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Ni la bruja maléfica que ocultó la muerte en una apetitosa manzana colorada supera la perversidad del abominable bicho que la esconde en el abrazo de un niño a sus abuelosHasta los más sabios se equivocan. César Nombela, una eminencia en el campo de la microbiología, ha criticado un error de Fernando Simón, una eminencia en el campo de la epidemiología. Le parece «un disparate» que el portavoz del Ministerio de Sanidad en ... la crisis del coronavirus dijera que se podía acudir a las marchas del 8M con tranquilidad. «Un disparate». Así se ha expresado, pese a que conoce bien y respeta al director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias. Que el propio profeta de la epidemia en España acabara contagiado por el patógeno no sé si le añade o le quita autoridad para guiarnos en esta larga travesía, lo que es seguro es que lo humaniza. Para el bicho de Wuhan, Simón es uno más, y, en lo tocante a gestión de cabellera, también lo es: ha vuelto de la cuarentena con los mismos problemas de peluquería que tenemos los demás.
A estas alturas del confinamiento muchos peinados son disparatados. Sigo con ejemplos de El Diario, que es lo que tengo a mano, para desgracia de mis compañeros. Teo San José está tranquilo, porque aguanta «de buen ver» al menos otro mes. El que no ha aguantado más es Alberto Santamaría. Bastante tiene con la reclusión como para ser esclavo de sus palabras. ¡Que le vayan dando a lo que dije de no afeitarme!, debió de pensar mientras disfrutaba de uno de los rasurados más placenteros de su vida.
Miguel de las Cuevas intenta domeñar su ya indomable melena. Tiene la solidaridad de todos. Pese al cachondeo. Le llegan al móvil casi más emoticonos de león que de aplausos, en parte por mi culpa, pero también porque en su casa no se deciden a cortar por lo sano con las tijeras del pescado. Y no es algo tan disparatado. Mariña Álvarez ha utilizado «las tijeras del cole» para arreglarle las puntas a su hija. Y ella misma ha salido airosa con «un tinte del súper». A Mariña madre e hija da gusto verlas cuando salen juntas a aplaudir a la terraza.
Terraza. Palabra clave en el confinamiento. Mariña reconoce que «esta terracita da la vida». Es jardín, huerta, gimnasio, taller de figuritas de arcilla y bar de cañas. Bastan unas macetas, una colchoneta, el juego de alfarero que trajeron los Reyes Magos, una mesita, un par de sillas y un poco de imaginación. Y a sentarse cerveza en mano a contemplar cómo crecen la albahaca, las lentejas y las flores. Aún así, su hija «necesita calle, bici, quemar energía... Esperemos que se flexibilice el confinamiento para los niños». Ese deseo ya es clamor, y no digamos entre las familias que ocupan pisos pequeños sin un mínimo balcón.
«Es un martirio para ellos», dice Luis Alberto, un lector de El Diario que tiene cuatro nietos a los que, «como es normal», no ha vuelto a ver desde el inicio de la cuarentena. «Por favor, que tomen alguna medida, la que sea, pero que puedan salir algún rato». Son muchas las voces que se alzan para quejarse del «disparate» que supone tener a los niños recluidos más de un mes. Pero no hay unanimidad. El problema reside en la forma de actuar del bicho. Es un gran estratega. Permanece latente y silencioso en algunas personas a las que utiliza como medio para llegar a otras en las que se ceba. Portadores asintomáticos se convierten sin saberlo en propagadores del patógeno.
Los niños están menos expuestos al contagio y, si se infectan, la enfermedad cursa en ellos con síntomas más leves. Pero la población infantil «puede ser una transmisora silente», por eso la Asociación Española de Pediatría defiende que «mantenga el confinamiento». Sin embargo, ha recibido del Ministerio de Sanidad el encargo de crear un grupo de trabajo que valore las condiciones bajo las que se podría organizar un «desconfinamiento» parcial para los menores de 14 años. Así lo han reclamado los presidentes de las comunidades autónomas de Cantabria (PRC), Galicia (PP) y Aragón (PSOE), y el vicepresidente de la de Madrid (Cs).
La Sociedad de Psiquiatría Infantil, el Comité de Derechos de la Infancia, la Sociedad Española de Obesidad y la propia Organización Mundial de la Salud han advertido de las secuelas físicas, emocionales y psíquicas que puede acarrear para los más pequeños una reclusión prolongada, al verse privados de sol y de ejercicio al aire libre, expuestos a una alimentación excesiva y desordenada por la ansiedad y la cercanía de la nevera, y sometidos a una peligrosa carga de estrés. Los especialistas han alertado también de que el uso constante de dispositivos con pantalla puede generar dependencia.
Ni la bruja más maléfica de los cuentos, que ocultó la muerte en una apetitosa manzana colorada, supera la perversidad del abominable bicho de las fiebres, capaz de esconderla en el abrazo de un niño o de una niña a sus abuelos. El beso que en la ficción resucitaba a la víctima en nuestra realidad la mata.
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