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Una risa de bebé suena entre la veintena de caravanas y furgonetas que están aparcadas en el recinto de Las Llamas. Todas están cerradas, con los parasoles colocados en la luna delantera y en las ventanas laterales, con ese brillo plateado que da un aspecto de nave espacial a los vehículos, tan solitarios y gigantescos, solos sobre el sol y el asfalto de Santander. «Es que esto es la clave», dice Juan Francisco Torres García, que se ha asomado a su autocaravana al escuchar unos pasos, los de los periodistas; porque nada más se mueve a mediodía en el aparcamiento. Tras él se asoma su mujer, y entonces sí, el rostro del bebé de 20 meses que cuida esta pareja de abuelos unas horas por la mañana, mientras su madre trabaja en un curso de la universidad. Un barreño a la sombra del toldo extendido hasta el límite pintado en el suelo confiere el espacio fresco donde la pequeña chapotea. Han estado en la playa, en el parque, y enseguida vuelven dentro, «porque es donde hace bueno; sube, ven, que se está estupendamente», dice el matrimonio madrileño, mientras llaman a su gata Maia, que deambula entre los árboles. Y es así: dentro del habitáculo, la temperatura desciende gracias al ciclo de ventilación de dos ventiladores de la propia autocaravana, más un tercero que alimentan con un set de baterías solares. «No lo estamos pasando mal, aquí se está muy bien», dice Juan Francisco, con la media sonrisa del que viene de pasar «calor de verdad» en Madrid.
¿Cómo sobrellevan las altas temperaturas los turistas que viven sobre ruedas? ¿Lo padecen más, peor, o la flexibilidad de su habitáculo hace más cómodo lidiar con el sofoco? Hablar de calor con Sergio Martínez –otro 'autocaravanista' que ayer estaba aparcado en el recinto de Santander– también minimiza la sensación térmica que sufre Cantabria al compararla con los casi 40 grados que él ha dejado atrás en Medina de Pomar (Burgos). «Aquí se está muy bien, se nota la brisa y no es para tanto», dice mirando hacia El Sardinero, desde donde efectivamente llega un leve aire. La suya es una furgoneta que, por fuera, bien podría pasar por la de un operario de mudanzas. Sin embargo, por dentro, después de haberla preparado, es una casa decorada. «Si hace mucho calor, arrancas la 'furgo' y pones el aire acondicionado, pero en general se está bien», dice. Es el segundo año que sale con la furgoneta, la preparó por 'culpa' de la pandemia, y ahora, calor mediante, viaja y se apaña «con lo que hay». Lo peor, dice, «es cocinar con este calor, así que lo hacemos por la noche».
Frente a los vehículos aparcados en la ladera del campus universitarios, otras caravanas ocupan las plazas en línea; la clave de quién sobrelleva mejor el calor está en la parte superior del vehículo. Algunas, las más grandes, tienen un equipamiento de aire acondicionado. El resto, o bien tira del aire del propio vehículo –como Sergio Martínez, para lo que tiene que encender el motor– o bien tira de ingenio, como la pareja formada por Victoria Bielak y Stefan Kudera, austriacos llegados desde Viena. Una vieja Volkswagen de 34 años, blanca y verde, es su hogar rodante. «No puede ir a más de 90 kilómetros por hora, así que nos lo tomamos con calma», comentan.
Juan Francisco Torres García
Madrid
Sergio Martínez
Burgos
Victoria Bielak y Stefan Kudera
Viena
El año pasado hicieron el primer viaje con ella a Francia y allí les dijo «todo el mundo» que tenían que viajar a España y Portugal;y es lo que han hecho. Su destino final es Lisboa, y entre tanto van pernoctando por el camino en una furgoneta que, a falta de las comodidades de los vehículos nuevos, les lleva «despacio» con la estética legendaria de un turismo que se mueve entre lo espontáneo y la máxima previsión: «Esto es lo mejor para sobrevivir a estos viajes», afirma Victoria, de 23 años, y señala un panel solar tendido en el suelo, conectado a un alternador, que refulge entre el silencio que rodea al campus de la Universidad de Cantabria. «Lo compramos porque la batería de la furgoneta no daba abasto ni para enfriar el congelador, así que para el resto de cosas, como cargar el móvil, cocinar o accionar la bomba del agua, usamos esto».
«Es que es nuestro salvavidas», añade Stefan mostrando los paneles bajo un cielo azul resplandeciente, ante lo que cabe preguntarse qué pasaría si les hubiera recibido Santander con el gris plomizo de ciertos días de verano. La ola de calor cambiar la pregunta: ¿Se lleva bien en una furgoneta tan pequeña el calor?«La clave cuando no tienes aire acondicionado es abrir la compuerta un poco y la ventana, y generar una corriente de aire, y si no –añade riéndose– siempre nos quedará nuestro propio 'aire'...». Y señala un pequeño ventilador de mano que funciona a pilas y que en Santander no han tenido que usar porque «tampoco han pasado tanto calor».
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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