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Las protestas de ganaderos y agricultores comenzaron el pasado enero en Galicia, Aragón y País Vasco, y todo ello se tradujo pronto a Cantabria, cuando el pasado 3 de febrero las organizaciones agrarias UGAM-COAG, Asaja y UPA se concentraron frente a la Delegación ... del Gobierno, en Santander. Defendieron el lema 'Por un futuro con agricultores y ganaderos'. Como mensaje global reivindicaron su papel al frente de un sector primario que se ha demostrado esencial en la producción alimentaria y la salvaguarda de un entorno rural que, de lo contrario, está condenado al abandono y deterioro. En lo concreto, hicieron especial énfasis en la denuncia de la «grave crisis de precios de los productos agrarios en origen, que sin embargo no repercuten en la rebaja en la venta al público», y que además son «insuficientes a todas luces para cubrir los costes de producción».
Este desfase de cifras supera en los casos más llamativos hasta el 400%. La carne de ternera, por ejemplo, que se paga en la explotación a 4 euros el kilo –la canal, después de quitar tripas y piel–, puede superar los 14 cuando se expone en el mostrador de la carnicería. Con los arándanos, un producto que cuenta con una producción importante en la región, el margen es aún mayor. A cuatro euros el kilo lo vende el productor para alcanzar luego de cara al público hasta los 16 euros, lo que supone un incremento de cuatro veces el precio en origen. Pero para encontrar el margen más abultado hay que centrarse en el tomate. De los 0,5 euros el kilo que se paga en la huerta, llega a alcanzar hasta 4 euros en el supermercado. La desigualdad alcanza, en este caso, el 800%.
«Es un dato que no nos sorprende porque es habitual, y hay veces en que hemos alcanzado hasta el 1.000% en algún género», explica Gaspar Anabitarte, secretario general de la Unión de Ganaderos y Agricultores Montañeses (UGAM)-COAG. «O se le pone freno a esto o estamos condenados a desaparecer porque no hay manera de que nadie pueda sostener una explotación en estas condiciones en los tiempos que corren, cuando el pienso, la luz y los combustibles son cada vez más caros». Anabitarte defiende una idea compartida por todo el sector, porque en el análisis histórico los costes se han incrementado mucho en todas las cadenas de producción y nada de eso ha tenido traducción real en lo que se les paga a ganaderos y agricultores.
El producto estrella, que ha servido tradicionalmente para luchar por este objetivo, por ser el más visible, es la leche. A día de hoy se paga a 0,33 euros el litro al ganadero, pero supera con facilidad el euro cuando se vende en un brick.
«Los productos ganaderos y agrícolas están sufriendo un desprestigio que no tiene sentido», reivindica el consejero Guillermo Blanco. De un lado están las acusaciones en torno al maltrato animal, o en relación al impacto que las explotaciones ganaderas tienen en el cambio climático por las emisiones de los animales que se traduce en un incremento del metano en la atmósfera. «En Cantabria, donde unas cuantas cabezas pastan en el prado, se produce el efecto contrario porque el pasto es el gran sumidero de CO2», cuenta. «Además hay que saber que se pueden vender sucedáneos como la leche de soja pero eso no es leche. Es otra cosa, muy lícita de vender, pero no leche».
Gobierno de Cantabria y ganaderos volvieron a insistir el pasado 13 de febrero en la importancia de subir «tres o cuatro céntimos» de euro el importe por este producto básico, para «salvar» al sector. Ese margen es, como aseguran, «la diferencia entre ser y no ser», alega el director técnico de Agrocantabria, Jacobo Alonso.
Una reivindicación a la que se sumó también el consejero de Desarrollo Rural, Guillermo Blanco, durante la presentación en rueda de prensa de la Feria de la Leche, que se celebró el pasado día 16 en Ruiloba. «Una subida de tan sólo tres o cuatro céntimos, algo que al consumidor final le supondría un esfuerzo exiguo, podría ser el final de los problemas para todo el sector productor. ¿Podemos luchar por esto? Claro que lo vamos a hacer. Lo exigí en la última reunión sectorial que tuvimos en Madrid con el ministro de Ganadería, Luis Planas, y seguiré haciéndolo porque es un asunto al que hay que dar solución cuanto antes».
