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JOSÉ AHUMADA
Domingo, 14 de mayo 2023
Ya antes de que su relación profesional diera origen a una sólida amistad, Ángel Santiago, hoy fiscal Antidroga en Cantabria, admiraba de Leticia Díaz su capacidad de gestión, eficaz y austera. Y eso que en alguna ocasión tanto escrúpulo con el manejo del dinero público ... le resultó excesivo: cuenta que en una ocasión, siendo ella consejera de Presidencia -en el Gobierno de Ignacio Diego (2011-15)-, y él director general de Justicia, estuvieron a punto de quedarse en Barajas porque había sacado su billete con descuento de familia numerosa, aunque era viaje de trabajo, y a la hora de subir al avión no encontraba el carné que lo acreditaba. «Pregunté: '¿Me podría explicar cuánto dinero se ahorra mi jefa?'. ¡Tres euros! ¡Por tres euros casi nos quedamos tirados!».
El repaso biográfico de la aspirante de Vox a la Presidencia de la región arranca con su nacimiento en casa de su abuela -«porque en aquella época, 1969, los funcionarios no tenían Seguridad Social»-, que era de familia de sanitarios; la infancia y el colegio -«siempre he sido una niña aplicada, muy responsable»-, y una juventud entregada al voluntariado, con campos de trabajo, ayuda a instituciones benéficas y atención a enfermos y a reclusos -fue en esos años cuando conoció a Francisco, su marido-. Tras debatirse entre la enseñanza y el Derecho, optó por esto último. Ya puesta a estudiar, se preparó las oposiciones a letrada del Gobierno regional -son de las duras-, y las sacó.
Dice que lleva la vocación política «en el ADN», heredada quizás de su abuelo, que fue alcalde de Castañeda. Tuvo su primer contacto con ella -1996- en su pueblo, Ceceñas, donde fue presidenta de la Junta tras formar una asociación de vecinos. En 1999, Jaime del Barrio, entonces consejero de Sanidad, la reclamó para ocupar el puesto de secretaria general -participó en la negociación de las transferencias del área-. Volvió después a su labor de letrada de la Administración regional, de la que la sacó su breve y bastante inesperado paso por el Senado -era suplente en las listas-, donde colaboró en la reforma del reglamento de una Ley de Costas que en Cantabria amenazaba «los puestos de trabajo de 50.000 personas». En 2011 es nombrada consejera de Presidencia y Justicia, en un contexto difícil de crisis económica, «con los proveedores en la puerta esperando». Fue cuando llamó a Ángel y le ofreció el puesto que aceptó.
Él le recuerda que en el tiempo que compartieron en el Gobierno nunca buscó gente del partido para formar su equipo de colaboradores. «Tengo muy claro que lo mejor que puede hacer cualquier persona que se dedica a la política es rodearse de gente, a poder ser, que domine facetas que no sean mi fuerte, y, desde luego, de profesionales. Yo no he pedido nunca, como en otros partidos, el carné en la boca. Yo pido, cuando se trata de gestionar, los mejores, tanto desde el punto de vista de la cualificación, como de la experiencia, como de las ganas de trabajar. Creo que el perfil político tiene que tenerlo la persona que dirige, y luego tiene que rodearse de los mejores profesionales que técnicamente puedan sacar adelante un proyecto, porque tenemos que rendir cuentas».
Él le pregunta por qué rompió con el Partido Popular, al que había estado tan ligada. «Cuando salimos del Gobierno en 2015 se produce una lucha fratricida espantosa entre los que eran el presidente y la vicepresidenta, Ignacio Diego y María José Sáenz de Buruaga. No había la cintura suficiente para que se pusieran de acuerdo para hacer una sucesión -si tenía que haberla-, ordenada, pacífica».
«Pero yo ya venía de una decepción grande, de que teniendo una mayoría absoluta Mariano Rajoy en España no la hubiera aprovechado no solo para hacer la gestión económica, sino también para abordar buena parte de lo que nosotros llamamos en Vox la batalla cultural, de la cultura, la familia, la tradición, de 'cuida lo tuyo' -nosotros decimos que la patria empieza en los barrios-. De pronto, me encuentro absolutamente huérfana de un partido que ha abandonado lo que yo creo que son las ideas, los principios y los valores, se ha dedicado solo a la gestión. Y sobre todo de un partido que empieza a dar bandazos aquí y allá, que no tiene el mismo mensaje en toda España». Más tarde, escucharía a Santiago Abascal, y se diría: «Eso es lo que yo pienso».
Ángel llama la atención sobre el trabajo que desarrolla actualmente: como abogada de la Administración cántabra defiende a menores tutelados, mujeres en situación de vulnerabilidad... ¿Encaja una persona con esos intereses en Vox? «Absolutamente: es que Vox es el partido de los currantes, de los trabajadores, de las mujeres que tenemos libertad de pensamiento». Y se mete con la igualdad de oportunidades: «Yo la llevo defendiendo toda la vida, no de boquilla o con una pancarta. Yo la defiendo practicándola», dejando a su marido la responsabilidad de «tirar del carro» y de sus tres chavales cuando estaba en primera línea, y asumiéndola ella ahora que a él le toca trabajar en Canarias.
«A veces interesa estigmatizarnos, incluso se dice que somos xenófobos. Es que poner de manifiesto que la emigración que necesitamos es la del que se quiere integrar, el que quiere trabajar, aportar, construir, frente al modelo de frontera abierta para que venga quien no nos quiere, quien no nos cuida, quien nos ataca... pues, hombre, no parece que sea muy razonable. Yo, precisamente por defender menores infractores, tengo la experiencia para decir que hay cosas en la ley que hay que cambiar: en este momento beneficia a quien comete un delito más que a quien no lo comete. Es decir, dos menas, uno que comete un delito y otro que no lo comete: tiene más posibilidades de marcharse el que no lo comete. Esto no puede ser».
Precisamente, dejar esa labor es lo que más le cuesta de su vuelta a la política. «Es la parte para mí más difícil. Es la parte más dura porque tengo una implicación enorme en los procedimientos de menores, de adopciones, de acogimiento, de desamparo... son pleitos largos, son pleitos duros, donde uno tiene que poner mucha carne en el asador, y yo soy consciente de que a mis compañeros les dejo una faena tremenda si no lo llevo. Me está costando mucho porque creo que también uno se especializa, tiene un bagaje... y abandonar eso a mí me cuesta».
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