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«En el momento en el que caiga Melitópol, que no sé lo que tardará pero creo que caerá, tanto Crimea como el sur de Jersón quedarán en manos de los ucranianos». Ramón Gómez, empresario agrícola en Ucrania, confirma que la contraofensiva avanza. La guerra ... de relatos mediáticos complica la posibilidad de hacerse una idea clara del escenario bélico, pero este cántabro nacido en Revilla de Camargo, que huyó del país invadido dos semanas después del comienzo de la agresión rusa, ha regresado para retomar su actividad en la zona de Jersón. Este enclave del sur, situado en la orilla occidental del río Dniéper, fue liberado hace meses pero los bombardeos continúan. Tras entrar al país invadido desde Eslovaquia y viajar a Kiev continuó su trayecto hasta regresar a Krasnasilskoe, pueblo situado a 100 kilómetros al norte de Jersón. Se trata de un enclave cercano a la presa de Kajovka y a 20 kilómetros de la orilla del gran río ucraniano, en la que se ubica el frente y donde los bombardeos rusos son constantes. Tras dos semanas en el país, analiza desde el terreno para El Diario Montañés los efectos de los más de 500 días de conflicto, la situación de la población, el escenario bélico y las consecuencias de la destrucción de la presa, entre otros muchos temas.
-Lleva dos semanas en Ucrania. ¿Cómo se encuentra?
-Todo bien, bastante tranquilo para la situación. En el pueblo oyes las explosiones pero ya estás habituado. El frente está al otro lado del río Dniéper, a unos 20 kilómetros en línea recta. En la zona en la que me encuentro no están bombardeando, se centran en las localidades que están en la orilla del río, allí bombardean casi todos los días. Aquí ves algunos soldados pero está la cosa medianamente tranquila, son tropas de reemplazo que vienen a estas zonas a controlar y a descansar un poco. En Berislav, que se encuentra frente a Nova Kajovka, los dos núcleos más grandes de esta zona, bombardean todos los días y allí solo hay cuatro soldados, nada más. Lo que hacen es matar a gente y destruir edificios e infraestructuras, pero sin mucho criterio. Ocurre lo mismo en Jersón y otros puntos cercanos al frente. Son lugares que machacan a diario sin ningún objetivo claro.
-Si no tienen valor estratégico, ¿a qué responden esos ataques?
-Es machacar por machacar, igual que cuando lanzan misiles contra edificios residenciales. Estratégicamente no se entiende. Hay que tener en cuenta que muchos de los que lanzan tienen muy poca precisión, los antiaéreos S-300, que son muy potentes, alcanzan muchos kilómetros pero no son nada exactos en los objetivos. También bombardean con bombas lanzadas desde aviones que salen del mar Caspio. Así también lanzan misiles más modernos, pero se los derriban casi todos. El problema en Ucrania es que no tienen defensas antiaéreas para todo el país y se concentran en las grandes ciudades como Odesa o Kiev.
-Salió de Ucrania al comienzo de la invasión y regresa ahora a Krasnasilskoe, donde vivió durante años, tras visitar Kiev. ¿Cómo ha encontrado el país? ¿Cuáles son las principales diferencias que ha percibido?
-Al venir desde Kiev y pasar por las zonas rurales del frente, cerca del río Inhulets, en Jersón, vi que estaban hechas polvo. Han derribado muchos puentes. Son zonas que han sufrido mucho, donde ha muerto mucha gente y han quedado destruidas muchas casas. Todos los edificios administrativos, desde ayuntamientos a centros de policía, estaban destruidos, un desastre. Ahora casi no hay servicios en los pueblos y falta la mayor parte de la gente, solo han quedado algunos mayores. Antes la gente tenía trabajo y sus costumbres, al salir iban a tomar café a algún sitio, se podía hacer la compra o conseguir recambios y ahora es más difícil. No puedes ir ni a Kajovka ni a Berislav por los bombardeos, que son una lotería. Por eso muchos de esos núcleos están despoblados, la mayor parte de la gente se ha marchado. En mi caso, para ir a comprar comida tengo que desplazarme 40 kilómetros.
-Ante la presión del ejército ucraniano los rusos se retiraron a la orilla oriental del río. ¿Cómo ha afectado ese movimiento?
