El drama de los ganaderos
Enfermedad hemorrágica epizoótica (EHE). ·
Los dueños de las explotaciones asisten, inermes y espeluznados, a la muerte agónica de sus vacasSecciones
Servicios
Destacamos
Enfermedad hemorrágica epizoótica (EHE). ·
Los dueños de las explotaciones asisten, inermes y espeluznados, a la muerte agónica de sus vacasMaría del Pilar Fernández Vega de Pas
La pasiega María del Pilar Fernández no ha conseguido evitar que la enfermedad hemorrágica epizoótica entre en su explotación ganadera para matarle una vaca y enfermarle a al menos otras tres más. Aunque, en realidad, nadie que ella conozca lo ha conseguido. «Quien más quien ... menos tiene algún caso», dice la mujer, propietaria de 75 vacas y 15 crías, unas de raza limusina, otras de conjunto mestizo.
Las cuatro reses afectadas comenzaron a tener los síntomas en los primeros días de la segunda semana de octubre que recuerde. «Algunas cojeaban bastante, otras echaban muchas babas...», así que, luego de informarse bien, comenzó el tratamiento que le recomendaron los veterinarios y que solamente aplicó a aquellas vacas que tenían algo de fiebre. «Dicen que a las que no tienen no hay que ponerles antibiótico. A esas hay que lavarlas el morro con salmuera o con un producto que ya he encargado y todavía me tienen que traer».
Pero al menos a una de ellas la solución veterinaria no le sirvió «porque el martes por la mañana la di de comer y por la tarde ya estaba muerta», lamenta la pasiega, que precisa, en cambio, que las otras tres reses puestas en tratamiento se encuentran ya bastante mejor.
Esa res, la res fallecida, tenía un ternero de dos meses de vida que estaba criando y que la ganadera va a tener que vender porque no le queda otra opción. «Bueno, sí, si acaso podría comprar la leche y dársela a beber, pero eso es algo que no iba a resultar nada sencillo porque ese animal está acostumbrado a mamar y ahora, con dos meses, no puedes ponerle a beber porque no va a querer».
Con la muerte de esa vaca Fernández pierde lo que valía en el mercado, unos 1.300 euros, cantidad a la que tendrá que añadir los gastos derivados de los tratamientos veterinarios que está aplicando a los animales actualmente enfermos y que, cree ella, se va a incrementar considerablemente en la medida en que se vayan sucediendo los contagios entre sus vacas.
«Porque esto nos lo han vendido como una picadura de mosquito, pero está más que demostrado que se trata de un contagio», dice la pasiega, que, luego, argumenta su razonamiento. «Yo tengo las vacas distribuidas no en una sino en varias parcelas. A unas las tengo en un terreno de mi propiedad y a otras repartidas en parcelas comunales. Y las que están enfermando son solo los animales que tengo en ese terreno de mi propiedad», doce vacas y nueve crías a las que la ganadera atiende con mimo las 24 horas del día.
Alberto Pérez Quintial San Miguel de Aras (Voto)
La enfermedad hemorrágica epizoótica está causando estragos en las dos ganaderías que Alberto Pérez Quintial tiene en San Miguel de Aras (Voto), en las que tiene repartidas 280 vacas de raza limusina contando a las madres, unas doscientas, y a sus crías, otras ochenta. Por lo que dice el ganadero, la EHE está provocando una auténtica escabechina no solamente entre sus animales sino entre los de sus vecinos.
«Conozco gente de esta zona a la que ya se le han muerto cuatro o cinco vacas, y eso, en ganaderías de cuarenta o cincuenta, supone un diez por ciento de la explotación», dice Pérez Quintial, que en el momento de la elaboración de este reportaje contabilizaba hasta siete reses muertas –y no daba 48 horas de vida a otras dos más– y alrededor de ochenta infectadas.
«Detecté el primer caso en la última semana de septiembre», es decir, hace veinticinco días. «Y desde ese momento ha sido un no parar», recuerda el afectado, que sospecha que la enfermedad «está muy extendida por todo el valle». Hasta tal punto que «podría asegurarle que solo en Voto ya se han muerto más de un centenar de animales».
Una, dos, ocho, doce, veinte... «Y así hasta ochenta vacas», dice, «aunque a la vista de que los síntomas varían mucho no descarto que el número haya sido mayor», añade desconcertado el hombre. «Sí, porque he notado que los efectos no son iguales en todas. Algunas tienen síntomas leves, pero lo de otras... es horrible. Están quince días sin comer y bebiendo malamente; o tienen hemorragias y se desangran porque la medicación no hace efecto; o echan espuma por la boca; o no pueden apenas ni respirar... Yo ahora tengo dos que tienen la lengua afuera porque se les hincha y apenas la pueden meter. Me resulta dramático verles sufrir así», se lamenta Pérez Quintial, que sospecha que a la mayoría, sino a todos, les van a quedar secuelas cuyo alcance no se atreve a valorar.
Lo que sí valora, porque la pérdida emocional no tiene precio, pero la física sí, y no es menor, es el desperfecto económico que la enfermedad le está causando y que, lamentablemente, le va a seguir causando en tanto no doblegue a la EHE.
«Pues vaya usted sumando. Cada vaca cuesta 1.500 euros. Si voy camino de perder diez, pues ya son 15.000. Eso sin contar con que muchas de las vacas que han enfermado estaban preñadas y han sufrido abortos o estaban ya a punto de parir y han alumbrado a sus crías muertas, o se han visto tan afectadas que no van a ser capaces de volver a quedarse preñadas».
