La élite científica de la UC
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Hace diez años, la UC inauguró el palmarés de las ayudas europeas ERC, tan reputadas como rigurosas. «Es el esfuerzo de nuestras vidas»Si los 'ERC de Cantabria' no tienen grupo de Whatsapp, no será porque no compartan metas y obsesiones. Lo hacen, y es fácil comprobarlo tras escucharles conversar e intercambiar términos en inglés para este reportaje. Cada cual en su campo de estudio -la genética, la ... prehistoria, las nanopartículas...-, los cinco científicos ligados a la Universidad de Cantabria (UC) que han logrado estampar en sus proyectos las siglas del European Research Council tienen en común, como poco, una obstinada voluntad de resolver problemas y de no desistir en el intento. También comparten una formación especializada -que siguen ampliando porque la formación no tiene fecha de caducidad en la ciencia- que recogen en unos currículos sensacionales en los que brillan, casi que refulgen, esas siglas ERC, las distinciones científicas más reputadas de la UE, tanto por su cuantía -no menos de 1,5 millones de euros- como por el riguroso y largo proceso de selección al que se someten los candidatos.
Este reportaje parte de un pequeño gran aniversario: los diez años que han transcurrido desde la concesión de la primera ayuda ERC a un científico vinculado a la UC. En 2014, Ignacio Varela logró esa beca gracias a su propuesta para conocer los mecanismos implicados en el desarrollo del cáncer de páncreas y para diseñar terapias antitumorales más eficaces. Se presentó aquel hito a bombo y platillo, y lo mismo sucedió cuando llegó el turno de Ana B. Marín-Arroyo, de Álvaro Rada, de Fernando Calvo -hay que recordar que, estrictamente, Calvo es científico titular del CSIC en el Instituto de Biomedicina y Biotecnología de Cantabria (Ibbtec)- y de Leonardo Scarabelli, quien hace solo unas semanas completó este palmarés. El investigador italiano ha elegido el campus de la UC para desarrollar Nanogrowdirect, un proyecto sobre nanopartículas que implica la construcción de un doble laboratorio de química y óptica en la universidad.
IntraHeteroSeq Mecanismos implicados en el desarrollo del cáncer de páncreas y diseño de terapias antitumorales más eficaces.
Subsilience Estudio de las oscilaciones climáticas y medioambientales en el periodo en el que toman contacto neandertales y homo-sapiens.
PoisedLogic Entender los mecanismos que hacen que los genes se expresen de forma precisa y específica durante el desarrollo embrionario.
AntiCAFing Características y comportamiento de células normales no cancerígenas (fibroblastos) en tumores sometidos a distintos tratamientos.
Nanogrowdirect Estudio dedicado a investigar el crecimiento in situ de nanoparticulas para la nanoestructuración de superficies.
Diez años, cinco investigadores y más de 9,5 millones de euros captados por todos ellos. Las cifras son sólidas y en sus discursos, Ángel Pazos no suele perder la oportunidad de recordarlas. Si las universidades españolas han conseguido 129 proyectos de este tipo, los cinco de la UC son un «éxito muy importante», dijo el rector hace unos días.
Queda claro que las ERC son ayudas relevantes y de enorme prestigio. Y el proceso para hacerse con ellas -tres fases en las que hay que defender la 'proposal' en competencia con miles de colegas- está en consonancia. «No se trata de ponerse un mes y hacer una propuesta. Solo para evaluarte ya se dedican dos años. Hay que escribir mucho, preparar la entrevista... Yo dediqué solo un año a pensar lo que quería hacer, recibiendo el 'feedback' de otros colegas, afinando», evoca Calvo, que sigue adelante con un proyecto que, a grandes rasgos, estudia la resistencia de algunos pacientes a los tratamientos del cáncer.
«Es el esfuerzo de nuestras vidas», apunta Marín, que compara la fase de escritura del proyecto con una dura oposición. Todos coinciden en que elegir el objeto de estudio y defenderlo ante el Consejo Europeo te lleva a vivir en un paréntesis y que el resultado exitoso marcará un antes y un después. Con una ERC bajo el brazo el científico ingresa en una especie de «burbuja temporal», dice Varela. Porque las ayudas ERC «te permiten hacer una carrera investigadora que en otros sitios es más normal y que en España es imposible», señala el también profesor titular de la UC y responsable de grupo en el Ibbtec, donde también trabajan Calvo y Rada, y donde transcurre este encuentro.
