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En Cantabria no ha hecho falta llevar a efecto la llamada al boicot a Rusia, más que nada porque los actores que mantienen relaciones con el país que preside Vladimir Putin ya sufren las consecuencias del bloqueo internacional. No les ha dado tiempo a plantearse ... si podrían romper los lazos de manera unilateral. Dos semanas después de que Rusia invadiese Ucrania, los efectos ya son más que notorios. Las trabas burocráticas, el miedo a no cobrar los trabajos y la debilidad de la moneda rusa, entre otros factores, han provocado que tengan que buscar mercados internacionales más seguros. De lo que no se libran es de los daños colaterales: el aumento del coste de la energía y el incremento de los precios de las materias primas.
La ofensiva rusa sobre Ucrania provocó la respuesta de la comunidad internacional, que instó a torpedear su economía. El mensaje también llegó aquí. El consejero de Industria y Turismo fue uno de los más claros. «Me vale cualquier medida presionante para que los insensatos sátrapas depongan su actitud cruel», afirmó Javier López Marcano la semana pasada. Salvo alguna excepción, caso del gigante financiero Banco Santander, nadie ha cortado motu proprio. Ni siquiera el Gobierno regional a nivel institucional. El embajador ruso Yuri Korchagin visitó la región en octubre de 2020. Se reunió con el presidente Revilla, al que ofreció promocionar Cantabria e impulsarla como destino turístico. «Cuando pase la pandemia, vamos a tener una reunión para intentar hacer algo que fomente Cantabria en Rusia», señaló el jefe del Ejecutivo, sin llegar a imaginar lo que tramaría Putin. «Tenemos que canalizar el flujo hacia el norte, que tiene un encanto especial», apostilló Korchagin. Ahora, con la crisis sanitaria mundial en una fase de cuasi normalización, en Peña Herbosa ven lejanas aquellas declaraciones. Las consideran una simple declaración de intenciones, un gesto habitual en las visitas de diplomáticos.
en el aire
Las únicas que sí han dado el paso, aunque obligadas por las circunstancias, son las 64 empresas que hasta el comienzo de la guerra comerciaban con Rusia y también con Ucrania. Aunque no eran dos de sus mercados internacionales más potentes, la imposibilidad de seguir trabajando con ambos países sí ha trastocado sus planes. La cifra de negocio entre importaciones y exportaciones ascendió el año pasado a 147 millones, según el Instituto Cántabro de Estadísticas (Icane). La mayoría de ellos, 130, correspondieron a Rusia. Otro dato relevante es el del tráfico del Puerto de Santander con ambos países, que alcanzó el 7% del total.
Aunque no es un mercado especialmente atractivo por volumen de ventas, las empresas conserveras cántabras de pescado se han visto afectadas de lleno por la guerra. La escasez del aceite de girasol procedente de Ucrania y el aumento del precio del aluminio -material con el que están hechas la latas- aprieta al sector, al que también golpea fuerte el alza del coste energético en las fases de fabricación y distribución.
«Más o menos, el 30% del producto que fabricamos lleva aceite de girasol. Lo destinamos a los primeros precios -los más baratos- y a la hostelería», explica a este periódico Eduardo Sanfilippo, presidente de la Asociación de Fabricantes de Conservas de Pescados de Cantabria, más conocida como Consesa.
Ucrania es famosa por sus extensos campos de girasol, lo que le convierte en el mayor productor mundial y también en el mayor exportador de su aceite. «Creemos que puede haber desabastecimiento, por lo que estamos buscando planes de contingencia y alternativos», recalca Sanfilippo. Además, la escasez de esta grasa vegetal provoca a su vez el aumento del precio del aceite de oliva -por efecto de la especulación-, el producto estrella de cubrición de las conservas de mayor calidad. «Es el que utilizamos en la anchoa del Cantábrico», recalca. «Respecto al aluminio de las latas, de momento sólo se está reflejado en el aumento del precio que pagamos», añade. Con estos mimbres, más el incremento del coste de la energía, la subida de precios es inevitable. «Es la tormenta perfecta, así que no queda más remedio que trasladárselo al consumidor», concluye.
Y a todo esto hay que sumar las dudas de la flota, inmersas en plena campaña del bocarte -del que sale la anchoa-, para salir a faenar por el precio del gasoil. Los pescadores se quejan de trabajan a pérdidas.