Ahora que esto está más tranquilo la gente empieza poco a poco a venir. Los jóvenes no, porque están en la guerra y otras tareas y es difícil que vengan además porque no hay mucho trabajo. En esta zona casi todo se centra en la agricultura: tractoristas, transportistas, cosechadores…
-¿Hay mucha necesidad entre la gente?
-La economía se ha resentido mucho, pero la situación es diferente entre las grandes ciudades y las zonas rurales. Aquí la gente de las ciudades vive al estilo europeo pero con mucho menos dinero para gastos. En las zonas rurales la gente es muy humilde y la gente vive con lo básico: unas vacas, unas gallinas, unos cerdos… y también unos huertos para plantar cebollas, patatas y demás. Una economía de subsistencia que gestionaban bien. Por lo que he visto la ayuda humanitaria llega. Hoy nos han llegado dos cajas con pan, aceite, arroz, conservas… y otros productos además de agua. Creo que hacen los envíos semanalmente. En ciudades más alejadas del frente ya se celebran pequeños mercados. Lo básico está garantizado ahora mismo. También hay medicamentos en las farmacias, lo que pasa es que en nuestro caso tenemos que recorrer 40 kilómetros para llegar a una.
-¿Cómo ha percibido ahora el estado de ánimo de los ciudadanos ucranianos?
-La gente en Ucrania sigue sin entender por qué demonios ha empezado esta guerra. No se lo explican. Ellos piensan que vivían tranquilos en un país en el que, dentro de la corrupción que había, todo funcionaba y vivían bien. ¿Por qué han venido estos, por qué nos invaden, por qué asesinan y torturan y violan? Lo que quiere la mayor parte de la gente es que los rusos se marchen de una vez del país y que despejen todas las zonas que han ocupado. En ese sentido la unidad que ha provocado en el país la invasión se mantiene.
-En la entrevista que concedió a este periódico describió descarnadamente la forma de actuar de los soldados rusos. ¿Cómo son los testimonios que ha conocido tras su regreso?
-He conocido todo tipo de historias y todas muy duras. La gente dice que mientras han estado aquí los rusos han sido una pandilla de borrachos, ladrones y drogadictos. A mi propio cuñado, nada más llegar, lo cogieron, le pusieron una capucha en la cabeza, lo tiraron al suelo y, mientras lo pateaban, uno de ellos animaba a los otros a que le pegasen un tiro. Lo contó de milagro. Le entraron en la casa y en el taller y le robaron todo, hasta las tazas de café y las cucharillas, lo dejaron todo completamente vacío. Hay ya casos documentados de soldados que han violado desde niñas de cuatro años hasta ancianas de más de ochenta. Aquí los rusos entran así. Entran, roban, torturan, violan… Son una horda. Desde Gengis Kan y Atila no han cambiado mucho.
-Se supone que hasta en la guerra deben existir unos códigos e imperar unas leyes. ¿A qué responde esa forma de actuar?
-Supongo que es una realidad en la que intervienen muchos factores. Uno de ellos es lo pobres que son. Muchos decían que los ucranianos eran ricos. Gran parte de las tropas rusas habían sido reclutadas en las zonas más recónditas, como Buriatia o Tuvá, zonas que tienen una renta per cápita de 235 dólares por persona, que es menos de un dólar al día.
-Lo que iba a ser una operación relámpago de una potencia mundial contra un país mucho menor dura ya más de 500 días. ¿Por qué?
-El ejército ruso está desmotivado y tiene el problema de que no dispone de las armas, el potencial y la tecnología que la gente cree que tiene. En Rusia la corrupción lo ha carcomido todo. Solo por la corrupción debe llegar menos de la mitad del presupuesto destinado a material y demás. Se ha visto también con las raciones de comida de los soldados, que muchas estaban caducadas desde hacía años. En mi parcela había un montón de cohetes lanzados por los rusos, varios de ellos con el detonador y todo. Eran todos fabricados entre los años 1973 y 1983. Otro de sus grandes problemas es el tipo de organización que tiene el ejército ruso. Una vez salen de la academia, donde no sé si estudian o aprender algo, todo consiste en ir a la cantina a esperar medallas y a machacar a los de abajo. Para los oficiales los soldados no cuentan, son carne de cañón.
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-Retrata una cultura y un modelo militar desfasados respecto a los que imperan en la actualidad.
