
Desvelos tras la barra de un bar
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Futuro incierto. Veinte propietarios reflexionan sobre un horizonte lleno de dudas y que supondrá cierresA dos la llamada les pilla en la cola del banco. Créditos. Otra cuenta que se lleva las manos a la cabeza. «No podemos mantener la misma distancia en un tres estrellas Michelin que en un bar», explican en otra conversación. Son charlas largas. Desahogos. «Si antes ya todo era dificultad para sacar un negocio...». A los propietarios de los bares no les caben las medidas que se escuchan en sus locales ni la preocupación en el cuerpo.
«¿Mamparas? Igual las pones y luego te sobran, o no lo haces y cuando vas no tienen». Incertidumbre. Lo repiten. Y que los ERTE deben ser progresivos («supongo que la presión social lo consiga porque económicamente no hay quien lo aguante»), que deben facilitar las terrazas o que, si caen ellos, van muchos detrás. «Hablaba con un proveedor que tiene 190.000 euros en la calle. ¿Cómo va a cobrar?». Su esperanza –afirman varios– es que en Cantabria se pueda abrir antes y que no pierdan del todo el verano. «Leí que más de 40.000 locales en España no abrirían ya a día de hoy. Imagínate si esto lo extrapolas a más tiempo». Eso sí, unos cuantos tienen claro que si en la caja no va a entrar dinero, perderán más abiertos que cerrados. «Los autónomos –remata una– tenemos una fuerza especial». Les va a hacer falta.
Ricardo Lamadrid | Casa Vejo (Reinosa)
«Separación de mesas, limitaciones... Lo veo complicado. Prefiero no abrir que hacerlo para trabajar a un 30%. Estamos parados, sin facturar, pero si tienes que volver con todo el personal tras el ERTE y con la materia prima y estás al 30%, las pérdidas son más grandes. No sabes las reglas de juego e igual tienes que hacer inversiones que luego te cambian. Si a nivel nacional no ves un rumbo claro no puedes tomar decisiones».
Ignacio García | Pub Groucho (Laredo)
«Lo que llega es alarmista. Estamos adelantando a los empleados porque no han cobrado. Anuncian cosas que, de momento, no llegan. Y vendrá un problema serio con los alquileres. Hablan de medidas, pero en un pub es de tú a tú. Son negocios de trato, de cercanía... Si eso lo tenemos que quitar tendremos que reinventarnos, así no lo veo. Casi prefiero estar cerrado que abrir con mascarillas y distancias porque lo veo inviable».
Carlos Crespo | Vermutería Solórzano (Santander)
«En mitad del ojo del huracán se puede pensar poco. Sólo en que haya noticias (test, vacunas...) que den confianza. Alfombra sanitaria, gel, distancia... En los bares no vale, muchos sólo son una barra de 7 metros y es difícil soportar abierto al 50%. Comer unas rabas a un metro, no sé cómo se puede hacer en un bar. No me lo imagino con mascarilla, guantes y a distancia. En los bares no me entra en la cabeza. No veo Peña Herbosa así».
Jorge Andrés Burges | Kuman (Torrelavega)
«No creo que muchas empresas sean viables con mucho menos de lo que tenían antes. Ya estaba ajustado. Si me cuesta abrir la puerta entre 800 y 1.200 euros diarios, no puedo facturar 600. Un mes aguantas, cuatro o cinco no. Distancias, medidas... Va a costar mucho y no tenemos patrimonios para aguantar un largo plazo. Se nos va a permitir trabajar a ritmos inferiores y dudo que los pagos y los costes bajen en ese porcentaje».
Álvaro Obregón | La Brújula (Santander)
«La incertidumbre es lo peor que nos puede estar pasando. No saber cuándo vamos a abrir ni de qué manera. Si hay que tomar medidas, las tomaremos, pero los negocios pequeños tendrán problemas. Y tenemos miedo a hacer montajes importantes (mamparas y otras cosas) que luego sean para tres meses, como con el tabaco. Por otro lado, las medidas de ayuda parecen fáciles cuando se anuncian, pero luego no son tan fáciles».
