Secciones
Servicios
Destacamos
La política, decía con insuperable mordacidad el liberal británico Ernest Benn, «es el arte de buscar problemas, hallarlos por doquier, diagnosticarlos incorrectamente, y aplicar el ... remedio equivocado». En vez de arte de lo posible, ciencia de enredar. Esto puede ser cierto también de partes específicas de la política, como por ejemplo la económica, donde la lista de remedios a menudo parece más un manual de envenenamiento que un vademécum de fármacos.
Acabamos de conocer el PIB (valor de los bienes y servicios producidos por una unidad territorial en un periodo de tiempo) por habitante de Cantabria en 2016. Cuando colocamos en una gráfica todos los años desde el cambio de milenio y consideramos este dato cántabro comparado con el resultado de toda España (=100), pronto salta a la vista una evolución determinada. Siempre hemos tenido esta cifra de prosperidad económica por debajo de la media. Sin embargo, en 2002 nuestro indicador superaba el 94%; la convergencia era algo imaginable. Pero nunca hemos vuelto a estar ahí en los siguientes 15 años. Nuestra línea es generalmente decadente, y lo peor se ha producido en los dos últimos años computados (2015-2016), pues hemos quedado por debajo del 90% por primera vez en el siglo.
Nuestro ‘arte de buscar’ nos persuade de que, Houston o Ampuero, tenemos un problema, pero solo si es un problema que a los demás les vaya mejor. Ahora habría que «diagnosticarlo incorrectamente». Es lo que sucede cuando se dice que la culpa es ora de Zapatero ora de Rajoy. Un proceso continuo desde 2002 a 2016 implica a casi todos, incluidos los ‘emergentes’ que han determinado los tres últimos presupuestos regionales. El dinamismo convergente de Cantabria se frenó a poco de comenzar el XXI; casi diríamos que ha sucedido con el euro (pero no se debe afirmar que ‘por’ el euro, lo que requeriría estudios sesudos).
Sólo nos queda la tercera fase de Benn: aplicar el remedio erróneo. Intervenciones puntuales en la Puebla Vieja de Laredo sin una visión trascendente. Desdeñar el proyecto del Museo Reina Sofía y el Archivo Lafuente (los genes del paleolítico, que eran genes de pura creación artística, ya han desaparecido de nuestro ADN). Aumentar el gasto corriente a favor de los que ya comen caliente olvidando al resto, que gastaría toda su renta inmediatamente en consumo. Prolongar las acciones estratégicas durante, literalmente, décadas. Destinar al banco los tributos cobrados en exceso a los vecinos (como no necesitamos inversión…). Ser inconstantes, por partidismo, en las grandes iniciativas. No sé si usted tuvo que aprender en la escuela aquellos diagramas de John Venn para explicar con círculos la teoría de conjuntos; pero el diagrama realmente perfecto es el de Benn.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias seleccionadas
Ana del Castillo
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.