-Sí. Tienen una jerarquía tan vertical y rígida que les causa muchos problemas. Cuando los ucranianos bombardean un puesto de mando la cadena se resquebraja entera y los soldados que están en el frente o en las trincheras no saben qué hacer sin una orden superior. No existen figuras ni cuerpos que puedan tener iniciativa propia en un momento dado. Siempre tienen que esperar la orden. A eso se suma que muchos soldados van engañados al frente. Provienen de las clases más desfavorecidas, de zonas remotas como Siberia, de pueblos muy esparcidos para que no se note mucho la mortandad que están teniendo. A las clases medias y las que tienen más cultura no los engañan y esos no van al ejército o hacen todo lo posible por librarse. Muchos se están negando. Por lo que leo aquí ahora mismo hay muchos soldados que se rinden y otros que desertan.
-De hecho Ucrania cuenta con un teléfono al que pueden recurrir los soldados rusos que quieran rendirse. ¿Es cierto?
-Sí, ese teléfono existe. Muchos de los soldados que han estado aquí tenían miedo al ejército ucraniano y su respuesta. En la casa de mi suegra unos chechenos quisieron meter un tanque, lo cual convertía aquello en un objetivo del ejército, que podía acabar volando el tanque y la casa. Hubo unos soldados rusos que les dijeron los chechenos que no lo hicieran y después fueron a hablar con mi suegra: «Abuela, si vienen los vuestros diles que os hemos ayudado y que no tenemos manchadas las manos de sangre, nosotros nos portamos bien», le decían. En esta zona los chechenos se encargaban de disparar a los soldados que desertaban, los no querían ir a luchar o se rendían. Había un batallón de tropas rusas comunes alojados en una escuela y muchos recurrieron a ese teléfono que puso en marcha el Gobierno ucraniano para los soldados rusos que se quisieran rendir. Al día siguiente los chechenos estuvieron como locos buscando a los que habían llamado.
-Tras meses de incertidumbre, parece que la contraofensiva es una realidad, sustentada en gran parte por la ayuda militar que ha recibido Ucrania de Occidente. Usted, que se encuentra tan cerca del frente, ¿cómo ve usted este movimiento?
-El ejército ucraniano no para de avanzar, va muy lento pero seguro. Es un movimiento lento pero positivo. Están destruyendo constantemente tanques, artillería, depósitos de munición y de combustible, puestos de mando… El apoyo de Occidente está siendo clave, pero las armas han tardado mucho en llegar y hay mucha diversidad de elementos, como por ejemplo entre los tanques que han recibido. Eso complica la gestión porque tienen que tener recambios y mecánicos para todos y muchos talleres desperdigados por el territorio. Las tornas han cambiado y ahora Ucrania avanza y Rusia está a la defensiva.
-¿Cómo afronta Rusia este movimiento?
-Los rusos han tenido bastante tiempo, seis u ocho meses, para preparar sus defensas. Ahora mismo hay campos llenos de minas, casi con una por metro cuadrado. Hay tres líneas de defensa: en la primera es en la que están las trincheras, los soldados y el personal; en la segunda está la artillería, que se encarga de machacar a los ucranianos, y en la tercera tienen gente que utilizan para tapar algún agujero en las filas o para reemplazo de tropas que estén muy desgastadas.
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-Cuando comenzó el contraataque ucraniano Rusia se vio obligada a retirar sus posiciones rápidamente.
-Sí, porque cuando dijeron que iba a realizar una 'retirada estratégica' de esta orilla del río en realidad todo se debió a los graves problemas de logística que tenían, por un lado por las acciones ucranianas cortando líneas de suministro y por otro por sus propios fallos y carencias. No tenían armamento ni munición ni comida. No tenían nada. Ahora los rusos están muy escasos de gente y tienen tropas muy mal entrenadas, desmotivadas y muy mal equipadas. Están intentando movilizar gente contínuamente. Un ejemplo son las fábricas de armamento, a las que el ejército está mandando cartas reclamando que envíen parte del personal al frente. Y los que no quieren ir entran en la lista negra.
-¿Cuál es la situación en el bando ucraniano?
-En el caso de los ucranianos su principal objetivo es no perder personal. Como tienen una artillería con muchísima más precisión que la rusa, con las armas y drones que les han enviado desde Occidente, lo que hacen es localizar depósitos de munición, cañones de artillería y otros elementos rusos y van destruyéndolos poco a poco. Una vez que lo hacen es cuando atacan más hacia el frente. Es una labor lenta porque quieren asegurar, así que los resultados pueden tardar en verse, igual un mes o dos más para que empiece a ser evidente.
