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La llegada del coronavirus a España rompió los esquemas de muchos de los ciudadanos que hasta ese momento disfrutaban plácidamente de los servicios y comodidades de las grandes urbes de las comunidades autónomas más pobladas. En cambio, la holgura y relativa tranquilidad que la pandemia ... concedió a las regiones más pequeñas hizo que algunos de ellos, apoyados por la posibilidad del teletrabajo, cambiasen de aires y se instalasen en la que hasta ahora había sido su segunda residencia o simplemente su destino vacacional. Cantabria salió beneficiada. Según la Estadística de Variaciones Residenciales que analiza el Instituto Cántabro de Estadística (Icane), la mayor diferencia de 2020 se registró en las altas padronales procedentes de otras autonomías, que crecieron en un 18,6%. En términos absolutos, 9.931 personas hicieron las maletas y se vinieron a vivir aquí, una cifra récord.
El largo confinamiento al que fue sometida la población modificó, en parte, su planificación del futuro. El Instituto Nacional de Estadística (INE) contabilizó un saldo positivo para la región de 5.533 por variaciones residenciales –el dato más elevado desde 2008–, que se tradujeron en 24.595 altas y 21.141 bajas en el padrón. A pesar de que la mayoría de cambios se registraron entre municipios, llama especialmente la atención el número de ciudadanos llegados de otros puntos del país. Por comunidades, quienes más aportaron fueron País Vasco (un 29,7% del total, 2.950 personas), Madrid (21,1%, 2.095) y Castilla y León (12,4%, 1.233). Por provincias, Vizcaya fue la que más altas produjo: 2.600. Se da la circunstancia de que fueron estos mismos territorios los que acogieron a los cántabros que decidieron salir. 1.677 se empadronaron en elPaís Vasco, 956 en Madrid y 831 en Castilla y León.
El saldo residencial es muy positivo para Cantabria puesto que el número de municipios que crecieron en población aumentó en un 25%. De los 72 que lo habían hecho en 2019, a los 90 del año pasado. Castro Urdiales, Piélagos y Camargo coparon esta clasificación.
El caso de Castro Urdiales es particular por su cercanía con el País Vasco, ya que ganó 821 empadronados. El estudio también refleja que, principalmente, estos noventa términos recibieron altas procedentes de otros municipios de España, a excepción de Santander, que lo hizo de ciudadanos que llegaron procedentes del extranjero.
En el lado opuesto se encuentran las doce poblaciones que perdieron habitantes durante el primer año de la pandemia. Colindres, Cabezón de Liébana y Los Corrales de Buelna fueron los más damnificados. Destaca, en cambio, otros que en 2020 registraron cifras positivas después de unos años con más bajas que altas. Aquí se sitúa, por ejemplo, Camargo, Santa Cruz de Bezana o Cartes. Este último pasó de tener saldo negativo en 2019 (-50,) a positivo en 2020 (26).
El estudio exhaustivo del padrón permite observar particularidades en los movimientos. Los que cambiaron de residencia, afirma el Icane, «lo hicieron principalmente hacia municipios intermedios fuera de los grandes centros urbanos, pero con cercanía a los mismos». En otras palabras, dejaron la ciudad por zonas más pequeñas no demasiado alejadas. Por ejemplo, el éxodo en Santander benefició a Piélagos, que registró un saldo positivo de 375 movimientos, Santa Cruz de Bezana (226), Ribamontán al Monte (89), Camargo (88) o Santa María de Cayón (66).
Torrelavega, por su parte, nutrió a Miengo (118), Suances y Puente Viesgo (estos dos últimos, 63 cada uno). En la zona oriental, Laredo y Castro Urdiales enviaron residentes a Meruelo (71) Voto (67) y Bárcena de Cicero (54).
«En este asunto, los humanos somos muy racionales», argumenta Juan Carlos Zubieta, sociólogo y catedrático de la Universidad de Cantabria (UC). «Lógicamente, buscamos la mejor calidad de vida posible. Los recursos económicos influyen en la posibilidad de elegir y las circunstancias familiares también son importantes», añade.