José Ángel Santamaría | Bar Torrelavega (Torrelavega)
«Llega tanta información y tan distinta que no sabes. El que no tenga ahorros o pida créditos tendrá que cerrar. Será imposible. Hay gastos que no puedes quitar y no entra un duro. Mi empleado no ha cobrado lo que le tienen que pagar ni siquiera de marzo y tiene tres hijos. No le puedes dejar tirado. Y en un bar donde la gente se mezcla será difícil. Dependerá de nosotros mismos, de la propia gente el autodistanciarse».
Óscar Solana | Taberna La Solía (Liaño)
«Necesitamos concreción. Habrá un descalabro, otros muchos saldrán adelante, pero no podemos intentar construir un futuro sin saber. ¿Que dicen que en diciembre? Cerramos todos. ¿Que en septiembre? Se salvará alguno. ¿Que en junio? Más. Pero necesitamos una norma clara. El hostelero es conocimiento más creatividad, por actitud –H=(C+C)xA–. Ahora habrá que pensar y crear, y poner mucha actitud, pero tenemos que saber para qué».
Gerardo Campos | La Cepa del Papi (Santander)
«Es pronto hasta para pensar en cómo abriremos. El hábito no lo podrán cambiar, pero habrá una transición. Y ningún bar tiene distancias para esto. Serán las medidas que nos marquen y el respeto de cada uno, pero en barra lo veo difícil. Si salieron de una posguerra, nosotros tendremos que salir de esto. Lucharemos, pero no sabemos cómo. Yo voy a aguantar todo lo que pueda, pero muchos no podrán. Va a dejar una muy gorda».
Sebastián Larralde | Café-Bar Siete Villas (Santoña)
«Incertidumbre, gastos fijos, no tener perspectiva... Todo especulaciones y la situación es crítica. Tenemos personas trabajando con una relación íntima. Decirle que no le necesitas porque vas a facturar la mitad y no puedes asumir su sueldo es duro. Es inasumible estar cerrados hasta diciembre, como se dijo. Tenemos la esperanza de que en Cantabria se abra antes. Y si no cambia la norma del ERTE, imposible. No habrá con qué asumir eso».
Camino Cotera | Los Camachos (Potes)
«Somos uno de los sectores más perjudicados. Cuando escuché lo de diciembre se me cayó el alma a los pies. Es el cuándo y la manera de volver. ¿Cómo te vas a tomar una cerveza con mascarilla? No va unido al concepto de bar que todos tenemos. Tener terraza nos va a favorecer, pero los locales son pequeños en su mayoría. Además, en Liébana todo está ligado al turismo. Hablan de ayudas, pero mucha teoría y práctica poca».
José Ramón Martínez | Quebec (Santander)
«Lo primero es congelar la parte financiera de la empresa. Sin ingresos, minimizar gastos. Si no, imposible. Respecto a abrir, la confianza total no llegará hasta la vacuna. Pedimos la apertura, pero con un mínimo de garantía de venta. Si para un café te tienes que poner aletas y escafandra es absurdo. ¿Oxígeno para tirar? Sí, pero depende de cuántas horas bajo el agua. Y que el ICO no sea para pagar al banco el crédito que ya tenías».
Marta Varela | JaMar (Liencres)
«Tocará reinventarse. Para los locales grandes hay más opción y los pequeños trataremos de tomar medidas no muy costosas ni muy restrictivas, porque, sino, estamos muertos. Cierta limitación de aforo, facilidades para terrazas... Trabajamos mucho la comida para llevar y a lo mejor nos implica poner servicio a domicilio. ¿Hasta diciembre? No. O levantan el pie pronto o la hostelería muere. Y con ella, lo que aglutina, que es mucho».
