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El presidente de la Organización Médico Colegial, Tomás Cobo (Santander, 1961), acaba de ascender esta semana a la Presidencia de la Unión Profesional, que engloba a todos los colegios profesionales de España. Y lo hace con el compromiso de «enfatizar los valores que sostienen ... a una sociedad» y que en este momento está «muy politizada, polarizada y marcada por el predominio de lo superficial». Aprovechando el nombramiento, Cobo repasa la situación de la sanidad cántabra con un mensaje claro para las nuevas generaciones de facultativos: «Sin duda, Cantabria es un sitio maravilloso para trabajar».
–¿Qué le impulsó a ponerse al frente de Unión Profesional?
–Después del gran empujón que había dado a la entidad Victoria Ortega, Unión Profesional está en un momento importantísimo, en el que por primera vez tiene dos encomiendas de gestión del Gobierno central: la de los fondos europeos ligados al proyecto Red.es (200 millones) para formación de profesionales en competencias digitales, y la puesta en marcha de la cartera digital europea, que incluirá la acreditación y la habilitación de los profesionales. La Administración cuenta con nosotros a través de este organismo que hasta ahora estaba más preparado para la lucha reivindicativa que para la gestión. Estos dos proyectos nos van a dar poder ejecutivo.
–En sus primeras declaraciones como presidente de la entidad ha dicho que quiere convertirla en «un faro de profesionalismo», ¿a quién hace falta guiar?
–Se trata de poner en valor los códigos deontológicos, los compromisos de competencia, de responsabilidad profesional, de investigación libre de conflicto de intereses, de la distribución justa de los recursos limitados. Todo eso en este mundo en el que vivimos, que está muy politizado y polarizado, en el que predomina lo superficial. Incluso en los debates de los políticos en el Parlamento, que se supone que tienen que dar ejemplo. ¿Dónde queda el faro para nuestros jóvenes? El faro del profesionalismo lo que pretende es poner en valor todo eso que tanto ha costado conseguir.
–¿El trasfondo es mejorar la sociedad? ¿No suena a quimera?
–Yo creo que no es una quimera, se puede contribuir a esa mejora de la sociedad. Los profesionales tenemos que tener voz.
–Pero hay profesionales que llegan a la política, ¿se ven desde ahí las cosas con otros ojos?
–Cada vez son menos. Miras el currículum de los políticos y lo ves, la mayoría no ha ejercido su profesión prácticamente nunca. La política se ha convertido en una profesión por sí misma.
–Defiende que en la gestión sanitaria es fundamental el papel de los jefes de servicio de los hospitales, ¿se trata de aplicar esa reflexión al resto de sectores?
–Efectivamente, que se cuente con los profesionales, que tienen el conocimiento de lo que pasa en cada uno de sus ámbitos.
–¿Y usted que se mueve entre ministros y altos cargos del Gobierno, ve que ese mensaje cale?
–Yo creo que sí, que poco a poco va calando, pero no con fuerza. Tenemos que seguir intentándolo y pensar que van a contar con nosotros. En el caso de los médicos, hay que recordar lo ocurrido en la pandemia, cuando se generaron en horas las unidades de alta especialización. Ahí sí que nos tuvieron en cuenta, que estábamos en quirófano y venían a llamar a la puerta el gerente y el director médico, cuando teníamos que meter a gente que se estaba muriendo. Estábamos sin nada, y con lo que había éramos todos partícipes. Pero funcionó porque las decisiones iban de abajo a arriba. Después volvimos a lo que llamaron nueva normalidad, que en realidad era la vieja anormalidad, en la que desde arriba se tienen ocurrencias que cuando llegan abajo piensas: ¿A quién se le habrá ocurrido esto?
–¿Por qué no se aprovechó ese aprendizaje de la pandemia?
–Porque cambian las gerencias y todo depende de las personas que están en las instituciones. Ysi son perfiles marcados por el desconocimiento del sistema, cualquier crítica se lo toman fatal y se descalabra todo. Es importante que el que dirija, desde la posición que sea, tenga un conocimiento profundo. Y ahora creo que tenemos a una ministra de Sanidad, Mónica García, que conoce muy bien la realidad en la actividad clínica porque ha trabajado siempre como anestesista. Con otros ministros no era así. Durante la pandemia, llevó el peso de la información diaria Fernando Simón, un tipo brillante que tuvo una responsabilidad muy grande en un momento de gran incertidumbre, con la humanidad al borde del abismo. Y en mi opinión, no fue y no ha sido lo suficientemente considerado.
–¿Qué lectura hace de la rebelión de jefes de servicio de Valdecilla que obligó a Sanidad a rectificar la orden de traslados?
–Refleja la desconexión de lo que es pura asistencia clínica y lo que los gestores llaman sistema complejo adaptativo. Cuando esa desconexión existe es un momento límite y es muy difícil que se trabaje bien en esas condiciones. Pero los jefes de servicio son cruciales, se debe confiar en ellos.
