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Es el último de la legislatura en curso y el trigesimoquinto para Miguel Ángel Revilla, el noveno al que acude para someter al escrutinio ... del Parlamento la gestión de los gobierno por él presididos. El Debate sobre el Estado de la Región, que se celebra esta próxima semana, se presta más que nunca al juego de palabras porque será también un debate sobre el Estado y la Región. Las quejas y reivindicaciones, el buen o mal trato de Madrid a Cantabria es un asunto recurrente en la controversia política, mucho más en esta ocasión con el convulso cambio de régimen que ha llevado a Pedro Sánchez y al PSOE al Gobierno de la nación y que obliga al PP desalojado del poder a reinventarse en la oposición, por no hablar de los nuevos partidos, Ciudadanos y Podemos, que deberán reformular sus estrategias de futuro.
Revilla se propone sacar partido a esta vorágine que sacude la política nacional. El líder regionalista, que siempre está en campaña, desde el primero hasta el último día de cada legislatura, pisa el acelerador a medida que se acerca, faltan once meses, la última oportunidad de sacarse la espina de no haber ganado nunca las elecciones. Así que dispara en ráfaga contra todo lo que se mueve: lo mismo se cuelga en televisión la chapa del 'No al MetroTUS' para desgastar al PP en Santander, el feudo que más se le ha resistido en su larga trayectoria, que hace de anfitrión preferente de los ministros de Pedro Sánchez que han empezado a caer por la región. O media/enreda en el conflicto de los docentes enfrentados con los socialistas del Gobierno. O se madruga –literalmente, a primera hora de la mañana– a la gente de Podemos en el rescate de una familia desahuciada con un discurso incendiario contra los bancos como música de fondo.
El discurso del presidente tendrá el tono de optimismo que corresponde al año preelectoral. La tendencia positiva en el empleo, aunque sea todavía estacional y precario, y en los indicadores económicos, especialmente los industriales, las buenas cifras del turismo, el impulso de la industria agroalimentaria, el apoyo financiero a los ayuntamientos y a la Universidad, los avances en las políticas sociales... O sea, después de un difícil comienzo de legislatura que sólo alcanzaba para sufragar los servicios básicos y la deuda, asoma ahora un panorama alentador para encarar un futuro de progreso. Ese viene a ser el mensaje presidencial.
'Y eso sin la ayuda de Madrid', claman de paso en el Gobierno PRC-PSOE, en su eterna cruzada reivindicativa, mientras enarbolan el informe sobre la baja ejecución presupuestaria (44%) del Estado en Cantabria en 2017, incluida la cartera de Fomento de Íñigo de la Serna, su gran adversario político y electoral, al menos mientras estuvo en el Consejo de Ministros.
Los partidos de la oposición, naturalmente, no alcanzan a ver ni de lejos ese paisaje risueño que pintan en el Gobierno. Lo que perciben es al presidente Revilla más dedicado a la televisión y a los libros, y a su promoción personal, que al despacho –esa crítica ya era frecuente hace cuatro años– y un Ejecutivo manga por hombro en la gestión económica y también en la social.
No es ya que sean dos gobiernos en uno, el PRC por un lado y el PSOE por otro, que eso tampoco es nuevo, sino que la parcela socialista a su vez se ha hecho añicos de manera muy visible, con la vicepresidenta Díaz Tezanos navegando por libre y los otros tres consejeros coordinados desde afuera por el líder del partido y nuevo delegado del Gobierno, Pablo Zuloaga. Y con serios problemas en los tres departamentos: en Economía, en Educación y sobre todo en Sanidad, con las supuestas irregularidades en el Servicio Cántabro de Salud que volverán a aparecer a lo largo del Debate de Orientación Política del Gobierno.
En el PRC son muy conscientes de que los conflictos en las consejerías del PSOE terminan por dañar a todo el Gobierno y a su presidente, así que hacen lo posible por tomar distancia o al menos porque se note bien que la responsabilidad es de sus socios. También esperan que Pedro Sánchez les compense por las molestias. Que cuando reciba a Revilla, antes o más bien después de sus encuentros con Urkullu, Torra o Trump, el nuevo presidente y sus ministros pasen de las buenas palabras a los hechos en el impulso de proyectos como el centro logístico de La Pasiega, las conexiones ferroviarias con Madrid y Bilbao, la Fundación Comillas o en el pago de la deuda de Valdecilla. El regionalismo se propone mantener viva la reivindicación al Estado hasta la cita con las urnas. Si la constante presencia del ministro De la Serna en Cantabria y su despliegue mediático de proyectos multimillonarios era un gran peligro electoral, peor todavía sería el olvido del nuevo Gobierno socialista.
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Ana del Castillo
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