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Puede parecerlo, pero los drones, esos aparatos teledirigidos que cada vez son más frecuentes en los cielos de Cantabria, no son juguetes. La prueba es que para la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) tienen una consideración legal muy similar a los aviones, que para manejarlos es necesario estar en posesión de un título especial de piloto o que las multas por hacer un uso indebido de ellos van de los 600 a los tres millones de euros. Tampoco se lo toman a broma el casi medio centenar de empresas cuya labor principal gira en torno a estos aparatos. Se dedican a la fotografía y al desarrollo de proyectos de investigación, pero también realizan trabajos de seguridad, fotometría… Incluso de fumigación y de lucha contra la avispa asiática.
Según el último recuento, en Cantabria existen en estos momentos 49 'operadores de drones', el nombre que la agencia pública AESA, dependiente del Ministerio de Fomento, da a las iniciativas privadas que cuentan con todos los permisos para trabajar con estas aeronaves en muy distintos campos. En todo el país son ya 3.100. Cada uno de ellos cuenta, al menos, con un piloto titulado que ha aprobado un curso teórico-práctico de 60 horas en una escuela oficial. Aunque en este apartado no hay datos oficiales, el empuje y la proyección del sector ha animado a cada vez más personas a sacarse el certificado.
«Puede que haya unos 2.000 ahora mismo sólo en Cantabria», apunta Antonio José Ruiz, uno de esos operadores legales que fotografían y graban desde el cielo eventos deportivos, culturales, sociales o de empresas en toda la región. «Estamos saliendo mucho a otras comunidades autónomas, porque aquí el territorio es pequeño y somos muchos», cuenta. Su caso es prototípico: un fotógrafo profesional que vio una nueva oportunidad de negocio y apostó por «abrirme un nuevo campo» poniendo una cámara en el dron. Fue de los pioneros en hacerlo en 2014 con Aerosportfoto.
El despegue de Roberto Valiente en esto de los drones fue calcado al de su 'colega', pero las circunstancias hicieron que cambiara de rumbo: «Al principio las imágenes aéreas causaron un gran impacto porque eran muy novedosas. Casi todos entramos en esto por la imagen, pero eso fue al principio. Ahora, los proyectos más interesantes que tenemos entre manos son de tipo tecnológico». Para Valiente, la empresa Fly Report es su segunda actividad laboral y surgió como la necesidad de reciclarse profesionalmente. «En casa somos bastante emprendedores y los aparatos siempre me han gustado. Como cuando arrancamos esto de los drones todavía no había pensé que sería más fácil hacerme un hueco en algo donde el nicho de negocio era amplio», apunta. Ahora, además de esos proyectos, y de trabajos puntuales de vídeo y fotografía, también ejerce de instructor.
Dronitec es una de las pocas empresas de Cantabria que toca todos los palos que tienen que ver con el mundo de los drones. «Claro que va a más. Ahora mismo tenemos 138 alumnos, nunca había habido tanta gente apuntada», pone como ejemplo su responsable, Ibán Hoyos, quien confirma que están «desbordados» por la solicitudes de personas que quieren ser pilotos. En los últimos tiempos, entre los aprendices era notable el número de policías o guardias civiles. Porque estos aparatos también se usan –cada vez más– en el ámbito de la seguridad o la protección ciudadana. La prueba es que este mismo mes se pudo localizar una gran plantación ilegal de marihuana gracias a la vigilancia aérea. O que el servicio de drones del 112 Cantabria, que gestiona precisamente Dronitec, se ha convertido en una pieza fundamental en operaciones de búsqueda de desaparecidos.
Hoyos subraya que cada piloto tiene un 'carné' que sólo le permite volar aquellos drones similares al que utilizó en el curso formativo. De lo contrario está infringiendo la normativa. Como infringen la normativa las empresas que tienen permiso para hacer trabajos fotográficos y aceptan encargos de vigilancia o de investigación. O viceversa.
En este sentido, Ruiz pone el acento en que hay «muchísimo intrusismo laboral». La experiencia le demuestra que «hay mucha gente volando sin licencia que asume encargos a precios muy bajos que revientan el mercado y que están operando en zonas prohibidas». Los operadores advierten: esto conlleva una responsabilidad económica tanto para el piloto como para la persona que ha encargado el trabajo.
Actualmente, las reglas principales que rigen el uso de drones es que no se pueden usar sobre personas, lugares con alta densidad de edificios y durante la noche. En cambio, no hay restricciones para volar sobre propiedades privadas, en contra de la idea general. En cualquier caso, la principal restricción tiene que ver con los aeropuertos. Allí, hay un radio de ocho kilómetros en la que la prohibición, salvo permisos especiales, es total. Esto supone que es imposible levantar el vuelo en la zona costera comprendida entre Noja –hacia el este de la bahía el espacio reservado para los aviones es algo mayor– y Piélagos. En la práctica, se traduce en la renuncia a muchos encargos siempre y cuando no se quiera incumplir las reglas y exponerse a una multa con varios ceros.
Pero todo eso está en proceso de revisión. El pasado mes de diciembre, el Ministerio aprobó una nueva ley que flexibilizó las condiciones en estas zonas restringidas. Cuando el operador tenga el título de radiofonista podrá solicitar vía libre a la torre de control. Está ya en vigor, pero hasta que no haya un reglamento que la desarrolle es papel mojado para disgusto de las empresas especializadas.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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