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Carmen Merino rompió este viernes su silencio. La sospechosa de decapitar en Castro Urdiales a su novio, Jesús María Baranda (67 años), razón por la que lleva en prisión provisional desde hace un año, se declaró inocente ante la titular del Juzgado de Instrucción Número ... 3 de Castro Urdiales, María José de Arriba Moranchel, quien a finales de este mes será sustituida por Ángel Cembranos Díez, el tercer juez que participará en esta investigación.
Según señalaron a este periódico tanto su letrado, Lope Crespo de Lara, como el de la acusación particular, Ana Quintana, Carmen aseguró que «no ha tenido nada que ver en la desaparición y fallecimiento de su novio». De esta forma rechazó todas las conclusiones a las que han llegado hasta ahora los investigadores de la Guardia Civil.
Un año después de que comparecieran en los Juzgados de Castro, Ana María –la hermana de la mujer que custodiaba el paquete donde se encontraba el cráneo de Jesús María y que fue quien destapó el crimen– y Carmen Merino estaban llamadas de nuevo a declarar. Aunque la sospechosa del crimen guardó silencio la primera vez.
Minutos antes de las diez de la mañana apareció Ana María acompañada de un hombre, que no quiso desvelar su identidad. Estuvo dentro del Juzgado unos 45 minutos para ampliar la testifical que realizó el 10 octubre de 2019. En esa primera declaración esta testigo aseguró que era amiga de Carmen desde hace siete u ocho años y que desde que la sospechosa del crimen empezó a salir con Jesús salían en cuadrilla. «La última vez que vi a Jesús fue sobre primeros de febrero (de 2019). Carmen me dijo que había denunciado la desaparición de Jesús porque insistieron todos los amigos». Luego se enteró que fue el primo quien denunció. «Carmen decía que no quería denunciar porque Jesús iba a volver, porque había ido de viaje con amigos».
A los pocos días de la denuncia, Carmen le dijo que había comprado un juguete sexual, pero le daba vergüenza tenerlo en su domicilio porque iba a ir la Guardia Civil «a ver qué ropa se había llevado Jesús», con lo que decidió dárselo a Carmen (hermana de Ana María).
Desde mayo hasta septiembre, el paquete permaneció en casa de la hermana de Ana María hasta que el 29 de septiembre decidió abrirlo «porque estaba harta de tenerlo ahí pensando que estaría esa cosa (el juguete sexual) en una cajita». Entonces Carmen, la amiga de la sospechosa, vio el cráneo y se fue a casa de su hermana, que vive cerca, para informarle de lo que había encontrado. Las dos, junto al marido de Ana María, llamaron al 112. Y acto seguido a Carmen, que les recriminó que hubiesen llamado a la Guardia Civil. Todo esto provocó que a Ana María le diera un ataque de ansiedad y tuviera que ser trasladada en ambulancia al centro de salud de Castro, donde también fue la novia de Jesús Mari, que en ese momento aún no era sospechosa de nada.
En ese trayecto, dice Ana María en su primera declaración, le preguntó a Carmen cómo había hecho eso y la sospechosa «se encogió de hombros y dijo que con pastillas». Sin embargo, en esa misma declaración, Ana María afirmó que Carmen «no me reconoció nada». Con lo que la nueva citación, solicitada por el fiscal, pretendía aclarar estas afirmaciones.
Pues bien, según señaló a este periódico la letrada de la acusación particular, Ana María matizó este viernes que lo que le preguntó a la novia de Jesús María en la ambulancia fue «cómo había tenido guardado ese secreto tan gordo (el cráneo), a lo que Carmen le respondió que por las pastillas que estaba consumiendo por sus problemas de salud».
Finalizada esta testifical se produjo la de la sospechosa. Merino llegó a los Juzgados de Castro Urdiales al filo de las once de la mañana, en un furgón de la Guardia Civil, que aparcó a la entrada del garaje de acceso el recinto, lo que permitió que los numerosos medios de comunicación allí presentes pudieran tomar imágenes de la detenida.
Carmen acudió a su comparencia con jersey y mascarilla verdes, camisa blanca, unos pantalones negros con una raya verde y otra blanca en los laterales y zapatos granates. Además, llevaba en la mano una pashmina de cuadros negros y blancos, que tapaba las esposas. Con una larga melena, suelta, en ningún momento giró la mirada hacia los periodistas, a los que no quiso contestar ninguna pregunta. Desde que llegó hasta que se marchó del Juzgado, veinte minutos después, se mostró «relativamente tranquila», según detalló su abogado.
Precisamente fue a su letrado (estuvo asistida por Pablo Ruiz) al único que contestó, en concreto, a dos únicas preguntas. Una, sí había tenido algo que ver con los hechos que se le imputan, a lo que respondió que «no», que «no había tenido nada que ver ni con su desaparición ni con su muerte», y la segunda, que describiera cómo era su relación con Jesús María, a lo que contestó que era «estupenda, maravillosa, vinculada al amor y que se querían muchísimo». De esta forma, según apuntó su letrado, Merino rechazó así la declaración de un primo de Jesús María en la que afirmó que creía que la pareja se había dado un «ultimátum» y que sabía que «últimamente Carmen le montaba líos de vergüenza y no sé como mi primo aguantaba todo eso».
Tras estas declaraciones, el abogado de Merino avanzó que en los próximos días solicitará a la instructora la práctica de nuevas testificales, entre ellas las de los agentes que han concluido que Carmen es la culpable del crimen.
La declaración ofrecida por Merino, negando cualquier implicación en la desaparición y muerte de Jesús Mari no hace más que mantener la investigación en un punto muerto, en lo que se refiere a despejar algunas incógnitas como dónde se encuentra el resto del cuerpo del fallecido.
Hasta el momento, la Guardia Civil considera a Merino autora de la muerte del que fuera su novio durante siete años, «habiendo cometido el hecho violento previo estudio y de manera premeditada, siendo escrupulosa con la destrucción de todo vestigio o indicio que pudiera suponer una incriminación de la misma». Además, los investigadores, que no vinculan a nadie más con este caso, sostienen que, tras el crimen, la sospechosa orquestó una historia sobre la desaparición de Jesús Mari hasta que se hizo «insostenible» por la presión de familiares y amigos, «lo cual la lleva al extremo de tener que crear una prueba de vida, elaborando la ficción de que su novio había escrito varios mensajes tranquilizadores sobre su estado, todo ello, hasta la interposición de la denuncia por desaparición llevada a cabo por el primo de la víctima». Los agentes sospechan que Merino conservó el cráneo de su novio para que fuese encontrado en un lugar abandonado y, al darle por muerto, poder recibir parte de la herencia que le correspondía.
Respecto a cómo pudo cometer el crimen, creen que primero compró una sierra de calar y un martillo pesado y después una motosierra, con la que indiciariamente habría «descuartizado» el cuerpo de su novio.
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