-Desde fuera parece que está siendo un movimiento muy lento. De hecho hay gente que duda que Ucrania esté haciendo progresos.
-Para que fuese todo más ágil les harían falta las misiles americanos que tienen un alcance de 300 kilómetros, pero no se los están dando. Los 'Storm shadow' ingleses sí los tienen, pero hay que dispararlos desde un avión y en su caso solo pueden llevar uno porque los aviones ucranianos no tienen capacidad para llevar mucho peso. Así que por cosas como esas es por lo que de momento la contraofensiva avanza lentamente.
-¿En qué momento cree que, de progresar la contraofensiva, se hará patente el avance ucraniano?
-En mi opinión, la llave de todo esto está en la ciudad de Melitópol, que está al sur de Zaporiyia y de la central nuclear. Allí confluyen cuatro carreteras, la que baja del norte desde Zaporiyia y la que vienen del este desde Donbás, vías que van hacia Nova Kajovka y la margen izquierda del río hasta el mar, y otra que baja hasta Crimea. Si cogen esa ciudad, conseguirán asfixiar a los rusos en esas zonas. Y en el momento en el que caiga Melitópol, que no sé lo que tardará pero creo que caerá, tanto Crimea como el sur de Jersón quedarán en manos de los ucranianos. El problema es que los de Crimea no tendrían por dónde escapar, y hay casi dos millones de habitantes ahí. Si cogen Melitópol y bombardean el puente de Kerch, que conecta la península con territorio ruso, tendrán a esos casi dos millones de civiles más los soldados encerrados en la península. En ese escenario creo que es mejor dejar marchar a los civiles y cuando solo queden los soldados, casi sin disparar ningún tiro, solo a base de bombardeos, Ucrania recuperaría Crimea.
-¿Cuándo cree que podría darse ese escenario?
-Si rompen las primeras líneas, como están haciendo ahora en una labor lenta pero continua, es probable que consigan tomar Melitópol antes del invierno. Eso estratégicamente supondría un antes y un después. Después ya solo quedaría liberar la zona del Donbás, ocupada desde 2014. Si con Melitópol caen el sur de Jersón y Crimea entonces Putin lo tendrá muy mal. Ya no tendría ningún motivo para continuar con la invasión, porque ya tiene bastantes problemas internos.
-Los datos de los efectos de la contienda en uno y otro bando son muy dispares. ¿Cuáles maneja usted?
-A los rusos se les mueren la mitad de los heridos un poco graves porque no tienen medios ni para tratarlos ni para evacuarlos. Aquí sabemos de primera mano que incluso a algunos heridos los han enterrado vivos. Desde que empezó la guerra están muriendo soldados rusos a razón de 400 o 500 cada día. Según los ucranianos han muerto ya más de 230.000 soldados. Y eso son los muertos, porque hay un número al menos igual de mutilados. Sin contar con las pérdidas de tanques y material. Pero todo en Rusia no se sabe y de hecho no se lo creerían.
-Uno de los episodios recientes más graves y relevantes fue la voladura de la presa de Nueva Kajovka, un hecho que ya es considerado como la mayor crisis ecológica en Ucrania desde Chernóbil.
-Ha sido un desastre en las dos orillas. En la orilla oriental, que es la que controlan los rusos y que tiene un perfil más bajo, debe de haber sido peor pero no hay datos. Hay que tener en cuenta que esta presa no es el pantano del Ebro, que aquí nos parece muy grande. La presa de Kajovka tiene 2.500 kilómetros cuadrados de espejo, lo que equivale a la mitad de la provincia de Santander, y tiene unas profundidades de hasta 20 metros. La presa se construyó en los años 50 y 60, después de la guerra, y fue la base de la creación de ciudad de Nueva Kajovka. En total, la presa contenía de 18 a 20 kilómetros cúbicos. Para que la gente lo ubique mejor, un kilómetros cúbico se mide con nueve ceros, es decir, mil millones de metros cúbicos. Cuando la reventaron el caudal en el río Inhulets, que es un afluente de Dniéper, llegó a subir aguas arriba hasta tres metros.
-La riada causada por la destrucción de la prensa ha tenido consecuencias muy graves a distintos niveles. ¿Cuáles son esos efectos?
