

Secciones
Servicios
Destacamos
«Nadie está preparado psicológicamente para vivir día tras día con la experiencia de tener un familiar desaparecido». Es la frase que encabeza la página web de la Asociación Sosdesaparecidos. En la esquina izquierda hay un buscador. 'Cantabria' y enter. El resultado son ocho nombres: Alejandro Mencía, Carlos Revilla Gómez, Roberto Lavid, Francisco Quesada Sousa, Lorenzo García López, Eduardo Beitia Torralba, Manuela Torres Bougeffa y Virginia Guerrero Espejo. El Centro Nacional de Desaparecidos (Cndes), organismo creado en septiembre de 2016 por el Ministerio del Interior, añade uno más, el de Adela Bercianos San Ceferino, que se esfumó el 1 de junio de 1994 en Santander cuando tenía 23 años dejando con sus padres a una niña de 4.
A la sombra de casos como el de Marta del Castillo o 'El niño pintor', existen otros, no tan mediáticos, pero igualmente dolorosos para esas familias que llevan años esperando respuestas. «Mientras esté viva le buscaré sin descanso», dice entre lágrimas Elena Quesada Sousa, hermana de Paco, uno de los nueve desaparecidos en Cantabria desde 1992.
Desaparecido el 23 de mayo de 2020
El caso de desaparición más reciente en Cantabria es el de Alejandro Mencía, de 30 años y vecino de Soto (Hermandad de Campoo de Suso). «El más extraño de los últimos tiempos», decían el otro día en el programa de Iker Jiménez. Los hechos ocurrieron el 23 de mayo de 2020. Tras varias semanas de estricto confinamiento, Alejandro y su cuadrilla de once amigos (de entre 25 y 32 años) decidieron celebrar un cumpleaños en la cabaña del Teju, en la zona de Fuentes. «Se montó en el coche de un amigo que le vino a buscar y dejó todas sus pertenencias en su habitación. La cartera con dinero y documentación, el cargador del móvil, ropa...», ha contado tantas veces como ha sido necesario su prima, Belén Cuesta, para demostrar que no tenía intención de fugarse.
Después de una especie de juego de 'kick boxing', Alejandro se dirigió al río, apenas a un kilómetro de la cabaña, con un compañero para limpiarse. Bajaba poca agua así que decidieron separarse para buscar más caudal río arriba. Al cabo de un rato, su colega regresó a la cabaña. Él nunca lo hizo. La cuadrilla estuvo buscándolo un tiempo pero, al ver que no volvía, decidieron llamar al servicio de emergencias pasada la una y cuarto de la madrugada (cinco horas después de su desaparición). Desde entonces, nada se sabe de Alejandro. Iba sin camiseta, con un pantalón de chándal negro y unas botas de montaña que al día siguiente aparecieron reventadas por la parte trasera. Su prima Belén dijo hace una semana en un plató de televisión que «es imposible que esté vivo». Pero si es así, ¿dónde está el cuerpo? ¿Qué pasó realmente aquel 23 de mayo? ¿Por qué aparecieron sus botas reventadas por la parte trasera? Hay un sinfín de piezas sueltas que no acaban de encajar y que atormentan cada día a la familia y a los amigos de Alejandro. «En nuestro grupo no hay ningún asesino ni ningún psicópata», señaló en su momento un amigo. «Lo más fácil es sospechar de los que estábamos con él aquel día, pero la gente habla por hablar».
El caso sigue abierto y continúa su instrucción en el Juzgado de Primera Instancia número 1 de Reinosa.
Desaparece el 17 de febrero de 2020
Un amplio dispositivo de rescate buscó el 17 de febrero de 2020, y los días posteriores, a Carlos Revilla Gómez después de que su mujer denunciara su desaparición. Localizaron su coche aparcado en el entorno de la playa del Madero, desde donde se coordinó el operativo de búsqueda durante largas jornadas con el helicóptero de Salvamento Marítimo y del Gobierno regional. Nada. Ni rastro de Carlos, un hombre deportista, acostumbrado a las excursiones de montaña.
La única pista a la que se aferró la investigación, que no descartó ninguna hipótesis, fue la de su vehículo, que se encontraba aparcado próximo a Somocuevas y junto a los acantilados de la zona.