Sin embargo, considera demasiado precipitado y no cree que exista una tendencia que demuestre que la población esté abandonando los núcleos urbanos para instalarse en zonas rurales. Para determinarlo, explica, «serían necesarios estudios cualitativos que recogieran las motivaciones de las personas para cambiar de lugar de residencia». Eso sí, los datos del INE y del Icane muestran algunos indicios. «Es cierto que, debido a la larga pandemia, ha habido algunas personas que han tomado la decisión de dejar el piso en la ciudad para irse a una vivienda amplia en una zona rural;pero ese grupo es reducido y, en bastantes casos, con unas circunstancias particulares», explica.
Éxodo
Movimientos internos
Extranjería
«Muchas ya tenían allí segundas residencias, otros eran jubilados sin cargas familiares y también estaban los profesionales que tenían la posibilidad de teletrabajar y, por tanto, no necesitaban desplazarse a diario al núcleo urbano», concluye.
El amplio estudio del padrón también muestra alguno de los gustos de los ciudadanos que antes de la pandemia vivían fuera de la región. Así, el número de municipios que presentaron mayor variación residencial en 2020 creció en 91 de los 102 existentes, un 89% más que en 2019. Pero, si se analizan los movimientos por separado, se puede deducir que los saldos más positivos se concentran en la franja costera, especialmente en la oriental y en la central. Así, los más destacados el año pasado fueron Castro Urdiales, Santander, Piélagos, Laredo, Suances, Ribamontán al Mar, Santoña, Guriezo y Bareyo.
El crecimiento de la población en Cantabria durante el primer año de la pandemia del coronavirus se basó, además de en las personas llegadas de otras comunidades españolas, en el número de inmigrantes extranjeros que eligieron la región para vivir. Su saldo residencial fue positivo a pesar del férreo cierre de las fronteras nacionales e internacionales que determinaron las autoridades gubernamentales y sanitarias para frenar la expansión del virus.
En este sentido, se contabilizaron 3.597 altas y 1.518 bajas en el padrón. Las primeras cayeron un 41% con respecto al año anterior y las segundas, un 47%. Aun así, los núcleos más poblados Cantabria fueron los que más foráneos acogieron. Sobre todo aquellos de más de 20.000 habitantes, que en su conjunto son los que reúnen a más de la mitad de la población total. Santander lideró esta acogida con un saldo (altas menos bajas) de 1.059 movimientos, seguida de Torrelavega (188), Camargo (114), Piélagos (72), Castro Urdiales (62), El Astillero (57), Santoña (42), Reinosa (41) y Laredo (40).
Padrón Municipal
Los datos del INE del último Padrón Municipal de Habitantes revelan que Cantabria, hasta la llegada del coronavirus, había crecido en población. La cifra oficial, a 1 de enero de 2020, era de 582.905 habitantes, lo que representa el 1,23% del total del país. La subida fue positiva por segundo año consecutivo, con un aumento del 0,31%: 1.827 habitantes.
La ganancia en la comunidad, según el Icane, «es consecuencia del importante incremento de la población extranjera, que a diferencia de la española, que decreció un 0,23%, experimentó un crecimiento del 9,5%. Con esta subida, la proporción de extranjeros sobre el total de residentes se elevó un año más, al pasar del 5,6% en 2019 al 6,2% en 2020. De esta manera, de los 582.905 habitantes de Cantabria, 547.009 eran españoles y 35.896 foráneos (3.113 personas más que un año antes).
La población cántabra nacida en el extranjero proviene principalmente de países de América, un 56,5%, y de Europa, un 30,2%. El resto de continentes representan pequeños porcentajes: África, un 8,9%; Asia, un 4,1%; y Oceanía, un 0,3%. Por municipios, el gran peso de este colectivo es especialmente llamativo en Cillorigo de Liébana, donde el 13,2% de sus residentes son extranjeros, seguido de Potes (9,5%), Noja (9,3%), Santander (8,7%) y Castro Urdiales (8,4%).
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