El duende del Edificio Macho
Leyendas de Cantabria ·
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Leyendas de Cantabria ·
Construido sobre un solar con mucha historia y leyenda, tiene fama de que en su interior ocurren cosas rarasSi un día paseando por la noche por la calle de El Medio ven unas luces encendidas en el Edificio Macho, no se alarmen. Sencillamente el duende del edificio está haciendo de las suyas. Porque sí, el Edificio Macho, como en sus tiempos el Teatro Pereda, tiene un okupa. A este lo que le gusta es enredar. Es un duende noctámbulo, como lo son muchos, e inofensivo, pero un trasto. Se dedica a llamar a los ascensores, encender las impresoras cuando no hay nadie, corretear sobre los falsos techos y esconder cosas. El edificio aloja varios servicios de la Consejería de Economía y del Instituto Cántabro de Estadística, que sin embargo no ha monitorizado el número de apariciones ni dispone en su base de datos de la filiación del sujeto, limitada como está a personas físicas y jurídicas, pero sin información sobre las mitológicas.
Ya mucho antes de que se trasladara a gran parte del personal al Paseo del Alta, algunos funcionarios contaban en la intimidad, por aquello de que no les tomaran por locos, que en el edificio pasaban cosas raras. Cosas de fantasmas. Y no se referían al día en que Ahsan Ali Syed, aquel indio que compró el Racing y al final lo dejó como un solar, visitó el despacho del consejero presentándose como la pera limonera; no. Se referían a fantasmas de los de sábana y cadenas.
Lo que está claro es que en el Edificio Macho, construido sobre un solar, el del Palacio Macho, que también tiene su historia, ocurren cosas extrañas. Los ascensores suben y bajan sin que nadie los llame, algunas luces se encienden inexplicablemente con el edificio vacío y las impresoras han comenzado alguna vez a escupir folios sin que se sepa el porqué. En una ocasión, dicen, imprimiendo el rostro de una mujer. Cosas de trentis o, aplicando el método deductivo y a tenor de su conducta, del fantasma de un empleado de mantenimiento o de la responsable de sistemas con bastantes ganas de broma. Porque también, dicen oficinistas, que hace desaparecer percheros y abrigos.
Y no se rían, porque el asunto se tomaba a broma hasta que empezaron a aparecer rostros difuminados en algunas fotocopias. O la cara de una mujer; de ahí que podamos estar ante un duende femenino; o del fantasma de alguien que alguna vez fue una mujer. Afortunadamente el fenómeno solo se produjo en un puñado de páginas. O en una sola, según la versión. De lo contrario la valoración de la EPA de turno hubiera resultado incluso más paranormal de lo que suele ser habitual.
También durante una época el sistema de incendios comenzó a encenderse y apagarse sin que nada ni nadie lo activara o desconectara. Algo bastante inquietante dados unos antecedentes que recomiendan encarecidamente no tomarse a broma el fuego en un edificio cuyo antecesor ya salió ardiendo hasta en dos ocasiones en el siglo XX. Pero ni siquiera el técnico, el de carne y hueso, que revisó la instalación encontró una explicación plausible. Tampoco nadie sabe explicar por qué en las reuniones sociales que se celebraran en el edificio se recomendaba que no se juntara mucha gente en la misma zona; no fuera a afectar a la estructura del edificio. Se lo prometo.Esto ocurría.
Buena parte del personal del Gobierno de Cantabria que en tiempos estuvo en elEdificio Macho se trasladó a la nueva sede, mucho más grande, del Paseo del Alta. Quizá algunos respiraran aliviados al enterarse del cambio, aunque de ser así nunca lo reconocerán. Porque nadie se lo cree, pero muchos y muchas contestan que efectivamente; que conocen la leyenda. Todos y todas; o casi todos y casi todas. Pero ninguno ni ninguna –o casi– lo han experimentado. Como un circuito de dominó, la leyenda recorre cada despacho del edificio por mucho que se renueve el personal, pero no hay ningún testimonio directo, o si lo hay no quieren que se sepa su nombre.Como mucho, algún ruido o alguien que perdió el ascensor o el abrigo.
La historia, como siempre, hace aguas si se rasca un poco bajo la superficie de gotelé folletinesco. Los ruidos del techo se han achacado a ratas, otras fallas a una mala construcción y las desapariciones a robos, si la navaja de Ockham opera de nuevo. En cuanto a edificio enfermo –una persona llegó a conseguir el traslado alegándolo–, se declaró así a otro del Gobierno.
Aun así, tal vez los verdaderos testigos respiraran aliviados cuando se les trasladó al Alta, junto a los antiguos Talleres e Imprenta de Diputación. Tal vez, incluso, el duende cogiera una caja de cartón ectoplasmático y se mudara con ellos. De ser así se ha mostrado mucho más discreto... o el nuevo edificio es más moderno y no tiene fallos eléctricos. Incluso puede que, tal vez, lleve años rondando por los conservatorios para disfrutar del aire libre y los árboles. Ya se sabe que a los trentis no les sienta nada bien la ciudad.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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