Desaparece el 10 de noviembre de 2019
Roberto Lavid, de 49 años y vecino de Igollo de Camargo, salió de casa el sábado 10 de noviembre de 2019 dispuesto a pasar un buen rato con sus amigos. Eran las nueve de la noche. Se fueron a tomar algo y acabaron a las tres de la madrugada en la discoteca de Tanos 'El Refugio'. «Dijo que cogía el coche y se iba para casa», contaron sus amigos al día siguiente, cuando su familia comprobó que allí no había dormido.
Su hermano, José Daniel Lavid, contó a este periódico que «últimamente estaba un poco desorientado», además de padecer diabetes y esquizofrenia: «Tiene que pincharse insulina y tomar medicación. Creemos que se ha podido desorientar de camino a casa», explicó a las pocas horas de su desaparición.
Dos semanas después, encontraron el coche de Roberto en una pista forestal en la localidad de Población de Arriba, en Valderredible, a más de 130 kilómetros de su casa, su supuesto destino cuando salió de la discoteca. Es entonces cuando el dispositivo de búsqueda oficial se centró -sin éxito- en el monte Hijedo. La familia, desolada y queriendo echar un pulso al tiempo, contrató a un equipo privado del 'Instituto de Formación Profesional (IFP) rescates', que peinó más de millón y medio de metros cuadrados de bosque durante cuatro días. También sobrevoló la zona, retratando el espacio a lo largo de más de 15 millones de metros cuadrados durante 63 horas de vuelo. Y aún con todo, no se encontró ni una sola pista.
A 31 de diciembre de 2020 Existían en Cantabria un total de 73 desapariciones activas.
Total El número de denuncias registradas en Cantabria es de 2.018
Menores Además de los mencionados 73 casos activos, existen 37 correspondientes a menores ausentados de centros donde estaban internados, y 1.908 que ya han sido resueltas.
Desaparece el 1 de diciembre de 2011
El mes que viene se cumplen diez años desde que Paco, un forofo de la Gimnástica muy conocido en Torrelavega por lo charlatán y sociable, salió de su casa de Tanos después de tener una acalorada discusión con su mujer. Nunca regresó. Se fue sin documentación, sin dinero y sin teléfono móvil. Tampoco cogió el coche o la furgoneta de trabajo, simplemente se esfumó.
Su hermana Elena Quesada Sousa, que todavía tiene en su perfil de WhatsApp el cartel de Sosdesaparecidos de su hermano, nunca va a dejar de buscarlo. Quiere que su madre, de 82 años, no muera sin saber qué le ocurrió a su hijo. «No pararé nunca, seguiré buscándolo mientras yo viva», dice entre lágrimas tras repasar las 48 horas después de la desaparición de su hermano.
Según la denuncia interpuesta por otro de sus hermanos en 2017 -hasta esa fecha la familia no supo que no había una investigación abierta sobre su desaparición, al creer que «la había interpuesto su mujer»- Francisco se marchó de forma voluntaria después de tener una buena bronca con su esposa. «Me extrañó, pero pensé que quizá mi hermano necesitaba tiempo para él, pero con el paso de las horas, y viendo que no se había llevado sus pertenencias y que tampoco se había puesto en contacto con alguno de sus hermanos comenzamos a buscarlo», recuerda Elena.
Desde entonces le ha buscado la Policía Nacional, la Guardia Civil, la Interpol, se han desplazado hasta Barcelona y Portugal tras falsos avistamientos, y nada. «Mi hermano era muy cariñoso, nunca se iría de forma voluntaria sin despedirse de su madre y sus hermanos», señala Elena, que tiene una única hipótesis: «Paco nunca llegó a salir del domicilio».
Desaparece el 7 de junio de 2009
Poco o nada ha trascendido sobre este caso. Lorenzo García López desapareció de forma voluntaria en Piélagos el 7 de junio de 2009 a los 43 años. No ha vuelto a casa desde entonces.
Por razones ajenas a este periódico no se pueden facilitar más datos sobre este caso cuya alerta sigue activa en Sosdesaparecidos.