-Uno de los grandes problemas es que la crecida ha destruido muchísimas casas, porque aquí están construidas de una forma muy básica y con malos materiales. Están hechas de ladrillos unidos con un mortero muy malo que se ha deshecho con el agua, y también ha afectado a los cimientos, que eran muy básicos y prefabricados. Así que con la crecida, que ha sido de varios metros, muchas se han derruido y las que no han quedado estructuralmente afectadas. Las que han aguantado han quedado con todo el sistema eléctrico inservible y todos los electrodomésticos y los muebles para tirar, algo que, teniendo en cuenta que la economía de la mayoría de los ucranianos no da más de sí, es un problema serio. Otro problema que ha provocado la ruptura de la presa es que aquí la mayoría de las casas no tienen canalizaciones y la gente hace sus necesidades en letrinas escavadas sobre pozos sépticos, y con la riada todos los residuos han salido a flote y se ha esparcido por todos lados, provocando muchos problemas de insalubridad.
-Se ha llegado a hablar de brotes de cólera.
-Sí. En la zona rusa se sabe que ha habido casos de cólera. Y los rusos han vacunado a los soldados pero a los civiles no, a los que tampoco han ayudado en nada. También ha habido miles de animales muertos, con la pérdida que supone para la gente que vivía de ellos y también el problema de los cadáveres, que se han podrido. Además, en esta presa se acumulaban muchos residuos de los vertidos que durante décadas han hecho las empresas en el río. Esos metales pesados estaban en el fondo y con la riada han salido y se han esparcido, llegando hasta el mar Negro. Ecológicamente han afectado al delta del río Dniéper en Jersón.
-Uno de los grandes problemas es la drástica reducción del agua disponible en toda la zona.
-La falta de agua afecta a miles de personas y hay que tener cuidado cuando bebes, porque los pozos, que en Ucrania se utilizan mucho, también han quedado afectados. Las consecuencias son muchas y van más allá. En la zona de la presa había cientos de familias que vivían de la pesca y ahora se han quedado sin sustento. También ha afectado al riego de muchas explotaciones, y el canal que abastecía a Crimea se ha quedado casi sin agua. Se calcula que se han perdido más de 600.000 hectáreas de cultivo, que daban trabajo a muchísima gente.
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-A nivel militar, ¿qué ha supuesto la destrucción de esta presa?
-No hay quien lo entienda, porque ahora las posiciones bélicas están igual que estaban antes. Volando la presa no han ganado nada. La orden la tiene que haber dado un superior desde muy lejos. Yo no me acerco por allí por los bombardeos, pero por las fotos que he visto ahora el río es mucho más estrecho. Es un episodio que retrata muy bien cómo funciona el ejército ruso, porque ha habido muchos soldados ahogados debido a que no les avisaron ni a ellos.
-Viendo las consecuencias que ha tenido, es difícil explicar ese movimiento.
-Repito que no hay quien lo entienda. No sé si son tontos o malos o una mezcla de malos y tontos. Nunca sabes por dónde van los tiros. Creo que en realidad no habían calculado el alcance que podía tener, que no sabían la cantidad de agua que había en esa presa. Porque solo viendo que hay 2.200 kilómetros cuadrados de superficie era para pensárselo. Solo con bajar el nivel un metro estarían liberando millones de metros cúbicos.
-Una de las tácticas empleadas por Rusia ha sido plagar de minas los territorios ocupados inicialmente y aquellos en los que se ha atrincherado ahora. ¿En la zona en la que se encuentra existe este problema?
-Sí, desde luego. En la exportación teníamos muchas minas y cohetes Grad, de 120 mm de diámetro, y gracias al apoyo del ejército y del Gobierno hemos podido retirar muchos de esos explosivos. Muchos todavía tenían detonador, y los han metido en un agujero y los han explotado. Las minas son más complicadas. La mayoría son antitanques y se activa con pesos superiores a los 140 kilos. El que se encarga de quitarlas cobra 100 euros por hectárea. Es un especialista privado. También hay bastante antipersonas, pero lo más peligroso son las bolas de las bombas racimo que no han explotado, porque en las de fabricación rusa el 30 o el 40% de ellas no explotan en el momento. Se quedan enterradas por ahí y más de uno ha tenido problemas con ellas.
-Su testimonio desmitifica al ejército ruso. Salvo por el número de soldados y de armamento, no parece el de una potencia mundial.