Ante este panorama, a los empresarios cántabros no les ha quedado otro remedio que intentar minimizar los daños y reorientar sus negocios hacia otros mercados internacionales. «Es una pena tener trabajo y no poder cumplir con los compromisos», afirma Carlos Carrillo, director de Fluidos y Mecánicas Cantabria. La compañía está dedicada a la construcción de maquinaria rotativa para la fabricación de todo tipo de cables. «En Rusia trabajábamos con un comercial de allí, un chico de 35 años que nos llamó llorando. Calcula que en una década no podrá negociar con terceros países. Está desesperado», explica. Al menos a Flymca le dio tiempo a enviar y cobrar un pedido a Bielorrusia, los otros dos que tenía en cartera para finales de mayo han sido cancelados, aunque al ser productos estándar confía en poder reubicarlos. El negocio con estos países del este supone entre el 10 y el 15% de su facturación. «Sólo estamos viendo la punta del iceberg», asegura Carrillo. «Ya no es que las empresas no queramos trabajar con Rusia, es que nuestros proveedores no nos surten si es para pedidos de allí. Además, importar acero es imposible, por las sanciones que han impuesto, así que los precios se van a disparar», concluye. «Es imposible que cualquier empresa cántabra que opere con Rusia o Ucrania continúe con normalidad», aseguró esta misma semana el director gerente de Vitrinor, que perdió negocios con ambos países nada más desatarse el conflicto.
Otro de los factores clave es la pérdida de confianza. «Nosotros trabajamos con una compañía de seguros a las exportaciones y nos han llamado para comunicarnos que cancelaban los riesgos para las transacciones con Rusia», explican desde una empresa cántabra dedicada a la automoción, que prefiere no revelar su nombre por motivos estratégicos.
gobierno regional
Lo que algunas firmas ponen en entredicho es que les pidan a ellas el esfuerzo de romper lazos tras el anuncio de las grandes empresas del país. «Con una depreciación del rublo (la moneda rusa) de entre el 30 y el 40%, ¿quién se va a arriesgar a hacer negocio allí?», reflexiona Rubén Leivas, cofundador y copropietario de la Destilería Siderit. El mercado ruso y ucraniano era un pilar importante para su apreciado vodka. «En el global de la empresa, el daño económico puede estar en torno al 5%, pero lógicamente es muy alto en el capítulo específico de esta bebida. En España no se consume tanto y principalmente lo destinábamos a la exportación», relata. «Hemos reajustado la producción y, como no es perecedero, lo que ya tenemos está almacenado a la espera de encontrar nuevas salidas», subraya.
lamentos
Es en este punto donde ya intuye nuevas oportunidades. «Tenemos que escuchar de nuevo al mercado. Como mucha gente va a vetar el vodka ruso, se abren posibilidades. Cuando se cierra una puerta, quizás se abra una ventana», zanja con entusiasmo.
Aun así, el efecto boicoteador de gigantes como Inditex -con 650 tiendas entre Rusia y Ucrania- afectará indirectamente a empresas cántabras. Es el caso de Textil Santanderina, que exporta tejidos a Turquía para que se manufacturen allí y después lleguen a Rusia. «Las expectativas son de máxima preocupación», afirmó esta semana su director comercial de Moda, Ramón Ríos.
Pero el gran temor al que se enfrentan estas empresas -y el resto- son los daños colaterales de la invasión rusa. «El precio de la energía, si sigue así, se carga prácticamente toda la industria y también el turismo. Se carga todo», sentenció el presidente Revilla el viernes durante el transcurso de la reunión de la Alianza por la Industria, en la que pidió a Europa en nombre del Gobierno que tome medidas para evitar «consecuencias catastróficas».
cultura
La escalada de los costes energéticos ha sido la puntilla para las empresas electrointensivas. Algunas, como Ferroatlántica, Global Steel Wire, Forgins & Castings y Hergom se han visto obligadas a detener, al menos durante unos días, su producción. La flota pesquera, por su parte, se lo está planteando. En plena costera del bocarte –una de las principales junto con la del bonito–, les sale más caro el litro de gasoil de los barcos que el precio que reciben en la lonja por cada kilo capturado. Ayer, los pescadores de cerco anunciaron que no saldrán finalmente a faenar mañana, lunes, en protesta por el importante incremento del combustible. El presidente de la Federación de Cofradías de Cantabria, César Nates, afirma que este parón puntual se ha decidido para dar un «toque de atención» a la Administración y advertirle de que «igual, en el futuro», el sector tienen que tomar «otras determinaciones» si el precio sigue así.
También a los transportistas cántabros les está asfixiando el alza de los carburantes. Medio millar de ellos, los que se reúnen en torno al colectivo Asemtrasán, secundarán la huelga nacional de mañana. No lo harán sin embargo los 2.500 camioneros que pertenecen a la asociación Aetrac. En cualquier caso, todos llaman a las diferentes administraciones a «reconducir» la situación antes de que «colapse».
La economía no ha sido el único sector afectado por la guerra. Aunque el Festival Internacional de Santander (FIS) aún no ha hecho pública la programación que se subirá a los escenarios durante agosto, su directora, Valentina Granados, desveló hace unos días que no habrá ninguna orquesta o agrupación procedente de Rusia. Existen una serie de problemas «técnicos», adujo, que van «desde el sistema de pagos a la compra de billetes de avión –puso como ejemplos–, y ambos trámites son inviables ahora mismo».
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