Sonia Ranero Fuente las Varas (Ruesga)
La ganadera Sonia Ranero tiene en Fuente las Varas (Ruesga) una explotación con un centenar de vacas de la raza blonda de Aquitania con las que la enfermedad hemorrágica epizoótica (EHE) se ha cebado. Le han enfermado el 70% de las reses –«las adultas la han pasado o la están pasando todas»–, se le han muerto un par de ellas y tiene otras cuatro muy graves. Si logra recuperarlas habrá obrado un milagro.
«Las únicas que han librado han sido las novillas y las terneras. De dos años para abajo todavía no ha enfermado ninguna. Pero las adultas han caído todas», se lamenta Ranero, que subraya el desigual grado de afección que ella ha percibido en sus vacas. «Ninguna pasa igual la enfermedad. Los síntomas son distintos», aclara la mujer, que no ve el momento de empezar a remontar. «Raro es el día que me levanto y me encuentro con que no ha enfermado ninguna más».
Con todo, «lo que a mí se me hace más difícil es verlas así». Ganadera desde hace 31 años, «jamás había visto a un animal sufrir de esta manera», admite con cierta frustración la mujer, a la que la EHE ha colocado frente a estampas que ella nunca hubiera deseado tener que ver. «Una de las vacas que se murió lo hizo cuando estaba pariendo». El ternero no logró sobrevivir. «Y luego, pues te encuentras con vacas que llevan la lengua colgando, vacas que dejan de comer, vacas que no pueden caminar... Es tremendo», cuenta Ranero, que en pleno relato se acuerda de la primera que se le infectó. «Le afectó al aparato locomotor y ahora parece una anciana de novena años».
Al enorme desgaste emocional que supone ver cómo el ganado enferma y, en ocasiones, muere, hay que añadir el perjuicio económico que la situación entraña para la explotación ganadera afectada, que en el caso de la que lleva Sonia Ranero no es insignificante, en absoluto.
«Tirando por lo bajo, cada vaca viene a valer unos 1.800 euros, así que yo ya he perdido 3.600», dice haciendo una cuenta matemática muy fácil la ganadera, que recuerda que no es la muerte de una vaca el único motivo por el que a uno se le pueden quebrar las cuentas para todo el año. «El gasto en tratamientos es tremendo», asegura la ganadera. «A las vacas que enferman hay que suministrarlas analgésicos, antibióticos, desinfectantes... El tratamiento completo alcanza los 100 euros por cada animal», calcula Ranero, que se muestra «inquieta» cuando se le pregunta por el futuro que le aguarda. «Hay una gran incertidumbre. No sé. Vamos a ver cómo evoluciona esto».
Iñaki Bringas Quintana Guriezo
La enfermedad hemorrágica epizoótica ha irrumpido en la explotación ganadera que Iñaki Bringas Quintana tiene en el municipio de Guriezo para matarle tres vacas y enfermarle a otras cuatro que el ganadero está tratando actualmente tal y como le han recomendado los servicios veterinarios con la esperanza de sacarlas adelante y no causar más bajas a un rebaño de 82 reses de una raza en peligro de extinción.
«Monchinas», aclara el chico, que lleva quince años en un negocio heredado de su padre –al que ya ayudaba siendo un crío– y nunca había visto algo así. Ni siquiera parecido.
Bringas, que llevaba ya algunos días aplicando el tratamiento veterinario a las siete vacas que se le habían ido infectando («un antiinflamatorio y un antibiótico»), encontró muerta a una el pasado 12 de octubre, jueves. «El día antes la había pinchado», afirma el ganadero de Guriezo. Y con las otras dos vacas fallecidas le sucedió algo muy similar. «Las traté y a los dos días me las encontré muertas».
Para su suerte, el resto se recuperan. O al menos eso parece. Aunque eso no le levanta el ánimo «porque con esta enfermedad no se sabe qué pueda pasar», dice el hombre con gran recelo. «Tengo un vecino que un día me dijo que no tenía ninguna vaca enferma y a la mañana siguiente ya tenía doce».
No es el único caso que conoce. O del que él ha oído hablar. «Tengo otro vecino que tiene una explotación de vacas de raza pirenaica y está tratando de la enfermedad por lo menos a un centenar de ellas... Y sé de otros chicos que tienen veinte enfermas... Aquí, quien más, quien menos, todos tenemos casos», dice el ganadero, que piensa que la EHE «va a causar muchísimas bajas» en la cabaña ganadera regional. «Esto es mucho más grave de lo que se da a entender», dice en consonancia con lo que ve y lo que le cuentan.
Más allá de las pérdidas económicas que la EHE le está ocasionando, y que, por lo pronto, él cuantifica en «los 3.600 euros que valían las vacas fallecidas» y «los 400/500 euros que llevo gastados en los tratamientos», Bringas, que prefiere dejar el capítulo de las ayudas prometidas por la Consejería de Ganadería en manos de la dirección de la asociación a la que él pertenece, pone en el foco «la gran tensión» que esta situación produce entre quienes dedican su vida a esto, «que no sabemos con qué nos vamos a encontrar cuando nos despertemos mañana».
En eso «y en la impotencia que te produce ver a tus animales sufrir de así y no poder hacer nada por evitarlo».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.