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La pelea empieza con un fuerte tirón, que es la pista de que una dorada ha picado el anzuelo. Ese primer golpe suele traducirse en una carrera de unos diez o veinte metros hasta que el animal se cansa y deja de tirar. Pero esta ... vez «fueron casi sesenta metros», cuenta Abel Piña, vecino de Meruelo. Solo con ese primer contacto ya se dieron cuenta de que el pez iba a ser grande, pero «no pensábamos que tanto», reconoce. Durante el tirón la dorada incluso llegó a meterse por debajo del barco, algo que puede partir el hilo si llega hasta la hélice. Pero no ocurrió. Cuando el pez deja de intentar soltarse es cuando «vas cerrando carrete poco a poco» para conseguir sacarlo a la superficie. En este caso lo hizo con la ayuda de su novia y ahí fue cuando descubrieron un ejemplar que pesaba 6,3 kilos: «Alucinamos con el tamaño que tenía», comenta impresionado. Y es que nunca habían conseguido pescar una tan grande. Hasta este 4 de octubre su récord estaba en poco más de tres kilos. Así que este martes fue una jornada de «mucha ilusión», añade Abel y también de «nervios» en cuanto empezaron los tirones.
La pesca la hizo en la bahía de Santoña y para atraer a la dorada utilizaron cangrejo verde como cebo. Eso sí, «enganchado por detrás», matiza Abel (a veces se hace por un lado) porque por delante «tiene las pinzas y la dorada no lo muerde por ahí». El pez es listo y, en caso de picar, pilla al cangrejo por la parte de atrás para evitar que le pique. Si lo hace así, se lleva por delante también el anzuelo. Y ya está hecho el lío, explica el vecino de Meruelo que practica esta actividad desde hace veinte años.
Para evitar que el animal tire en seco y parta el hilo de la caña, «lo dejamos abierto». Porque cuando la dorada ya ha caído en el cebo «tira fuerte contra el fondo marino para romper los hilos contra las ostras, es inteligente», continúa Abel. Y sigue hasta que se agota. «Ahí vas cerrando carrete» hasta acercarla a la superficie. Este fue otro momento delicado dada la magnitud del pez: «Menos mal que estaba mi novia y yo con la caña y ella con la sacadera, pudimos pescarla», narra. Sin la ayuda de Verónica habría sido mucho más complicado y quizá ahora solo podría contar la historia del día que casi pesca una dorada de gran tamaño. Es más, el bote que usa para salir es pequeño y su pareja «tuvo que retirar la otra caña que teníamos para que no se enredaran».
A Abel siempre le ha gustado pescar doradas por que «es el pez más difícil, cuesta engañarla», cuenta entre risas. Entonces para él es un reto conseguir llevarse a casa algún ejemplar. Hasta hace apenas dos meses lo intentaba desde la orilla de Santoña así que conseguirlo resultaba complicado. Pero el municipio prohibió la pesca desde el paseo marítimo del Pasaje y Abel decidió hacerse con un bote para continuar con su afición. «Siempre ha sido mi ilusión» y desde entonces ha aumentado el tamaño de sus pescas hasta el último ejemplar.
¿Y qué hará con una dorada de seis kilos? Casi seguro que compartirla con la familia. Porque con un ejemplar de «un kilo ya vale para dos personas» así que el pez que se llevó a casa el martes son raciones para doce personas. Por ahora «la he metido al congelador y veremos qué hacemos con ella», dice Abel. ¿Alguna receta favorita? Dorada a la sal: «Así queda muy rica». Desde luego tiene margen para improvisar o probar otros platos. Salvo la cabeza que la ha guardado a parte para hacer un trofeo. ¿Cómo se hace? «La cueces, le quitas la carne y la metes con bicarbonato sódico para que quede blanco» y luego la colocará sobre una concha que hará las veces de soporte.
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