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Tres horas de debate entre Pedro Sánchez, Pablo Casado, Albert Rivera, Pablo Iglesias y Santiago Abascal, una catarata de reproches cruzados sobre el pasado, descalificaciones de grueso calibre y ningún indicio sobre cómo España podrá superar la parálisis política para enfrentar el futuro. Tampoco al ... día siguiente, otros 80 minutos de discusión entre los candidatos cántabros convocados por El Diario, los cinco grandes partidos nacionales más el PRC de Revilla, quien por cierto también había tenido su impagable 'minuto de oro' en Antena 3 en los momentos previos al enfrentamiento entre los grandes líderes en la noche del lunes.
En el debate cántabro, el seguidismo de los aspirantes a sentar plaza en el Congreso a los discursos de sus jefes, unas horas antes, era inevitable, pero también hubo ocasión de constatar algunas diferencias, Por ejemplo, el socialista Pedro Casares no tuvo necesidad de refugiarse en los papeles como su tocayo Sánchez para confrontar con sus adversarios y cantar las bondades de lo que ha hecho su partido en el poder durante los últimos 16 meses y de lo que hará en adelante, aunque tampoco desveló qué alianzas maneja el PSOE para mantenerse en el poder. El popular Diego Movellán, crecido por el sondeo que contempla la victoria del PP en Cantabria, se ajustó al guión de Pablo Casado que señala como una emergencia nacional el desalojo de Pedro Sánchez, pero añadió a su denuncia el silencio cómplice de Revilla.
Al animoso Rubén Gómez se le vio dispuesto a pelear hasta el final el escaño que consiguió en abril, pero como a su líder, Albert Rivera, se le hace difícil explicar por qué el desbloqueo político que ahora promete Ciudadanos no lo aplicó tras el 28-A cuando sumaba 180 diputados con el PSOE. El candidato de Unidas Podemos, Luis del Piñal, emuló el estilo tranquilo y didáctico de Pablo Iglesias para desplegar su discurso de izquierda radical, aunque con menos tablas para permanecer siempre visible en la discusión. Y a Emilio del Valle, confortado por la buena nota que analistas y sondeos adjudicaron a Santiago Abascal en el debate estelar, su tono serio y pausado le acompaña mejor cuando expone los conocimientos económicos de los que su líder nacional anda tan justito que cuando entra en el rifirrafe.
El regionalista José María Mazón, con su lema de cambiar el voto por recursos para Cantabria con quién esté en el Gobierno central, recibió más críticas de las que esperaba. Del PP, de Vox, de Unidas Podemos, muy especialmente de Ciudadanos y hasta del aliado socialista en el Ejecutivo regional. O sea, todos a la caza del escaño regionalista. Mazón ha adquirido soltura dialéctica desde que ha ascendido a la primera división de la política, pero acusó el castigo desde tantas trincheras.
Definitivamente, la aguerrida campaña, la pelea a cara de perro por el voto, no deja un resquicio para vislumbrar si hay alguna voluntad de superar el bloqueo político, en plena crisis de Cataluña y con síntomas preocupantes en la economía y el empleo, desde el consenso constitucional. Tampoco a Pablo Casado, ayer en Santander, se le oye otra receta que la suma del centro y la derecha para echar a un Sánchez dispuesto a pactar con el independentismo. No hay más remedio que esperar al 10-N, contar los escaños, y sólo entonces quizá se pueda atisbar una luz al final del túnel.
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