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ANA ROSA GARCÍA
SANTANDER.
Domingo, 11 de marzo 2018, 07:51
El primer día, Ramisa miraba por la ventana y no dejaba de sorprenderse. Ante sus ojos, un mundo muy distinto al único que conocía hasta que se subió por primera vez a un avión con pasaporte a su curación. Eso explica la perpetua sonrisa de esta niña de nueve años. Recién llegada de Guinea Bissau, uno de los más pobres y menos desarrollados del planeta, enclavado en el oeste de África, entre Senegal y Guinea, descubría cada detalle al otro lado del cristal de la habitación del Hospital Valdecilla, donde llegó con un nivel de plaquetas casi incompatible con la vida. Y, después de los más de 4.000 kilómetros recorridos, es aquí donde empieza su verdadero periplo vital para solucionar la razón por la que su organismo no produce plaquetas y glóbulos rojos: una insuficiencia medular. Un problema que llevaban paliando desde hace más de seis meses a base de transfusiones de sangre semanales.
niños de los países más pobres del planeta han sido intervenidos en España gracias a Infancia Solidaria.
Ramisa es el segundo rescate de una condena de muerte prematura que trata de evitar la ONG Infancia Solidaria con la colaboración de la Consejería de Sanidad de Cantabria, cuando aún trata de reponerse del revés del primero, el del pequeño Montaca, el bebé con un tumor cervical gigante que desapareció repentinamente junto a su madre el martes. Aunque la Policía continúa con la investigación, todo apunta a que se trata de una marcha voluntaria para evitar su regreso a Guinea Bissau. La vuelta se había aplazado a junio para dar tiempo a finalizar el tratamiento del niño, que al final «se quedó a medias», como confirmó el jefe de Cirugía Pediátrica, Ernesto de Diego. Ahora la incógnita es lo que más preocupa: ¿Quién les ayudó y con qué fin?
Este desenlace ha supuesto un duro golpe para toda la red involucrada en esta causa solidaria, que teme que cierre la puerta a futuras colaboraciones. Mientras todos los eslabones de esta cadena (voluntarios de la ONG y profesionales sanitarios) tratan de digerir el disgusto, ajena al revuelo mediático suscitado por sus compatriotas, «Ramisa se mete en el bolsillo a todo el que la conoce, es un chorro de vida, pura alegría», declara su madre de acogida, que prefiere compartir la experiencia desde el anonimato.
Disponer de un hogar en el punto de destino es clave en la red tejida por Infancia Solidaria. Esta ONG, fundada por Pepo Díaz y que ya ha salvado a 245 niños de los países más pobres del planeta, mueve los hilos para dar con una solución médica a menores que allí donde les tocó venir al mundo resulta imposible. Para dar el paso, necesita un hospital que asuma la intervención (casi siempre quirúrgica) y una familia dispuesta a abrir las puertas de su casa a ese paciente mientras dure la convalecencia.
«El caso de Ramisa nos llegó a través de Aída, una ONG que trabaja en el único hospital público de Guinea Bissau, que ayuda a las familias más humildes», explica Díaz. La niña llegó a Cantabria el 2 de marzo, junto a su madre biológica. Ambas compartieron viaje hasta Madrid con otro menor enfermo que fue derivado a Córdoba. «Siempre vienen ilusionados, con mucha alegría, pero también con mucho miedo», añade el fundador de Infancia Solidaria. «Ahora mismo, tenemos trece niños repartidos por hospitales de España y hemos presentado a las autoridades sanitarias de diferentes comunidades otros 17 casos para los que buscamos colaboración», apunta. La menor guineana, con sus enormes ojos brillantes, repartía sonrisas por doquier al grupo de desconocidos que acudieron a recibirla al aeropuerto Seve Ballesteros, entre ellos su familia de acogida, el gerente de Valdecilla, Julio Pascual, e incluso Montaca en brazos de su madre, Djenabu.
Esta primera semana ha sido intensa para Ramisa, de cuyo tratamiento se encarga el Servicio de Hematología de Valdecilla, que dirige Carlos Richard. «Le hemos realizado todas las pruebas necesarias para completar la escasa información remitida desde Guinea Bissau y afinar el diagnóstico, y hemos concluido que se trata de aplasia medular. Su médula ósea no funciona, porque carece de las células encargadas de la producción de la sangre, un fallo que no tiene nada que ver con una leucemia», aclara el hematólogo. Pese al «susto del primer día», cuando hubo que practicarle una transfusión urgente, el médico destaca que «la niña ha llegado en un estado físico espléndido. Es un encanto».
Definido el diagnóstico, ahora «tenemos que garantizar un procedimiento lo más curativo posible para cuando regrese a África, porque requiere controles complejos que en su país son inviables. Por eso, la solución tiene que ser un trasplante de médula», añade Richard. De entrada, la donante sería su madre, que resultó compatible en las pruebas realizadas a toda la familia -Ramisa tiene 18 hermanos- antes de planificar el viaje. No obstante, el hematólogo avanza que «se investigará en los bancos mundiales de donantes y, aunque es difícil, si hubiera un donante excelente para ella, optaríamos por ese». Respecto a los plazos, calcula que «el trasplante podría realizarse para abril».
Ramisa, que solo habla criollo, la lengua nacional de su país, descansa estos días en su casa de acogida hasta que toque volver al hospital. «Pero es probable que no tarde en hacerse entender con palabras en español, porque aprende rápido, es una esponja. Ya hemos visitado el aula de Valdecilla, ella está encantada», comenta la voluntaria que se ha hecho cargo de ella y de su madre.
En su caso, esta mujer se ofreció a Infancia Solidaria «animada por la experiencia que tuvimos hace unos años cuando mi hermana acogió a Brunita, una niña de ocho años procedente de un orfanato de Cabo Verde, con un cuadro terrible, desnutrida, con discapacidad motórica y cognitiva e invidente. Ella fue un regalo para toda la familia. Ahora soy yo la que quiero poner mi granito de arena, partiendo de la filosofía de que la vida es una oportunidad, un regalo, que creo que merece la pena cultivar». De aquella vivencia «increíble», y de otras que también ha compartido de cerca, ha aprendido también «que hay que prepararse psicológicamente para la despedida». Y más cuando la estancia de Ramisa en Santander se prolongará durante un año. «Ella se ha adaptado sin problemas. Lo importante ahora es que sea feliz».
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