Argumenta el consejero que la política de precios debe darse la vuelta. Que no tiene sentido que las cifras vengan establecidas por los distribuidores. «Lo lógico es que fueran los productores los que establecieran la base y que toda la cadena que viene después, envase y distribución, se adaptase a ello. Lo contrario es aberrante y trae los problemas que trae».
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Peor situación encuentran algunos pequeños productores de la región donde los márgenes de beneficios son exiguos. El cultivo de la patata de Valderredible da de comer a varias familias de la comarca, pero apenas permite subsistir a quienes aún mantienen la plantación. «El kilo lo vendemos a 0,22 euros y luego, cuando llega al mercado, está a un euro. Pero el problema que existe aquí no es sólo esa diferencia que a nosotros se nos escapa y que se va en los que lo envasan, lo transportan y lo distribuyen», concreta Agustín Díez en una pausa del trabajo de su plantación en Valderredible.
Agustín Díez | Agricultor
«El problema real es que a nosotros nos cuesta 0,16 euros producir ese kilo de patatas. Si luego lo vendo a esos 0,22 euros, ¿cuánta es la ganancia que me queda a mí? Nada, prácticamente nada, y así no se puede vivir. Por eso aquí ya nadie cultiva patata». Díez detalla las matemáticas de su negocio para explicar la situación en la que se encuentra la agricultura en el cultivo de este producto, aunque no es el único escollo que el sector encara en la actualidad.
Las cargas de impuestos también sangran la ganancia de los productores. «Lo que yo vendo al por mayor está gravado con un 4% de IVA. Eso me parece bien. Pero lo que haría falta es que todo el proceso posterior, que nos incumbe también, lo estuviera», explica Ignacio Parraza, gerente de Hortalizas La Colina. «Si yo me gasto el dinero en envasarlo y transportarlo para eliminar intermediarios, ese transporte ya está grabado con el 21%, y no tiene sentido porque son actividades diferentes pero que van al mismo producto», reivindica.
El fenómeno de la importación a bajos precios también puede crear una situación de desigualdad en el mercado. «Estuvimos hablándolo en Madrid con el ministro. Todos los consejeros de Ganadería y Agricultura de España le mostramos nuestra preocupación con este asunto. Y pusimos el foco en Mercosur y el mercado que se abrirá a países como Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, lugares donde la producción de carne es muy grande», detalló Guillermo Blanco.
Defienden los productores que si esos productos se van a vender en España deberían pasar unos controles de calidad idénticos a los que se les exige a las explotaciones españolas. «Cuando yo era niño mi padre vendía más caro que ahora, y en aquel entonces el gasóleo y la luz, por poner sólo un ejemplo, eran mucho más baratos, con lo que los márgenes son ahora mucho más pequeños», reivindica Alberto Carmona, gerente de la ganadería El Tejo. «Así que si a toda esa carga que soportamos ya le unen más cosas como la competencia desleal, no vamos a poder seguir».
Alberto Carmona | Ganadero
La última subida del salario mínimo interprofesional ha supuesto otro fijo que se suma a la lista de gastos mientras que en la de ingresos todo continúan siendo incertidumbres. «No se resolverá todo este problema hasta que no cambie la percepción social de esta profesión», argumenta Parraza. «Basta con observar la ordenación del territorio; tenemos parques, ríos, zonas protegidas, pero nadie piensa en la ganadería y la agricultura que es, de hecho, una de las mejores formas de conservar la naturaleza».
En opinión de UGAM-COAG, Asaja y UPA, es «injusto» que desde ámbitos de la sociedad se «esté criminalizando» a los ganaderos y a las vacas por el cambio climático, cuando la alimentación es «irrenunciable». Dicen estas agrupaciones que todos los sectores económicos generan gases de efecto invernadero pero el agrario es «el único sumidero de carbono».
La traducción de todo este problema a la práctica es la ausencia de relevo generacional. «El sector lleva tiempo haciendo los deberes con una permanente reconversión, pero ya se hace insostenible», remarca Fernando Ruiz, gerente de AFCA. «El sector primario contribuye a frenar la despoblación rural y al mantenimiento del medio ambiente pero todo eso, lamentablemente, se está perdiendo».
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