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En un momento de la conferencia, el jefe superior de Policía de Cantabria, Héctor Moreno, saca de su bolsillo una vieja y pequeña libreta roja. Una reliquia de otro tiempo. De cuando era más joven y recorría las calles de Madrid buscando «a lo mejor ... de cada casa». La versión analógica y portátil de un completo archivo de delincuentes fichados por la Policía donde se detallaban todo lujo de detalles: desde sus rutinas ilícitas, hasta los gustos personales de cada sujeto. Fue uno de los momentos más llamativos de su ponencia 'Homicidios, una investigación apasionante', que ofreció el pasado martes en el hotel Real para los socios del Club Rotario de Santander.
«En más de 44 años de servicio he conocido a criminales de todos los estilos y colores», acreditó. Por eso cuando le tocó aterrizar toda esa teoría en casos prácticos de Cantabria, aludió a uno de los casos más mediáticos del momento: «Aún me resulta incomprensible la actitud de la presunta autora de la decapitación de Castro», indicó.
Moreno, que fue precursor de la unidad de la Policía Científica en la capital de España y que ha llegado a dirigir Europol España, mira el caso de la muerte de Jesús María Baranda con la distancia de quien sabe que toda competencia sobre el suceso le corresponde a la Guardia Civil. «Todo lo que pueda decir sobre esto es a título personal, pero me parece que va a ser muy complicado encontrar el cuerpo de este hombre». «Si está decapitado, probablemente fue también desmembrado, y si es así el tiempo siempre juega en contra de la investigación por motivos obvios de deterioro de los restos biológicos», afirmó. Hallarlo tampoco aportaría más información relevante al caso. Eso sí, «sólo sería importante por la familia».
Por fortuna para los cántabros, casos como este hay pocos. «Esta región es, relativamente, tranquila y pacífica», aunque no se libra de fenómenos escabrosos. En 2017 hubo tres homicidios en Santander. «De esos hemos resuelto dos. Uno, el del anciano que apareció atado y asfixiado en un garaje de Santander, y otro el del apuñalamiento que le costó la vida a un hombre en la calle Barcelona. Nos queda aún pendiente el del hombre de nacionalidad colombiana que apareció muerto en una urbanización de la S-20», resumió.
Si se mira atrás, al histórico, aún escuece el crimen sin resolver de Reina Victoria. «Mientras esté yo en el Cuerpo nunca se dejará de investigar», enfatizó. Sobre todo porque los últimos avances en análisis de pruebas están arrojando resultados sorprendentes. «El estudio de ADN, incluso en la revisión de muestras antiguas, puede ser muy revelador». Pueden ayudar incluso a solventar los problemas de deterioro de pruebas que se daba en muchos escenarios en el pasado.
«Cuando todo esto comenzaba no había protocolos, ni nada que se le pareciera. A los escenarios de un crimen entraba todo el mundo y se tocaba todo», explicó al aforo reunido en el Hotel Real.
Moreno recordó uno de los primeros homicidios que investigó como Policía Científica, poco después de crearse la unidad en Madrid. «Entramos en el piso y la mujer yacía sobre un sofá con una puñalada en el pecho y una carta de despedida a su lado». Todos allí zanjaron que se trataba de un suicidio, pero faltaba una prueba básica. «Al marido se le había olvidado el cuchillo en la cocina y gracias a ese detalle para nosotros tan obvio pudimos resolver el crimen», recordó.
Su recorrido por el historial de casos pasó por el asesinato de la peregrina de Astorga, al crimen de Cuenca o el de Alcasser. «Llegamos a tocar el lecho aún caliente de Antonio Anglés, pero se nos escapó por segundos. Eso es algo que siempre lamentaré. Haber tenido la mala suerte de llegar tarde». «Lo que hace a un buen investigador bueno de verdad es su capacidad creativa. Sentarse frente a las pruebas y decir... vamos a darle la vuelta a esto, vamos a verlo de esta otra manera. A veces sólo así se llega a la conclusión que resuelve el caso».
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