros, repartidos entre Barcelona, Córdoba, Málaga, Sevilla, Madrid, Valencia y Zaragoza. «A nosotros nos envían los informes médicos, bien a través de cooperantes que trabajan en la zona o por medio de otras organizaciones humanitarias, y una vez confirmada la viabilidad quirúrgica, hacemos todo lo posible para que el niño llegue a un hospital en España, ya sea público o privado», explica. Infancia Solidaria tiene ‘ahijados’ en Guinea Ecuatorial, Etiopía, Honduras, Kenia, Camerún, República Dominicana, El Salvador… «La mayoría padece problemas de corazón, pero nos hacemos cargo de cualquier otra patología que precise intervención quirúrgica. Hemos tenido niños con problemas de desviación de columna, tumores, incluso un caso con el esófago cerrado por intoxicación de sosa cáustica».
Mar Larena, Madre de acogida
La ONG se encarga de todo lo extrahospitalario (organización, logística, costes…). «En este caso, este chiquitín de Guinea Bissau es el primero que se operará en Cantabria. Llegamos a un acuerdo con el Gobierno regional, a través de la Consejería de Sanidad, para abrir una vía de colaboración y esperamos que sea el primero de muchos. Ahora mismo, tenemos catorce niños operándose en España», explica Díaz, «muy orgulloso» de ser responsable de esta experiencia «tan enriquecedora como gratificante».
Esta red solidaria se apoya en unos pilares imprescindibles, que son «los padrinos o madrinas, voluntarios asignados a cada niño que les acogen en su casa durante su estancia en nuestro país, hasta que reciben el alta y pueden regresar al suyo». El ángel de la guarda del pequeño Montaca será Mar Larena, una logopeda del Servicio de Rehabilitación de Valdecilla de 51 años, casada y con dos hijas, de 15 y 19 años, que se confiesa «feliz» por haberse adentrado en esta aventura que está convencida de que «me va a reportar más de lo que puedo llegar a ayudar yo». Nerviosa y emocionada aguardaba, en compañía de su marido, Miguel Celada, veterinario de profesión, a que el bebé guineano y su madre atravesaran la puerta de llegadas del aeropuerto y completaran un periplo de más de catorce horas –salieron poco antes de la medianoche del jueves desde Guinea Bissau–.
«A mí sí que me ha tocado el Gordo de la Lotería», decía Mar, por la coincidencia de la fecha con el sorteo. Cuando conoció el proyecto de Infancia Solidaria (Sana-Sana), «a través de una amiga, que también colabora con la entidad», supo enseguida que «acababa de encontrar mi sitio», la forma de retomar la labor de voluntariado que ya había desempeñado tiempo atrás. «Me pareció una forma muy bonita de ayudar, una manera de sembrar en nuestros hijos la semilla de la solidaridad, que sean conscientes de lo mal repartido que está el mundo, de que hay otras realidades que nada tienen que ver con lo que conocen».
El espíritu de esta ONG se resume con su lema: ‘Niños que ayudan a otros niños’. Aunque los socios ‘oficiales’ sean los padres, todas las comunicaciones y cartas se dirigen a los hijos de la familia, «porque el vínculo que se crea con los niños operados es crónico y maravilloso», comenta Díaz.
Julio Pascual, Gerente de Valdecilla
Mar ya había apadrinado a varios menores a través de diferentes organizaciones humanitarias, pero siempre a distancia. «Me ilusionó desde el principio y he enganchado a la familia; están todos expectantes», confiesa. En los preparativos para la acogida del bebé se ha volcado todo su entorno. «Mis compañeras del hospital y mis amigas me han equipado para que no le falta de nada. Me han dejado ropita de sus hijos, la cuna, la bañera, juguetes… También he comprado algunas cosas, como pañales, calzado de invierno y pijamas abrigados, porque lo que más van a acusar es el frío, que vienen de estar a 26 grados».
La urgencia del problema de salud de Montaca –«Su tumor crece a un ritmo exagerado cada día»– ha hecho que se precipitara su traslado, coincidiendo su estancia en plenas Navidades. «Se había previsto en un principio la operación para más adelante, pero nada más ver las últimas fotografías que nos enviaron, decidimos que no podíamos esperar, que había que agilizar el viaje», declara el gerente de Valdecilla, Julio Pascual, que también se acercó al Seve Ballesteros, acompañado del subdirector médico Gonzalo Pérez Rojí, a dar la bienvenida a Montaca. El Servicio de Cirugía Pediátrica, encabezado por Ernesto de Diego, se ocupará de la intervención. Aún no se puede concretar la fecha, pero de entrada, el martes próximo está fijada la primera consulta en el hospital, para realizarle los estudios previos (analítica, resonancia magnética y ecografía).
Ajeno al revuelo a su alrededor, el bebé, agotado por el viaje, ni siquiera abrió los ojos durante el recibimiento. Su madre ocultaba el cansancio tras una tímida sonrisa. Aunque el idioma oficial de Guinea Bissau es el portugués, solo el 10% de la población que sabe leer y escribir lo maneja. Y la joven Djenabo, que repetía a unos y otros «Muito obrigado», no entra en ese porcentaje. Únicamente habla criollo, la lengua nacional. La joven compartió viaje con el cooperante holandés Joanes Mooy, «una de las personas más importantes en el hospital de Guinea Bissau», que se desvive por cambiar el destino de niños condenados a morir. Este año ha contribuido a salvar a 39 pequeños como Montaca. Así le presenta Daniel Gómez, un joven natural de Guinea Bissau que vive en la región junto a su familia –está casado con una pediatra cántabra– y que ayer ejerció de intérprete en el momento de las presentaciones. «Él me cuidó a mí, cuando yo era un niño», dice agradecido.
Al rato, la familia de acogida abrió las puertas de su hogar a Djenabo y su pequeño, que permanecerán en Santander hasta el 20 de febrero. Mar, que se enamoró de Montaca desde el minuto uno –«Cuando se ríe, te lo comes»–, aseguró que, «sin duda, esta Navidad va a ser de verdad». Ahora, a este entrañable cuento solo le falta un final feliz.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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