Sergio Gómez | Little Bobby (Santander)
«Lo peor es la incertidumbre. Cada uno dice una cosa. Habrá una pérdida de clientes porque no van a salir, por la pérdida de poder adquisitivo (y las copas no son un bien de primera necesidad, como la leche) y por las restricciones de aforo, que obligarán a un control de accesos. Pero no sé cómo se mantendrá la distancia interpersonal en un bar de copas una vez dentro. El súper es un ejemplo: aunque no quieras, te cruzas».
Juan Ramón Álvarez | El Castril (Pechón)
«El problema es en qué condiciones abrir. Es ocio. Una cerveza con tres amigos con mascarilla, no. No vamos a sacar lo suficiente y 'como sea' no hay que abrir. Con esas medidas no estarás a gusto. No serán factibles muchas situaciones cotidianas. La hostelería, si no es en circunstancias relativamente normales, no le veo sentido abrir. Y está la salud. Si alguien se contagia, se estigmatiza el local. Y si soy yo tengo que cerrar quince días».
Alexandra Boja | El Zapato Rojo (Sarón)
«El dueño del local da facilidades, pero los gastos que vienen son tremendos. No sabemos qué se va a hacer, pero es posible que tengamos que cerrar. Vivíamos del fin de semana, de 6-7 horas. Si pasas de 1.500 a 200 no podríamos aguantar. No tenemos deudas y no nos planteamos entrar en ellas. Con cinco empleados y la normativa del ERTE... Echaremos cuentas y hablaremos con ellos para hacer un esfuerzo entre todos. Si no, es inviable».
Eva de la Hoz | Bar Ges (Solares)
«Intentamos hablar poco porque tengo una hija de cuatro años. No me voy a gastar un dineral en mamparas. Es un local pequeño y no pienso gastar un euro. Pasará. Si tengo que aguantar seis meses con comida para recoger, lo haré. Me sobrará gente y tiraré de una hucha que no era para esto. Es una contradicción: estoy deseando abrir, pero no lo veo claro. Pienso que no se podrá abrir hasta la vacuna y en que no puedo estar parada».
Gladys Oslé | Cafetería Oslé (Sarón)
«La hostelería ya atravesaba una crisis. Con el control horario se ajustaron cosas y elevó los costes. Y también los gastos fijos. Así que ahora muchos van a cerrar y a muchos de los que abrirán, más les valdría. Con todo el personal, aforo reducido, gastos fijos de los que nadie habla (extintores, plagas...). A nosotros nos salva que la cafetería es sólo una parte (son panadería) del negocio. El tapeo en barra o los bares de copas. ¿Qué harán?».
Gregorio del Amo | La Cátedra (Santander)
«Nos ha tocado vivir esto y tendremos que tirar. Pedirán medidas y veremos la actitud del cliente. El miedo es palpable. Estás entre la incertidumbre y la esperanza. Nos gustaría que concretaran lo que habrá que hacer para prepararnos. Si hay que guardar uno o dos metros, los bares pequeños se ocuparán con poco. Espero que los ayuntamientos sean flexibles con las terrazas. Y yo tengo también discotecas, algo de lo que no se trata».
Ignacio Peñil | Casa Lita (Santander)
«En lo nuestro, la hora punta es de ocho a once y esos amontonamientos van a desaparecer. Aunque no se limitara el aforo, la gente se va a autolimitar. Si pasa por la calle cuando vienen de frente, imagina en un bar. Los negocios sólidos pueden asumir un año perdido, pero nadie sabe si habrá rebrotes. Y el que viene, a ver. Muchos no subirán la verja. Un mes perdido equivale a seis trabajados y, si abrimos, agosto será como febrero».
Ínmaculada Martínez | La Abadía (Guarnizo)
«Sólo hay gastos y aquí no ha llamado nadie para rescindir una cuota. Cerré en horas y sólo en mercancía he perdido 4.000 euros. Lo mínimo, claridad. Que nos digan. Tengo quince empleados y no voy a tener trabajo. Es muy duro. Puedo aguantar un mes. No sé. O en junio empiezo a funcionar o nada. Los ERTE deben ser progresivos y que no nos acribillen al volver si a puerta cerrada ya tenemos que hacer inversiones. Que nos den luz».
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