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La reciente visita del presidente de Aragón, el socialista Javier Lambán, a La Moncloa me ha reafirmado en algo que ya venía sospechando: el Ebro nace en Miranda. Entiéndase, el gran valle del Ebro que es hoy la frontera entre la España rica y la ... España atribulada, si descontamos la aspiradora robótica madrileña. Aragón lo tiene muy claro: su porvenir es el Ebro, no solo en el aspecto agrario, sino sobre todo en el valor logístico. La prensa de Zaragoza reclamaba la conexión con Sagunto, la reapertura de Canfranc, la mejora del eje a Bilbao. Es decir: Mediterráneo, Francia, Atlántico.
Las dos primeras son advertencias claras a Cataluña: el Pirineo se puede pasar por el centro, el Levante también es Mare Nostrum. Y la tercera es pura practicidad, por la sencilla razón de que no hay ni autovía ni ferrocarril hacia Santander por el norte de Burgos y sur de Cantabria. Por eso el punto estratégico es Miranda de Ebro, nudo a Bilbao y que una de las autopistas más antiguas, Burgos-Armiñón, enlaza también con la meseta castellana y sus tráficos.
Como curso fluvial, el Ebro nace en Fontibre; como eje de progreso económico, nace en Miranda, porque de Miranda a Fontibre no hay lo que tendría que haber, ni desde Cantabria se reclama.
El doctor Sánchez-Castejón ha dado buenas palabras al lendakari maño, como a todos, porque las buenas palabras son un producto con el que ni los chinos pueden competir en costes.
Pero evidentemente el designio de Aragón es el eje ibérico Bilbao-Zaragoza-Sagunto (a saber, el segundo Bilbao-Mediterráneo) y el transpirenaico Madrid-Zaragoza-Orthez, jaque simultáneo a vascos y catalanes, que lo hace improbable, pero ahí está la presión.
Al no conectar con la España ibérica directamente, a los cántabros solo nos queda el cuadrante de los jubilados, el NW, y la pedrea en las salidas de la Meseta al Cantábrico. En lo demás no somos sino anexo a las líneas ibéricas que terminan en Bilbao; y las ferroviarias son como las brujas gallegas: haberlas, haylas, pero no existen.
Así, mientras aquí es imposible crear suelo industrial, implantar energías renovables, o aprobar planes de urbanismo, en Bilbao celebran ya su nueva isla de Zorrotzaurre, el futuro Manhattan del Nervión.
Esto de leer el porvenir cántabro en 'El Heraldo de Aragón' es un síntoma en sí mismo. Indudablemente en Cantabria hay regionalistas, pero habría que investigar si queda regionalismo suficiente para recolocar el nacimiento del Ebro. Sin tren ni autovía Aguilar-Burgos o Reinosa-Miranda (¿de verdad un tren causaría tanto problema ecológico?), la única opción es Cantabria como península vizcaína y playa del castellano. Más nos vale que quede algo de regionalismo en el frasco.
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Ana del Castillo
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