El efecto Pesquera revuelve la sanidad

Desde el principio se puso manos a la obra. Con tanto ímpetu que el director médico de Atención Primaria, Antonio Martínez, presentó su dimisión en cuanto vio al consejero entrar «como un elefante en una cacharrería», dando orden, en su ronda de visitas a los centros, de aumentar las consultas presenciales, de reactivar lo que, a su juicio, estaba funcionando mal. Entre sus compañeros de profesión (él también es médico de familia) no sentó nada bien que, al exponer sus planes, les dejara en evidencia y olvidara el esfuerzo realizado desde una Atención Primaria que ya estaba al límite antes del covid. El déficit de facultativos se agrava con cada jubilación y aún se acentuará a futuro, dada la merma progresiva de residentes (MIR) que se decantan por la Medicina de Familia. En el último reparto de plazas quedaron incluso vacantes.

En mayo, el Hospital de Laredo se convirtió en epicentro de la crítica sanitaria. No había anestesistas suficientes para cubrir las guardias. Se había quedado sin neumólogos y los cardiólogos, también en cuadro, acumulaban una lista de más de 1.600 pacientes en consulta, el triple que un año antes. La propia plantilla organizó protestas a la puerta, con el respaldo de alcaldes de la zona (incluidos del PSOE), para exigir «soluciones» y sacar al centro comarcal de su «proceso de degradación».

En medio del revuelo mediático, que derivó en una multitudinaria marcha ciudadana, Sanidad encontró el remedio en el gran Valdecilla. Decidió que fueran sus profesionales los que completaran de forma temporal –tres meses en el caso de los anestesistas– las ausencias en Laredo. Aquella movilidad forzosa tampoco fue bien recibida por los equipos llamados a desplazarse. Es más, los anestesistas de Valdecilla respondieron con un plante: dejaron de prestarse de forma voluntaria para operar por la tarde. Justo en el mes más productivo (junio) para aligerar las listas de espera quirúrgica. Al cierre del primer semestre, el balance era de 13.606 pacientes en cola (y subiendo), con una demora media de 132 días.

La llegada del verano fue apagando la última oleada de covid, pero a la vez dejó cifras récord de asistencia en Urgencias, sinónimo de atascos y largas demoras, salpicadas de agresiones al personal. Episodios tras los cuales se repite la reivindicación sindical: medidas que velen por la seguridad de los trabajadores.Se habló en primavera de la instalación de cámaras de seguridad en los SUAP, pero a día de hoy nada se sabe de ellas.

Tampoco ha habido grandes avances con los protones. Primero fue el recurso de los aparejadores el que paralizó el proceso y, ahora, la adjudicación de la maquinaria a Varian está a expensas de las alegaciones de su competidora (IBA). La tercera pata, el concurso de la obra, aún está por convocar. Y, en vista del margen de tiempo hasta los comicios, ya hay quien no descarta incluso que haya foto de vicepresidente y consejero en la sede alemana donde se fabricaría la máquina para Valdecilla.

La política de personal del SCS también ha sido foco de controversia. No ha gustado la decisión de no renovar las comisiones de servicio. Incluso desde UGT, el sindicato en el que militó tanto el consejero como su subdirector de Recursos Humanos, han criticado «la descoordinación, incoherencia y falta de sentido común» en la tramitación de los distintos procedimientos de selección y movilidad. No hay que olvidar que se está gestando la gran convocatoria de estabilización de empleo público.

También ha habido en estos seis meses de mandato de Pesquera avances de calado para la sanidad cántabra, como la acreditación de Valdecilla como centro administrador de terapias con células CAR-T para tumores hematólogicos antes sin solución. Aunque aquí el mérito no es del consejero y su nuevo equipo (el proyecto lleva años en desarrollo) sino del Servicio de Hematología y del Banco de Sangre y Tejidos, a cuyo director (José Luis Arroyo) cesó la semana pasada, para sorpresa generalizada, después de 16 años en el cargo.

Pero, sin duda, el gran conflicto que ha tenido que apagar Pesquera ha sido el abierto con Padre Menni, tras negarse a asumir la factura de farmacia que le reclamaba el centro. Las negociaciones se torcieron tanto que la reivindicación se extendió al gasto en asistencia sanitaria. Un tira y afloja que cargó la responsabilidad de las consultas de sus 370 pacientes en Atención Primaria, hasta que el consejero reculó y accedió a buscar soluciones a un problema que viene de lejos. El tiempo dirá si da con ellas. Antes se verá si el SCS decide internalizar el transporte sanitario, una idea que ha puesto los pelos de punta a la oposición y a Ambuibérica, que auguran que el gasto se disparará cuando entre la gestión pública en juego y sospechan que detrás no hay más que una maniobra electoral.