Desaparece el 13 de febrero de 1998
Eduardo trabajaba en la fábrica de Teka. El 13 de febrero de 1998 salió a las diez de la noche y fue a tomar algo a Tetuán con un compañero del turno. Cuando se despidieron, cada uno tiró para casa, pero Eduardo nunca llegó a poner un pie en ella. «Al día siguiente, nos levantamos y mi madre nos dijo que no había dormido en casa. Nos mandó ir a clase y cuando volvimos nos distribuyó para buscarlo. Ella no se movió de casa en toda la mañana salvo la media hora que tardó en ir al instituto porque tenía una tutoría con el profesor de mi otro hermano», cuenta Cristina Beitia, que se dirigió hacia la zona del faro, donde encontró perfectamente aparcado -y sin signos de violencia- el coche de su hermano. Tras avisar a la policía, se activó el protocolo de búsqueda por los acantilados de Mataleñas y el faro de Cabo Mayor. Se peinó la zona por tierra y mar, pero no se obtuvo ningún resultado.
Según cuenta Cristina, un camarero de una cafetería que estaba en la zona del hipódromo -y que ayudó en el operativo de búsqueda- aseguró que esa misma mañana había servido un café a Eduardo y que no percibió ninguna actitud extraña en él. ¿Tenía algún tipo de problema? «Ninguno. Ni económico, ni de salud, ni era jugador, ni bebedor, era una persona normal y corriente. No se suicidó. Si de algo estoy segura es de que su desaparición no fue voluntaria», asegura su hermana.
Hay un dato en esta historia que provoca un escalofrío. En esa media hora que la madre de Eduardo se ausentó para acudir a la tutoría de su otro hijo, alguien hizo una llamada internacional desde el teléfono de casa. «Pero nunca llevó a nada», apunta Cristina.
La madre de Eduardo falleció hace unos años sin conocer el paradero de su hijo.
Desaparece el 1 de junio de 1994
«La última vez que la vi fue en la estación de tren. Me iba a llevar con ella y con el hombre con el que salía, pero mis abuelos le pidieron que no lo hiciera». Lucía Bercianos tenía cuatro años cuando su madre Adela abandonó el hogar familiar de forma voluntaria para irse con su pareja, un hombre que le sacaba 20 años y con un amplio historial delictivo. Sus abuelos, que han sido los que la han criado, apenas tenían noticias de su hija, salvo por un par de llamadas y alguna carta con regalos que envió para Lucía al poco de marcharse.
«Por favor, cuidádmela mucho y sobre todo dadle todo el cariño del mundo. La he comprado una camisa para que sepa que todavía estoy y existo», escribía en una carta enviada a casa. La última vez que su hermano la vio había cambiado drásticamente. Pasó de tener una larga melena morena a ser rubia de pelo corto y con lentillas de color azul. Cree la familia que «por miedo a sufrir un ajuste de cuentas por las actividades ilícitas de su pareja».
En 1999, después de mucho tiempo sin tener noticias de Adela, se formuló una denuncia de desaparición. Y hasta hoy. «Si una semana sin un ser querido se te hace larga imagina toda una vida», cuenta a este periódico su hija Lucía, que está cien por cien segura de que su madre está viva: «Quiero encontrarla y decirle que es abuela».
Desaparecen el 23 de abril de 1992
Tatuado en la memoria negra de Cantabria, el caso de las niñas de Aguilar es, sin ninguna duda, uno de los más dolorosos de la historia de la región. Hay que remontarse al 23 de abril de 1992, día en el desaparecieron Virginia y Manuela. Se habían escapado de casa con 13 y 14 años, respectivamente. Después de disfrutar de las fiestas de Reinosa y ya cansadas, decidieron regresar.
Se detuvieron junto al parque Cupido, junto a la escalinata de una vivienda. Una de ellas se acercó a la carretera e hizo autoestop. Hay dos testigos que contemplan esta escena: la dueña de la casa, que observa todo desde la ventana, y una segunda mujer que está en la acera de enfrente.
Llega un hombre con un Seat 127 blanco. Ellas suben y es la última vez que se las ve. La testigo en la acera, que mantiene buena relación con la familia, todavía lamenta no haber apuntado la matrícula de aquel vehículo.
El caso fue reabierto el pasado verano a raíz de un programa de televisión que recordaba esta historia y en la que se produjo una llamada de una mujer a la que, un año antes de la desaparición de Virginia y Manuela, le había sucedido algo parecido, también cuando hacía autoestop en compañía de una amiga con la que regresaba de unas fiestas.
En estos momentos el caso se encuentra bajo secreto de sumario y la investigación judicial sigue su curso a través de la Comandancia de la Guardia de Civil palentina.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Mada Martínez | Santander
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.