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José Alberto López, entrenador del Real Racing Club, guarda un recuerdo entrañable de las Navidades de su infancia, marcadas por la ilusión y la sorpresa. «El regalo más especial que nos hicieron mis padres fue un futbolín, cuando tenía seis años y mi hermano cinco. Fue una sorpresa increíble porque venimos de una familia humilde.Nunca nos faltó nada, pero tampoco sobraba», recuerda. Y es que los Reyes Magos ya anticiparon que el futuro del ovetense sería el fútbol.
En su casa, Papá Noel solía traer juguetes y los Reyes regalos más prácticos, pero aquel año le trajeron el futbolín, algo inolvidable para él. «Recuerdo que de pequeño esa noche no pegaba ojo, me levantaba mil veces para ver si los Reyes ya habían pasado. Siempre nos cambiaban los regalos de sitio para que no los encontráramos».
Ahora, como padre, vive esas mismas emociones contagiado por la ilusión de sus hijos, especialmente del pequeño, disfrutando la magia de las Navidades como cuando era niño.
Teresa Gareche, actriz y creadora de contenido, recuerda las Navidades de su niñez como un tiempo lleno de bullicio y creatividad. «El regalo al que más cariño guardo es un micrófono de pie. Tenía unos nueve años y con él organizaba actuaciones con mis primos en el pueblo, en Güemes. Presentábamos, cantábamos y actuábamos. Lo mío era vocación desde pequeña», cuenta.
Para ella, estas fechas eran muy intensas. «Por la noche me ponía muy nerviosa por si pillaba a los Reyes Magos, me daba miedo. Pero también me encantaba tener la casa llena de familia. Me daba mucha pena cuando se iban».
Hoy, aunque sus Navidades están marcadas por los horarios de su trabajo como autónoma, sigue disfrutándolas con la misma ilusión. «Aprovecho para hacer algún vídeo con mi familia, les organizo para que actúen. Estas fechas me siguen gustando, aunque entiendo que a algunos no tanto; a veces las conversaciones se ponen intensas, como en el Congreso de los Diputados», comenta entre risas.
El piloto admite que nunca ha sido especialmente navideño, pero con el tiempo ha aprendido a disfrutar más de estas fechas. «Antes no ponía mucha decoración en casa, pero ahora ya pongo el árbol y todo porque solemos juntarnos con amigos y familia. Cada vez lo vivo más, aunque lo peor es recogerlo después», comenta con humor.
En su infancia, las Navidades eran sencillas. «Siempre hacía ilusión, sobre todo los regalos, pero en mi casa no se vivían con mucho furor. Cuando era pequeño solo celebrábamos los Reyes, casi ni sabía quién era Papá Noel, eso es algo más moderno», recuerda.
De aquellos años, el regalo que más le marcó fue una pequeña moto de gasolina. «No sé cuántos años tendría, pero me encontré esa moto y flipé. Sin duda fue el regalo que más ilusión me hizo. Qué mejor que una moto, ¿no? Siempre me habían gustado, aunque ni recuerdo si fue algo que yo pedí», explica. A día de hoy, ese momento sigue siendo uno de sus recuerdos más especiales de las Navidades de su niñez.
A Rulo le trajeron con once años un regalo que marcaría su vida: su primera guitarra eléctrica. De ahí surgieron los primeros acordes de una trayectoria musical que ya ha superado el cuarto de siglo. «Me la dejaron en la Peña Detroit de Reinosa, de la que formaba parte mi padre». El músico cuenta que llevaba años pidiendo en su carta ese instrumento hasta que, por fin, esas Navidades los Reyes Magos cumplieron su sueño. «El mejor regalo de mi vida», reconoce.Rulo recuerda que en aquellos años de su niñez su Rey favorito era Melchor, que le daba «miedo» Baltasar y que esperaba ese mágico 6 de enero con «muchos nervios e ilusión». Nunca se perdía la Cabalgata de Reinosa, a pesar de la nieve y el frío, y corría en busca de los caramelos que lanzaban desde las carrozas. Ahora, padre de tres hijos, dos de ellos aún pequeños, a Rulo le toca vivir los Reyes Magos desde «el otro lado», aunque «la alegría e ilusión de mis hijos hace que reviva la magia de esa noche como si fuera yo también un niño».
Sara Huete, artista cántabra conocida por sus collages, recuerda las Navidades de su infancia con mucha inocencia y momentos especiales. «Pedir no pedía mucho, pero me traían muchos recortables, que entonces llamábamos mariquitas. De ahí me viene lo del recorte y el collage. También pedía cómics como el de Daniel el Travieso o el de Zipi y Zape», comparte.
Uno de los regalos que más le marcó llegó de su abuela: unos vestidos para su Barbie antigua. «Tendría unos siete años. A partir de ese regalo empecé a hacer vestidos yo misma; manejaba bien las tijeras y era mañosa. Para mí aquello fue un descubrimiento», recuerda con cariño.
Aunque las Navidades han cambiado, Sara sigue disfrutándolas. «Ahora doy mis regalos en Nochebuena porque es difícil coincidir con toda la familia, pero mi hermana y mi cuñado siguen con los Reyes. El día 6 voy a su casa y, aunque seamos mayores, es bonito mantener la tradición. Por supuesto, no puede faltar el roscón, que me gusta mucho», confiesa.
El Guardia Civil y ganador de Supervivientes echa la vista atrás y comparte sus Navidades más especiales:. «Pasábamos Nochebuena y Nochevieja en Santander con mis abuelos y mi hermano, y los Reyes en Reinosa, donde siempre había nieve. Hacíamos muñecos de nieve y nos tirábamos con plásticos por las cuestas», rememora.
De aquellos años, el regalo que más ilusión le hizo fue un tren de juguete que le trajeron los Reyes. «Fue el único año que pasamos los Reyes en Santander. El tren llevaba una pila en la cabeza tractora, montabas las vías y movía los remolques. Incluso traía unos coches. Fue una sorpresa».
Hoy en día, al ser padre de cuatro niños, Jorge ha redescubierto la magia de estas fechas. «Las Navidades tienen fases. De niño es pura ilusión, de adolescente piensas más en salir, y luego hay un tiempo en el que te dejan un poco indiferente. Pero cuando tienes hijos, lo vives como cuando eras niño. Te contagias de su ilusión y todo vuelve a ser especial», reconoce.
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