–Cantabria ha pasado un verano complicado de falta de médicos en consultorios, en SUAP... ¿Qué análisis hace de la situación sanitaria de la región?
–La sanidad en Cantabria es muy buena, con un hospital puntero en el mundo, no sólo en trasplantes, sino en Cardiología, Cirugía Cardiovascular, Reumatología... Tenemos el modelo sanitario marca España, que garantiza que cualquiera que acude a una puerta de Urgencias es atendido por profesionales. De verdad, que desconocemos la suerte que tenemos, sobre todo entre la gente que ha nacido con este modelo. Claro que hay dificultades, porque hay una crisis demográfica de médicos, hay sobrecarga (en volumen de pacientes) y hay presión asistencial (por las expectativas que genera la sociedad con respecto a la respuesta: que la consulta, la resonancia o la operación sean cuanto antes). A eso le añades contratos y sueldos mejorables, la falta de tiempo para formación continuada y las agresiones verbales e incluso físicas en tu trabajo... y se genera esa desafección del sistema.
–¿Considera que es momento de explicar a la población que hay que priorizar y que la sanidad pública no da para todo?
–Muchas veces las expectativas las generan los políticos. Lo que hay que hacer es tratar de mejorar la logística de lo que tenemos y garantizar la equidad siempre. Pero, por distancias, no va a ser lo mismo la respuesta para el que vive en Ciudad Jardín, que tiene Valdecilla enfrente, que el que está en Camaleño. El tema de los consultorios rurales habrá que revisarlo, porque la medicina que se ejerce en la actualidad requiere métodos diagnósticos diferentes a los de hace diez años. La figura romántica del médico rural está muy bien, pero debe tener los mismos métodos diagnósticos para que haya esa equidad. Hay que pensar más en la centralización en centros de salud y menos en la dispersión de los consultorios. Y en la atención a la cronicidad y en los cuidados, la enfermería juega un papel fundamental.
–¿Con los recursos que tiene actualmente el SCS se pueden organizar mejor esa logística?
–Por lo menos se tiene que intentar organizar de la mejor manera posible y generando menos expectativas a la población. Pero eso es importante que se explique a los alcaldes, que en justa reivindicación solicitan un médico para su entorno. Todo es mejorable, sin ninguna duda, pero cualquier cántabro puede tener la absoluta seguridad de que en caso de urgencia va a ser atendido al primer nivel del mundo. Tenemos una sanidad sobresaliente. Obviamente, las listas de espera son un hándicap, igual que una Atención Primaria saturada.
–¿Cantabria es un buen sitio para trabajar como médico?
–Y tanto. Es un sitio maravilloso, sin duda. El Sindicato Médico se equivocó de pleno cuando lanzó el mensaje negativo a los residentes, de que no se quedaran en Cantabria. Claro que hay que resolver las tres quiebras: la inestabilidad laboral (ahí se va mejorando progresivamente), las retribuciones (para que el sueldo del médico no dependa tanto de los complementos y de las guardias) y el tiempo para formación continuada. Pero, insisto, el futuro en Cantabria es brillante.
–No lo ve tan claro el centenar de médicos de Laredo, que enviaron una carta a Sanidad hace unos días exponiendo los problemas crónicos del hospital...
–Laredo está atravesando las dificultades de esa crisis demográfica de médicos, lo que habrá que hacer es dotarlo adecuadamente. Bien es cierto que se están ofreciendo contratos de tres años con la posibilidad de pasar a fijo sin oposición. Pero con este problema claro en Laredo, no parece que en este momento podamos plantearnos abrir un hospital en Castro Urdiales.
–Como anestesista, ¿qué solución ve al problema del Hospital de Laredo, que depende de los anestesistas de Valdecilla?
–Hay recursos limitados para todo lo que tenemos. La gestión del área única es una opción. Hay que optimizar los recursos, el ejemplo de cómo funciona Pediatría en Urgencias de Sierrallana, con profesionales de Valdecilla, puede ser una fórmula a imitar.
–¿Es partidario de centralizar recursos y de que sean los pacientes los que se muevan?
–En determinadas circunstancias, claro que sí. No se trata de centralizar por centralizar, porque la sanidad hay que acercarla desde la Atención Primaria, que tiene que estar mejor dotada para el diagnóstico para no depender tanto de la atención hospitalaria. Sierrallana y todos los hospitales comarcales tienen que tener el máximo de recursos para solucionar las patologías que habitualmente nos ocupan. Sin embargo, las cirugías no tan comunes sí que deben estar centralizada en Valdecilla, porque tienen que tener un entorno en el que exista el suficiente número de pacientes para que todo el circuito de asistencia adquiera la experiencia necesaria para conseguir la máxima seguridad clínica.
–¿Teme que a la vuelta de unos años haya médicos en paro?
–Sí, los habrá en los próximos ocho o diez años, como los hubo en mi generación, cuando muchos se dedicaron a la cooperación internacional. En las charlas con jóvenes al principio de la carrera siempre les digo que han elegido la profesión más preciosa y que van a tener trabajo seguro, porque en el mundo hacen falta médicos.
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