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¿Cuál es la clave del éxito en política? Esta pregunta seguramente ha rondado hace unos meses por la mente de los candidatos a las alcaldías y comunidades autónomas de España, y de quienes han optado a dirigir el país. La respuesta la tienen Evaristo ... Domínguez (Argoños, 1947) y Francisco Asón (León, 1951), los dos alcaldes con más solera de Cantabria, teniendo en cuenta que dirigen los ayuntamientos de Meruelo y Ribamontán al Mar, de manera ininterrumpida, desde el año 1979, cuando se celebraron las primeras elecciones municipales de la entonces naciente democracia en España. «La clave es estar cerca del vecino constantemente. Alternar y atenderles en todo momento», apunta Asón, padre de dos hijos. «Lo fundamental es el contacto personal, la atención en cualquier momento y lugar, sin previa cita, y, sobre todo, tratar de solucionar sus problemas», añade Domínguez, que tiene cuatro hijos y nueve nietos.
Gracias a esta consigna, estos dos alcaldes han vuelto a ganar unas nuevas elecciones el pasado 28 de mayo, aunque el regidor de Ribamontán al Mar esta vez no ha refrendado la mayoría absoluta «por unos pocos votos» e incluso tuvo que recurrir al juzgado para defender su victoria. Pese a que no tenían idea de presentarse, por una razón u otra lo hicieron finalmente. Aunque tienen claro que este –el duodécimo– será su último mandato.
El Diario Montañés juntó a los dos regidores el viernes en un establecimiento hostelero de Somo para hacer un repaso a una dilatada trayectoria política que les ha llevado a compartir diversas experiencias. Tanto es así que a ambos les une una gran amistad. «Todavía recuerdo cuando nos llevabas a comer a ese sitio de Meruelo donde ponían un pollo tan rico», comentaba Asón (PRC). La conversación con ellos fluye porque tienen muchos puntos en común. Ven la política desde el mismo prisma y la afrontan como «una vocación». «Reconozco que ahora estoy disfrutando del cargo, sobre todo desde que me jubilé de la panadería», comenta el alcalde de Meruelo, que compaginó su puesto con ese oficio.
«Lo fundamental es el contacto personal, la atención en cualquier momento y lugar y, sobre todo, tratar de solucionar los problemas vecinales»
«Mi objetivo ahora es crear un centro cultural que albergue los museos de la campana y de la radio, y un local para la juventud y para la tercera edad»
Pero, ¿cómo llegaron ambos a la política? Domínguez (PP) dice que «por casualidad». «Me casé en Meruelo y me quedé con una panadería y un almacén de piensos que tenían mis suegros. Los caminos por donde pasaba para repartir estaban intransitables. Entonces fui a hablar con el alcalde y vi que con una buena relación se podían conseguir más cosas».
A raíz de ese asunto surgió un grupo de jóvenes interesados en sacar adelante proyectos en el municipio y se creó un partido independiente que encabezó Domínguez por decisión de la mayoría de los militantes. «Me sorprendió que fuese el más votado, porque nunca tuve la intención de ser alcalde. Pero más sorpresa nos llevamos cuando obtuvimos mayoría absoluta frente a partidos tan fuertes como PSOE, la UCD o los continuadores del franquismo». Con el paso de los años, Evaristo (militó bajo las siglas de Alianza Popular, primero, y después del PP) le cogió «gusto» al cargo y «ahora digo que tendrán que dejar de votarme si quieren que me vaya» (aunque tiene claro que es su último mandato).
«La clave para mantener el cargo de alcalde es estar cerca del vecino constantemente. Alternar y atenderles en todo momento»
«Hemos pasado de 1.000 a casi 5.000 habitantes y tenemos de todo en el municipio. Además somos un referente en Europa gracias al surf»
En su caso, Asón asegura que también entró en política «de chiripa». Los tres partidos que se presentaron a esas primeras elecciones de la democracia le ofrecieron un puesto, que, en un primer momento, rechazó. Aunque finalmente uno de ellos, UCD, le convenció. Iba de número tres, pero una discusión entre los dos primeros de la lista le dejó, primero como candidato y después, como alcalde. «Me encontraba como un pulpo en una garaje», reconoce, aunque no se olvida del apoyo que tuvo por parte de la Delegación de Gobierno o de cualquiera de las consejerías del Ejecutivo cántabro.
Después de 44 años como alcaldes, la transformación que han experimentado ambos municipios es palpable. Cuando Domínguez entró en el Ayuntamiento de Meruelo apenas residían 819 habitantes, frente a los 2.321 de ahora. «Era un pueblo ganadero al 95% y la previsión de futuro de este sector era más bien escasa. Apostamos por la instalación del vertedero y después de la planta de reciclaje y tuvimos suerte, al igual que con la instalación de la planta de Leche Celta y la consecución del polígono industrial en el que se instalaron una veintena de empresas pequeñas». Después llegó un plan de viviendas de régimen especial, con la construcción de 80 casas, que atrajo a decenas de familias. «La asentación de puestos de trabajo es lo que ha hecho que lleguemos a la población actual», explica Domínguez, que deja como legado «un pueblo sin problemas importantes y con muchos servicios, como un centro de salud, una instituto, una guardería, instalaciones deportivas...». Para esta legislatura, su proyecto estrella es un centro cultural que albergue los museos de la campana y de la radio, la oficina de turismo y un local para la juventud y otro para la tercera edad.
Ribamontán al Mar también ha experimentado un gran crecimiento en estas cuatro décadas, pasando de casi 1.000 habitantes a los cerca de 5.000 de ahora. Y gracias, también, a la instalación del saneamiento en los siete pueblos del municipio, a una serie de servicios «que no había» y a la construcción de más de un centenar de viviendas sociales. «Ahora mismo tenemos de todo y somos un referente en Europa gracias al surf».
Tras una trayectoria tan amplia son muchas las anécdotas que tienen estos dos alcaldes. Domínguez recuerda una ocasión en la que tuvo que avalar a una familia para que pudiesen adquirir una vivienda social porque «el banco no les daba el crédito».
Asón tampoco olvida las numerosas ocasiones en las que ha tenido que hacer de albacea en el notario y dice que lo que más «vergüenza» le daba era cuando venía gente mayor a denunciar sus disputas particulares. «A mí cuando tenía que parar obras porque estaban sin licencia, sobre todo de conocidos», añade Domínguez.
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