Nació el Día de los Inocentes pero vino cargada de madurez. Inés de la Fuente (Santander, 2007) tiene doce años, cursa 1º de la ESO en el Torres Quevedo de Santander, y se define como «feminista, ecologista y activista». Lo dice con seguridad. No es ... postureo, ni va de listilla. Se basa en el sentido común para reclamar respeto e igualdad hacia las mujeres: «Algunas personas piensan que el feminismo es el machismo de las mujeres, y eso es incorrecto. El feminismo es igualdad». Abre un libro de María Murnau y Helen Sotillo directamente por la página donde tiene una pegatina, y enseña «mi esquema favorito: si las mujeres creciéramos un poquito más, ya podríamos vivir todos en igualdad». La obra 'Feminismo ilustrado' es una de las que ha traído para hacer esta entrevista. «Cuando empecé a leer estas cosas, empecé a tener argumentos», dice con una madurez insólita para una niña de su edad.
El parque de Los Pinares (en la zona de San Roque) es el lugar elegido porque su abuela Nely vive cerca y desde que era una 'mica' ha jugado en esos columpios. Aparece con una pesada mochila sobre los hombros, fabricada con un tejido responsable con los mares limpios de plástico. Luce una melena larguísima y la ropa que lleva está elegida desde una sensatez cicatera. «La cazadora es de segunda mano, el jersey es los que nos hace mi abuela y los 'leggings' los tengo desde hace mucho». Su madre confiesa que necesita unos nuevos y la tienta para ir de compras, pero Inés prefiere siempre cambiar de tema. Le apasiona la primatóloga británica Jane Goodall y se le iluminan los ojos al hablar de la activista sueca Greta Thunberg. «Para mí es un honor que me comparen con ella porque hace las cosas respetuosamente. No sólo va la ONU y habla con políticos, sino que sigue yendo a las manifestaciones».
Sus padres –Tito de la Fuente y Maybe Arce– se alejan para que Inés hable desde la libertad. Son conscientes de que tiene las cosas muy claras, aunque alguna vez hayan tenido que consolarla cuando ha vuelto del instituto contando que le han llamado «feminazi». Cuando algún niño ha insultado a una niña atacándola por algo sexual, «no tiene sentido». Cuando regañan a una niña por estar sentada de una manera y, al lado, hay un niño con la misma postura pero se libra de la 'charla', «no tiene sentido». Cuando alguien tira un papel al suelo, «no tienen por qué llamarme a mí para que les diga algo. Cada uno tiene que responsabilizarse de sus actos». Habla con soltura y encuentra rápido ejemplos de su día a día para explicarse mejor. Dice que tiene amigas que piensan como ella pero «si en tu casa, en tu entorno, te educan de una manera machista o poco ecologista, es muy complicado que otra niña, una amiga, te haga entrar en razón». «A los chicos les cuesta más entenderlo, quizá porque se identifican menos y piensan que no va con ellos. Pero aunque me digan 'déjalo ya, que ya cansas', yo voy a insistir hasta que agote a la gente y se les quede».
Los libros que le ayudaron a tener argumentos
De la Fuente está concienciada hasta la médula de lo que supone ser feminista y ecologista. Para tener argumentos tan claros y sólidos ha leído mucho, y algunos de sus 'libros de cabecera' son 'Feminismo ilustrado', 'Diario de una rebelde', 'Cambio climático' y los de 'Zero Waste'.
Bolsas de tela
Cuando va a comprar 'chuches' lleva guardada una bolsa de papel o de tela para no coger una de plástico en la tienda. «Me dicen que soy 'rarita' o me sueltan: ¡qué haces! Y yo les contesto: Lo que deberías hacer tú también».
Su abuela y su madre son dos fuentes de inspiración para ella. «Me han educado a tener respeto a todo. No sólo a las mujeres». En casa ve cómo su padre y su madre se reparten las tareas domésticas, el ir y venir para llevarla a instituto, cómo están pendientes de los mayores. «Los dos por igual». Es consciente de que «muchas mujeres asumen las cosas del hogar como algo que les toca hacer porque sí». «Siempre se ha puesto a las madres como las que tienen que cuidar de los niños, de la casa…, mientras el hombre hacía lo que quería, porque la mujer hacía lo que él no quería hacer». «A veces pienso que entienden menos el feminismo por ser hombres, algo que no debería ser así porque es un tema de todos, de chicos y de chicas».
Si un día tuviera poder cambiaría las leyes referentes al acoso sexual, las violaciones , el maltrato de género.... «No vale con decirlo. Hay que actuar, y las leyes deberían cambiar a favor de las mujeres y que las penas fueran considerables». No titubea, aunque entre sus planes no está -«de momento»- mandar un correo electrónico al presidente del Gobierno, como ya hizo con la propia Jane Goodall o con el artista Okuda, al que pidió con éxito que pintara la fachada del que hasta el año pasado fue su colegio, el Vital Alsar (Cueto).
Sabe que no puede quedarse quieta, que ella es cómo es y que no hace daño a nadie. La pequeña Greta cántabra irradia esperanza y sentido común, «aunque siempre haya habido más héroes chicos que chicas».
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