-La gente sigue pensando en el gran ejército ruso y en que es el segundo más potente del mundo. Y no es ni el segundo ni el tercero ni el cuarto. A nivel de tecnología estará en la media mundial como mucho. Y no solo les falta esa tecnología, sino gente formada y profesional capaz de aprovechar ese armamento. Hoy mismo he leído que la India, que era el país que más armamento le compraba, ha dejado de hacerlo. Y como la India la mayoría de compradores, porque se han dado cuenta de que no tienen más que porquería.
-¿Están sus tropas tan diezmadas como reflejan el hecho de que hayan recurrido a sacar presidiarios de las cárceles o a contratar milicias mercenarias como el grupo Wagner?
-Ahora mismo los rusos ya no tienen más soldados profesionales porque todos los que tenían los han sacado de los cuarteles y los han enviado al frente. El problema es que la guerra la ordena Putin y él no es un militar profesional, no sabe cómo hay que actuar. Ocurre un poco como con Hitler, que tenía grandes mandos con generaciones de familias formadas en el mando militar pero fue él el que tomó las decisiones y provocó el desastre para su país. Así ordenó atacar San Petersburgo y la toma de Stalingrado, y así les fue. Su empecinamiento con la toma de Bajmut es un ejemplo similar.
-Si es así, las pérdidas humanas que han sufrido en esa y otras localidades tienen que haber sido enormes.
-El movimiento de Prigozhin demuestra que la situación interna de Rusia es cada vez más compleja e inestable. Éste se reveló porque han usado a Wagner como carne de cañón y han muerto miles de sus soldados. Desde siempre han empleado la táctica de enviar más y más tropas. Ya en la Segunda Guerra Nunfial libraron batallas en las que los rusos murieron tres y cuatro veces más que los alemanes porque hacían lo mismo, y también perdieron armamento y tanques en igual proporción en batallas como la de Kursk, por ejemplo. Hay una anécdota en la que un periodista preguntó a uno de los generales rusos sobre el hecho de que, aunque ganaran las batallas, perdían muchas más tropas que su enemigo. La respuesta del mando fue que «las mujeres rusas paren muy bien».
-¿Por eso han tomado la decisión de impulsar un reclutamiento obligatorio entre sus ciudadanos?
- Sí. Ahora ha ocurrido lo mismo. Cada vez tienen menos gente y les cuesta más movilizar a nuevas tropas. Están reclutando a la gente más humilde y a presidiarios, los entrenan tres días y los mandan al frente. Son testimonios de los propios soldados, que también dicen que van engañados porque les dicen que van a otros puntos y a hacer otras labores. Así que luego se rinde y desertan.
-Uno de los episodios más llamativos de todo el conflicto, muy reciente, es la algarada protagonizada por Prigozhin y el grupo Wagner. ¿Cómo valora usted este movimiento?
-Según la información que se filtra todo apunta a que el apoyo a Putin ha caído mucho, y muy especialmente entre las altas esferas como la Guardia Nacional o los servicios secretos. El caso de Prigozhin es muy revelador porque avanzó 900 kilómetros hacia la capital del país y no le tosió nadie. Por lo visto a la aviación rusa le dieron la orden de bombardear la columna y no salieron más que dos aviones. También es llamativo que Putin saliera corriendo en su avión privado hacia San Petersburgo y que a mitad de camino, a la altura de Valdái, apagara el transpondedor. Se especula con que se encerró en un búnker allí. Se fue pero se llevó al presidente de la Duma, que es el único que tiene poder para investir a un nuevo presidente, porque si Prigozhin hubiera llegado a Moscú así evitaba ese problema. No fue el único, porque el vicepresidente se marchó a Turquía y muchos de los miembros de la cúpula militar también desaparecieron.
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-Tratándose de una potencia mundial, es algo realmente sorprendente.
-Por lo que ha podido verse la defensa de Moscú consistió en cruzar camiones en las carreteras y hacer zanjas en ellas para complicar el avance de los rebeldes. ¿Cómo pueden defender la capital de su imperio con eso? Es increíble. Desde la Inteligencia ucraniana afirman que no había gente y que si Prigozhin hubiera llegado hasta el Kremlin se lo habría encontrado vacío. Viendo la situación, creo que el tema puede saltar por los aires en cualquier momento, porque un golpe de Estado no se sabe que ocurre hasta el último momento. Putin está en una situación muy precaria, cada vez tiene menos poder y fuerza y a saber cómo acaba esto.
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