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'Dinamita Montilla', el asesino en serie de Málaga, intentó fugarse de El Dueso en 2001

'Dinamita Montilla', el asesino en serie de Málaga, intentó fugarse de El Dueso en 2001

El autor de cuatro muertes y sospechoso de otras dos registradas desde 2022 estuvo escondido durante dos días y medio en un zulo improvisado de la cárcel cántabra

Abel Verano

Santander

Domingo, 14 de julio 2024

José Jurado Montilla, alias 'El Titi' o 'Dinamita Montilla', considerado un asesino en serie en los ochenta con cuatro homicidios a sus espaldas por los que cumplió 28 años de los 123 años a los que fue condenado, ha vuelto a la actualidad informativa al sospechar la Policía que en los últimos dos años ha podido matar al menos a otras dos personas, entre ellas Ester Estepa, una sevillana de 42 años desaparecida en agosto de 2023 y cuyo cuerpo fue hallado hace unas semanas en Gandía.

Pocos saben el vínculo de Jurado Montilla (62 años) con Cantabria, más concretamente de su peculiar paso por el Centro Penitenciario El Dueso (Santoña), entre 1999 y 2001. Uno de los trabajadores que coincidió con él en la cárcel cántabra ha querido relatar a El Diario Montañés una anécdota que protagonizó este delincuente y que puso en jaque a todo el personal de El Dueso.

Corría una mañana de junio de 2001 cuando en el interior de la cárcel santoñesa saltaron todas las alarmas: faltaba un interno tras el habitual recuento. Inicialmente, los funcionarios de servicio no le dieron mucha importancia, pero tras varios recuentos seguía faltando un preso. La preocupación empezó a apoderarse de los funcionarios del penal y, de inmediato, se activaron los protocolos de seguridad prescritos para este tipo de casos y comenzando una infructuosa búsqueda contrarreloj por el interior de la prisión. Del interno en cuestión ya se sabía su nombre: José Jurado Montilla, que se benefició de la derogación de la 'doctrina Parot'.

Montilla dejó una nota manuscrita en la que retaba a los funcionarios: «Adivinad por qué coche me he fugado»

Pero los funcionarios de El Dueso, «acostumbrados a lidiar con las más insólitas situaciones que nadie que no haya pisado nunca una cárcel pueda imaginar», poco podían sospechar lo que se iban a encontrar en el registro de las diferentes dependencias. Una nota manuscrita del propio interno bajo búsqueda decía textualmente: «Adivinad por qué coche me he fugado».

El jaque planteado ponía sobre la mesa una partida en la que los funcionarios se hacían cábalas y perjuraban a sí mismos que eso era imposible, que no podía haber ocurrido, pero a medida que pasaban las horas la posibilidad de esa advertencia iba pesando como una losa en la moral de la plantilla.

Dado su «buen comportamiento» y sus «conocimientos montunos» en el manejo de herramientas para el segado y rastrillado de terrenos, 'Dinamita Montilla' había sido asignado en el puesto de auxiliar de jardines, situación que le daba cierta libertad para moverse por zonas consideradas de riesgo, a las que solamente unos pocos reclusos autorizados tienen acceso.

Pasó la primera noche y después el día siguiente. Ni rastro de él. «La unidad canina de la Guardia Civil se esmeraba en buscar palmo a palmo posibles lugares donde pudiese encontrarse, mientras los funcionarios, atentos en cada rincón, se alternaban en turnos por parejas para registrar posibles zonas donde pudiese haberse escondido». La probabilidad de que la nota que había dejado fuese cierta iba tomando cuerpo. La mayoría tenía claro desde el principio que se trataba de «un farol» para despistar, pero, ¿por qué motivo?, ¿con qué sentido hacía eso de esconderse? ¿Y si fuese cierto que se había fugado en un coche?

Vista panorámica del Centro Penitenciario de El Dueso, en el que José Jurado Montilla, estuvo preso desde 1999 a 2001. Celedonio

«Astuto y locuaz»

Esas interrogantes no lograron despejarse el segundo día, y con él la consiguiente noche sin indicios del fugado. «La moral de la plantilla seguía alta, pero comenzaban las primeras conversaciones en las que se valoraba la posible contingencia de fuga». Jurado Montilla era un individuo «ermitaño, astuto, pero tenía un defecto: pecaba de ser excesivamente locuaz en ocasiones». Estaba acostumbrado a estar solo, a sobrevivir en espacios donde no necesitaba de demasiados elementos para la resistencia, por eso era un individuo con sobrada preparación para aislarse durante días en el lugar más inhóspito e inimaginable, aunque ya no quedaban más espacios por revisar dentro de las regias instalaciones de 334.494 metros cuadrados. Justo cuando estaban a punto de cumplirse las sesenta horas de su desaparición, sucedió lo inimaginable, eso que supera la ficción y que la realidad se encarga de convertir en verdad.

Era un individuo «astuto, pero tenía un defecto: pecaba de ser excesivamente locuaz en ocasiones»

Un grupo de funcionarios que se encontraban realizando un rastreo por la zona de la antigua vaquería, un lugar fuera del perímetro de seguridad pero por donde podía haberse movido Jurado Montilla, advirtió de la presencia de unos montones de hierbas secas sobre un terraplén en altura que daba paso al lugar donde se encuentran los talleres productivos. Según cuenta este trabajador del penal, no tenía sentido que aquello estuviese allí, sí en otra zona más cercana a la granja, lugar donde hay huertos y se almacena la hierba. «Quemad todo aquello, no pinta nada ahí», dijo uno de los funcionarios. En ese momento se escuchó un ruido interior que provenía de la montonera de hierba. Nada más retirar una parte de la maleza de hierba seca, los funcionarios descubrieron un hueco cóncavo perfectamente confeccionado con trozos de ladrillos que servía de tapadera y daba acceso a un pequeño y oscuro túnel. La hierba seca –algo que ninguno sabía– había servido para despistar a los perros de la unidad canina.

Ahora se trataba de acceder hasta allí dentro y comprobar qué había en la profundidad de esa inquietante oscuridad. ¿Qué funcionario de prisiones se atrevería a meter la cabeza allí dentro sabiendo lo que podría pasarle si lo hacía? «Pero dentro de esa estirpe de una profesión poco reconocida y que aún sigue sin ser reconocida con agente de la autoridad, había uno que se ofreció, uno más de tantos que arriesgan su vida cada día en centros penitenciarios en situaciones que nadie pueda imaginar, hechos que después quedan sellados de puertas para adentro».

Y allí se encontró con la cabeza 'Dinamita Montilla', con los ojos abiertos a la luz como un topo después de dos días y medio en la sombra, con un olor a orín que ni los ingeniosos respiraderos que había confeccionado en su particular zulo habían conseguido evacuar, con dos botellas de agua medio vacías, cuatro envases consumidos de zumos Bio y restos de unas cuantas papelinas de sulfato, «no vaya a ser que hubiese tenido que aguantar unos cuantos días más».

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