«No hay que desdeñar las biografías de animales, pueden ser asombrosas»

Hay algo en Cabárceno que cambia cada día, aunque el paisaje sea el mismo, el recorrido idéntico, actualizado quizás. ¿Qué renueva la atracción a un parque que, cada año, recibe más de medio millón de visitantes? «En ese espacio hay nacimientos, peleas, enfermedades, salvaciones, muertes, apareamientos, accidentes como en la vida salvaje, así que cada vez que vas los animales son una novedad», dice Teresa Cobo (Bilbao, 1965), subdirectora de El Diario Montañés, que ha dirigido la mirada hacia los habitantes del parque para revelar sus biografías en su nuevo libro: 'Cabárceno. Animales con historia'.

-Cabárceno cumple 30 años y este libro lo conmemora contando la historia de sus habitantes. ¿Cómo cree que influirá en el visitante conocer el relato vital?

-La idea es ofrecer otra forma de ver a los animales. Mucha gente va allí y disfruta porque son especies llamativas, pero si tú sabes que ese gorila es Niky, que fue capturado de pequeño, que era un animal marginado y aquí se ha convertido en un jefe de manada equilibrado, que tiene tres hijos y debe poner paz entre las hembras, la historia cambia. O si sabes que entre los osos hay un Aragón que fue secuestrado por traficantes, que vino desde Rumanía en el maletero de un coche, que creía ser una persona y tenía pánico a sus semejantes, y ahora descubres que es un oso dominante, piensas que aunque las biografías humanas sean tan interesantes, no hay que desdeñar las de los animales.

- Es lo que supone ponerle nombre a un animal, que al hacerlo el vínculo con él cambia...

-A quienes trabajan con animales no siempre les gusta ponerles nombres porque no quieren que se humanicen, pero al final no es bueno ni malo, son las circunstancias de cada animal. Cuando tiene nombre sabes que hay una historia detrás de él y lo ves de otra manera, no creo que sea negativo: lo importante es que tengan un trato digno y exigir que vivan lo mejor posible. Todos tienen una historia detrás.

-Ha sido visitante del parque durante años, ha escrito un blog, decenas de artículos, ¿qué le ha sorprendido de las historias que se ha encontrado?

-Me sorprende hasta qué punto nos parecemos a los animales y ellos a nosotros. Es verdad que hay que separar y cada uno está en su posición, pero me admira conocer las historias de superación, la capacidad que tienen para superar traumas, cómo sienten envidias y afinidades: son capaces de desarrollar amistades de por vida o de matar por celos. Ellos no tienen conciencia, pero sí sentimientos y no los disimulan; es un observatorio muy interesante, porque manifiestan emociones extremas que nosotros tratamos de ocultar y ellos muestran sin complejos. Somos muy distintos y a la vez parecidos, a lo mejor tendríamos que imitarlos en algún aspecto.

-¿Por qué no se agota la narrativa de Cabárceno a pesar de haberlo visitado tantas veces?

-Porque cada día es distinto. Para empezar, es un espacio muy amplio. Los animales están en un recinto cerrado pero en terrenos muy grandes, lo que les permite desarrollar comportamientos similares a los de la vida salvaje. A veces vas y no ves a los animales, y eso para mí nunca ha sido una frustración, sino un signo de que viven bien. No tengo por qué verlos siempre y tienen sus zonas para hacer vida en la intimidad. Y cuando vas y están, lo agradeces más. Cada día hay juegos entre ellos, peleas, arrumacos, apareamientos, partos, también muertes, accidentes como en la vida salvaje: cuando vas, los animales son una novedad.

-Después de escribir la historia de los animales que lo habitan en este libro, ¿ha cambiado su visión de Cabárceno?

-Conocer sus historias me lleva a empatizar mucho más con los animales de cada especie. A veces vamos al más espectacular y pasamos de largo ante los que pueden parecer más corrientes. Pero de la observación he aprendido que todos son especiales. El libro es una aproximación bastante emocional, no científica, aunque hay muchos datos y mucha documentación. Y toques de humor, que falta hace. Descubres que hasta el animal que parece más soso es capaz de demostrar afecto. Y conmueve que las madres gorilas no puedan abandonar ni un segundo a su cría, el sentimiento con el que la cuidan, y el coraje de las osas al defender a sus cachorros de ataques de los machos dominantes...

-Es su segundo libro, después del que dedicó al túnel de La Engaña. ¿Es una apuesta o una necesidad el periodismo narrativo de largo recorrido que representan trabajos como este?

-No sé si necesario, pero sí atractivo y aportador. Pero es difícil compatibilizar este tipo de trabajos de mayor extensión y profundidad con la labor diaria de los periodistas. Supone un enorme esfuerzo, y siempre agradecerías tener más tiempo, porque para nosotros es imposible dedicarse en exclusiva a escribir un libro.

-¿Entonces no hay dos sin tres?

-(Ríe). La última vez dije que el libro de La Engaña iba a ser hijo único, por lo que explicaba antes, pero ha sido una propuesta del director del periódico, Íñigo Noriega, y con el tiempo que ya le había dedicado a los animales del parque, sobre todo a Aragón, no era para rechazar la oportunidad. Quién sabe. Yo ya no digo nada.

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