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Durante las primeras semanas, Norberto García, director del IES Montesclaros (Reinosa), agradeció por megafonía a los alumnos, a los profesores y al resto de la ... comunidad educativa que se hubieran implicado tanto en la conversión del centro en 'espacio libre de móviles'. Era una forma de alentar su compromiso. La implantación de la medida, desde enero de 2019, se acompañó de charlas y reuniones sensibilizadoras durante meses. «Fuimos pioneros y ojalá que llegue a más centros educativos. Puede parecer una medida drástica, pero es necesaria», asegura.
En el Montesclaros no se usan los móviles –ni se muestran– en el aula, pero tampoco en los pasillos, ni en el patio ni en espacios comunes; ni en Secundaria ni en FP. Las familias también se han comprometido con la norma: muchas han liberado de móviles la mesa del comedor y la habitación del alumno –cuando este estudie o duerma–. Es una apuesta en bloque. «Y ha sido un éxito absoluto. El móvil ha desaparecido del paisaje escolar», indica García.
Este 'modus' no es el más común a pesar los buenos resultados –clases más fluidas, menos amonestaciones, menos situaciones de acoso– que defiende su director. En España no hay regulación homogénea sobre el uso del móvil en colegios o institutos; en Cantabria, como en el resto de automonías, tampoco. Son los centros los que deciden qué hacer, qué gestionar, qué sancionar. La mayoría opta por que las aulas sean territorio vedado, pero la forma de comportamiento en el resto de espacios varía. Que los jóvenes usan el móvil para comunicarse, para ocio, para mirar el mundo, es un hecho: según el INE, el 70% de los niños y niñas entre 10 y 15 años tiene el móvil. Quienes reflexionan en este artículo no niegan la realidad, y apuestan por debatir y educar.
«El uso del móvil o de otros dispositivos electrónicos lo deciden los centros a través de su claustro y consejo escolar dentro de la autonomía de centro», recuerda Mercedes García, directora general de Innovación e Inspección Educativa. Así seguirá siendo, al menos, a corto plazo: «Tenemos que fomentar, no la prohibición, sino el uso responsable de las herramientas digitales y que, en cada centro educativo, que sea la comunidad educativa, liderada por el equipo directivo y el claustro, quien decida», añade.
Hace días, la Comunidad de Madrid avanzaba su idea reguladora: nada de móviles en los centros en horario lectivo. Apuntó como excepción el uso con fines didácticos. Esa salvedad es importante. En el Montesclaros se aplica: no se rechaza la tecnología, pero se quiere racionalizar su uso atendiendo a criterios médicos, de «falsa sociabilidad», de conflicto o de excelencia educativa: «Si quiero que mi instituto sea el mejor no puedo pasar esto por alto», indica García. Hay otras excepciones en Reinosa: los alumnos de Bachillerato y FP, si descansan fuera del recinto, pueden usarlo, y los docentes tienen permiso para iluminar sus pantallas en la sala de profesores o en el despacho, pero a puerta cerrada.
¿Qué hacer con la tecnología? ¿Cómo usarla en el aula? El profesor de la UC Carlos Rodríguez apuesta por fijar el debate, e incluir, de forma activa, a los jóvenes. «En Primaria o Secundaria deberían abrirse espacios de diálogo con el profesorado, con los alumnos. Se tiene que oír a los jóvenes, hay que darles voz en el proceso», reflexiona. El móvil en el aula tiene dos lecturas para este experto en tecnologías: por un lado, podría profundizarse en su uso pedagógico, exprimir sus posibilidades; por otro, invita a estudiar el dispositivo de una forma crítica –impacto en la identidad, proyecciones en las redes sociales, etc.–. «Hay que formar a los alumnos en el mundo que les ha tocado vivir. La formación tiene que estar en el debate», expone e insiste: no es prohibir sino educar.
El IES Valle de Camargo, que dirige Pedro Ruiz Moya, también es espacio libre de móviles: la comunidad educativa se ha comprometido con la norma desde el pasado curso. Como en Reinosa, él y su equipo dedicaron muchas horas a explicar la medida y, meses después, es exitosa: en un centro de 700 alumnos solo ha habido dos amonestaciones desde entonces. Ruiz Moya destaca el valor de las campañas de sensibilización e información y, al igual que su compañero García, no es partidario de regular sin debate.«Esta situación se tiene que reconducir con educación», cree, y se ofrece a promover la medida en otros centros. Lo planteará en la próxima reunión de la Asociación de Directores de IES de Cantabria (Adiescan). «Si las medidas se impulsan desde la administración, los centros tienen un aval mayor», dice.
En la UC no hay una normativa concreta y el profesor es quien recomienda el uso del móvil o quien invita a que se guarde durante la clase. En cualquier caso, la UC es sensible al uso pedagógico de este y otros dispositivos. Hay varios ejemplos: está la profesora Elena Riaño, quien participa del proyecto 'Soundcool', sistema de educación musical y creación colaborativa con móviles o tablets; está el proyecto 'Historias en pequeñas dosis', de creación de cortometrajes con el móvil (con Riaño, Raquel y Borja Gutiérrez),o el proyecto 'Gamificación, Flipped Classroom y aprendizaje cooperativo', de Jesús Mirapeix. Otros docentes se sirven de herramientas como 'Kahoo!' para hacer tests, o de aplicaciones para hacer mediciones o identificar especies.
Educación ha detectado problemas asociados al móvil extramuros: «Se han originado por la falta de responsabilidad del uso de las redes sociales fuera del horario lectivo. Hay que avanzar en que nuestro alumnado sea consciente del 'rastro' y de la 'huella digital' que general al usar esas redes», indica Mercedes García.
A STEC, sí han llegado algunas de las situaciones complicadas en clase –interrupciones, distracciones–, algún problema de convivencia y, con menos frecuencia, grabaciones en el aula. El sindicato cree que hay que mantener la autonomía de los centros, reflexiona Jesús Aguayo, «aunque no nos cerramos a que haya alguna clase de normativa general que dé mayor homogeneidad a las actuaciones, siempre y cuando sea fruto del consenso». Podría ser un asunto de debate en el Consejo Escolar, valora, y apunta a la necesaria formación del profesorado.
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Ana del Castillo
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