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Recolectores de caloca trabajan en el proceso de recogida en La Maruca con la ayuda de un tractor.

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Recolectores de caloca trabajan en el proceso de recogida en La Maruca con la ayuda de un tractor. SANE

«Es muy duro y ganamos una miseria»

Los recolectores de caloca, el 'oro rojo del mar', vuelven a enfrentarse, un año más, a unas condiciones de trabajo «que no vemos justamente recompensadas»

JAVIER CUESTA

Santander

Jueves, 1 de octubre 2020, 01:00

Con la llegada del otoño uno puede dar una vuelta por la playa del Camello o el Sardinero y ser testigo del habitual paisaje que durante esta época abunda en la costa cántabra. El característico color rojizo del alga 'gelidium', comúnmente conocida como caloca, cubre las playas de la comunidad autónoma a la espera de ser recogida para su posterior venta. Toneladas que pueden desaparecer en un abrir y cerrar de ojos, si no se recogen a tiempo. «Tenemos que estar 24 horas disponibles», señala un veterano recolector que junto a su equipo trabaja en la playa de La Maruca. Cuándo recoger depende totalmente del mar, lo que les obliga a estar siempre alerta por si una nueva oleada de caloca se deja ver por la costa. Con la ayuda de un rastrillo, y en muchas ocasiones de un tractor, van acumulando las algas recolectadas en un montón cerca de la orilla a salvo del mar. Después de hacerse con la mayor cantidad posible, es momento de secar las algas. Para ello, se esparcen por los prados, donde permanecen dos o tres días hasta que están listas para venderlas a las fábricas procesadoras.

Un trabajo que conlleva un gran esfuerzo físico y que se ve «poco recompensado económicamente. Ganamos una miseria, tanto trabajo para nada». Además, las multas interpuestas por la Guardia Costera no ayudan en absoluto a facilitar su labor. Mientras que en otras comunidades autónomas, como Asturias, se paga a la gente para despejar las playas de caloca, en Cantabria se sanciona a quién no obtiene los permisos necesarios, denuncian los recolectores. El coste de los mismos no compensa a los pequeños grupos que buscan ganarse el pan durante el invierno. Sin embargo, sí que beneficia a las empresas que disponen de más y mejores recursos.

A esta situación se le ha sumado, hace apenas unos años, la entrada de un nuevo competidor en el negocio, los barcos. Estos no tienen por qué esperar a que el mar acerce las algas a la orilla y pueden ir directamente a por ellas. Navegan alrededor de los grandes campos de 'gelidium' y los submarinistas bucean para cortarlas y hacerse con ellas. Esta actividad está limitada al 15% de cada campo de algas, pero los recolectores tradicionales no lo ven claro y sospechan que se hacen con una mayor cantidad. El sector reclama una regulación similar a la llevada a cabo por los territorios colindantes.

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