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Los mayores de 90 años fueron los tristes protagonistas del exceso de mortalidad registrado en Cantabria en los primeros siete meses de 2022. Sufrieron el azote de las infecciones respiratorias, por covid sobre todo, pero también las consecuencias de la «larga» ola de ... calor de julio, que puso a prueba su función cardiovascular, en muchos casos con descompensaciones imposibles de superar. No fueron los únicos, pero sí los peor parados del negro balance de esa primera parte del año, en la que Cantabria registró una tasa de mortalidad excesiva, muy superior a la estimada y muy por encima de la experimentada en el resto de comunidades autónomas. Sólo entre nonagenarios y centenarios, Cantabria perdió a 1.308 personas, seis de media cada día. Un dato que eleva la tasa de mortalidad en este grupo de población hasta los 133,3 por cada mil habitantes, «una de las más altas de la historia reciente».
Así lo constata el informe elaborado por el equipo de la Consejería de Sanidad que ha examinado y valorado las causas de ese llamativo exceso de defunciones de la primera mitad del año (julio incluido), obtenido a partir de los datos recabados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), que unifica toda la información sobre mortalidad, y que comparó las cifras de 2022 con las del año anterior. Dándose la circunstancia, como explica el director general de Salud Pública, Reinhard Wallmann, de que en Cantabria supuso justo enfrentar los periodos «con más y menos mortalidad» desde 2009, año que se ha tomado como referencia para dibujar la evolución. El resultado llevó a la región directa a la cabeza del ranking. Y dejó en el aire varios interrogantes: ¿Qué ha pasado en Cantabria? ¿A qué se atribuyen las muertes de más? ¿Por qué difiere tanto el resultado con respecto a territorios con tasas de envejecimiento similares?
El informe sostiene que presentar solo este indicador (la diferencia de un año a otro) «resulta insuficiente para poder hacer un análisis detallado de la situación de la mortalidad». De ahí que se haya añadido el contexto, repasando los datos de la población cántabra en función de la edad y el sexo, así como las principales causas de muerte, los factores externos que han podido influir y comprobando en qué medida ese aumento de la mortalidad se produce de forma paralela en el resto de las autonomías. De entrada, el estudio confirma que el progresivo envejecimiento de la población cántabra hace que aumente el número de candidatos a sufrir complicaciones de salud, sea cual sea la patología.
De la misma forma que las tasas de natalidad caen sin freno desde hace más de una década, la esperanza de vida ha ido añadiendo años, hasta situarse en Cantabria en los 83,6 años, según el dato de 2021. Cada vez son más las personas catalogadas como vulnerables. Y ahí va un ejemplo claro: «Desde 2009 prácticamente se ha duplicado la población mayor de 90 años». De los 5.116 que figuraban en el censo hace trece años a los 9.814 que se contaban en el arranque de 2022. Pero en el periodo analizado por ese exceso de mortalidad (de enero a julio) ha fallecido un 13,3%, uno de cada diez. Y esos dos meses en concreto fueron los que acumularon más víctimas en este grupo de edad.
Junto a ellos, también perdieron la vida 1.324 personas de la franja de 80 a 90 años y otras 1.145 de entre 60 y 79 años. Sumadas a las 296 registradas en edades inferiores, la lista de muertes llegó a los 4.069, un millar más que en el mismo periodo del año 2021, cuando curiosamente, pese a tratarse del segundo año de pandemia, se había rebajado «levemente» la mortalidad. «Fue un año atípico», señala el estudio. Así, frente a las 3.836 víctimas contabilizadas en los siete primeros meses de 2020 -entonces la tasa de mortalidad se situó en 6,6 casos por cada 1.000 habitantes-, al año siguiente la cifra fue de 3.036, bajando en consecuencia la tasa hasta los 5,2 casos por cada 1.000 habitantes. Sin embargo, en 2022 la tendencia volvió a invertirse, y no sólo superó el balance del año anterior, sino que elevó la tasa de mortalidad hasta los 7 casos por mil habitantes, la más alta de la serie analizada en este informe que firman Luis J. Viloria, desde la Unidad de Vigilancia Epidemiológica, y Javier A. Canelas, desde la Unidad Docente de Medicina Preventiva de la Dirección General de Salud Pública.
En su análisis, los autores dejan claro que «las conclusiones se han extraído a partir de datos que todavía no están consolidados». Y puesto que «son estimaciones, puede ocurrir que cuando se vuelvan a analizar, estas conclusiones sufran modificaciones». Pero las principales causas de fallecimiento que explican ese exceso de mortalidad las tienen identificadas. Apuntan a las enfermedades cardiovasculares (infarto, insuficiencia cardiaca, ictus, etc) -ahí atribuyen a la ola de calor de julio, prolongada durante 18 días, gran parte de la culpa del repunte- y a las patologías respiratorias. En este último caso «coinciden los valores más altos de mortalidad con las semanas con una incidencia de covid mayor».
Es más, en el mes de julio los datos indican «dos picos de mortalidad», uno por enfermedades respiratorias, que «coincide con la octava ola de covid», y otro por enfermedades cardiovasculares, que el propio informe destaca como «más llamativo» y que «podría tener una relación directa con la ola de calor, como aseveran diferentes estudios» que Salud Pública cita en la bibliografía. En ellos se expone que «las tasas de mortalidad por enfermedades cardiovasculares parecen estar asociadas con las altas temperaturas, especialmente cuando se producen durante días consecutivos» -la de julio se prolongó del 9 al 26- y que «el aumento de la demanda cardiovascular de las altas temperaturas ambientales, con o sin la tensión añadida del esfuerzo físico, puede ser especialmente desafiante en los seres humanos de edad avanzada». En resumen, «para estas personas, las olas de calor pueden ser a menudo fatales», «no por golpe de calor -matiza- sino debido a la tensión cardiovascular».
Respecto al cáncer, otra de las principales causas de mortalidad, junto a la patología cardiovascular, no se han apreciado variaciones. En cuanto al sexo, el único apunte destacable es que «en el periodo 2018-2022 (siempre centrado en los meses de enero a julio) las mujeres fallecen a una edad más avanzada que los hombres».
Por comunidades
El informe elaborado desde la Dirección General de Salud Pública señala que la incidencia de mortalidad en el periodo analizado (de enero a julio de 2022) indica que Cantabria es la cuarta comunidad autónoma con la tasa más alta (7,26 defunciones por cada mil habitantes), por detrás de Asturias (8,1), Castilla y León (7,9) y Galicia (7,7), aunque «el indicador de variabilidad del INE –la diferencia con respecto a 2021– nos sitúa a la cabeza de España». Asimismo, Aragón y Extremadura presentan tasas de mortalidad cercanas a la de Cantabria. Y le siguen País Vasco y La Rioja. En sus conclusiones, los autores confirman que las autonomías más envejecidas son las que tienen la tasa de mortalidad más elevada. A la cola de ese ranking que lidera Asturias se sitúan Madrid y Baleares, con la mitad de tasa de mortalidad: 4,43 y 4,75, respectivamente.
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