El autor de PoisedLogic considera que las ayudas ERC son flexibles, al menos, en mayor medida que los proyectos nacionales, más rígidos en cuanto a objetivos, tiempos y financiación. «Con la ERC puedes arriesgar y dejarte llevar por tus ideas, aunque sean preliminares», revela el también responsable del grupo y científico titular del CSIC en el Ibbtec, y cuyo proyecto gira en torno a los mecanismos que hacen que los genes se expresen de forma precisa y específica durante el desarrollo embrionario.
«Las ayudas ERC te permiten ir rápido, contratar gente, tener medios. Yo ya he sacado muy buenos resultados sin haber acabado el proyecto», apoya Ana B. Marín. Ella logró una inyección de dos millones de euros con una propuesta para analizar las oscilaciones climáticas y medioambientales en el periodo en el que entraron en contacto las últimas poblaciones de neandertales y las primeras de homo sapiens. También responsable del Grupo Evoadapta, Marín-Arroyo se ha centrado en una horquilla temporal de 20.000 años en la que abundan las preguntas importantes para comprender mejor la prehistoria.
Ella introduce en la conversación otra reflexión pertinente. Las ERC les han ayudado a todos a estabilizarse en lo profesional, pero también en lo personal. «Porque el problema de nuestra profesión es la inestabilidad», una realidad que ponen de manifiesto otros testimonios e informes donde se constata que es necesaria mayor financiación, que persiste la brecha de género -extremo que también evidencian las propias ERC- y que la burocracia ahoga.
Si el itinerario de un investigador tipo comienza con la tesis y sigue, por lo general, con una concatenación de contratos 'posdoc', de estancias en el extranjero..., con las ERC llega algo de sosiego. A Marín-Arroyo, por ejemplo, la ayuda le ha permitido desarrollar un proyecto científico a largo plazo, montar un laboratorio, investigar; pero también, y en eso coinciden sus compañeros, le ha permitido pensar en la posibilidad de materializar proyectos personales, como armar una familia, un hogar. «Y eso es importante».
Así que a pesar de la experiencia, «¡la obsesión del investigador es siempre que no le echen!», lanza Varela no sin antes soltar una carcajada. Desde luego que algo de fijación hace falta para plantearse preguntas, buscar respuestas y combatir el papeleo y los aprietos presupuestarios. «Este trabajo no se hace sin pasión, sin obsesión. Pasas tu existencia resolviendo problemas, si te motiva resolverlos... puedes hacerlo».
Varela confiesa que se le han hecho cortos estos diez años. «Es mucho tiempo y a la vez es poco. La sensación es que las cosas son muy rápidas a nivel metodológico, que algo que hace dos años era supernovedoso ahora está obsoleto», añade Rada, sentado a su lado en una sala del Ibbtec. Lo bueno de la ERC, añade Calvo, quien completa la triada del Instituto, «es que te permite plantearte cosas a futuro: generar herramientas o información que, probablemente no te dé tiempo a digerir en esos cinco años, pero que serán importantes en los cinco siguientes».
Volviendo la vista atrás, destaca la figura de Pazos, entonces vicerrector de Investigación, que apoyó el despegue de las ERC en la UC. «Coincidió con la creación de la Oficina de Proyectos Europeos», evoca Varela, un organismo que se «movió mucho» en esos primeros años para localizar, convencer y orientar a posibles candidatos a las ayudas. Así, se puede decir que en el origen confluyeron la inquietud de los investigadores con un «empuje» de la institución. Dio resultado y ha funcionado como un polo de atracción. «El hecho de tener investigadores que han pasado ese control de calidad europeo lleva a pensar que la investigación es buena, pero también que la institución es capaz de gestionarlo», dice Varela en relación al Ibbtec. «Es así, hay gente que quiere venir a trabajar con nosotros y aplica a las ayudas del Ministerio -las Juan de la Cierva, las 'cajales'...- porque Europa ha reconocido que haces cosas novedosas», tercia Marín-Arroyo.
Scarabelli, el último en incorporarse a este plantel de magníficos, es prueba de ello. Él ha optado por la UC para desarrollar un proyecto que busca solventar las dificultades de la integración de las nanopartículas en sensores y dispositivos, y, entre sus razones, están sus ganas de regresar al norte tras haber pasado por el biomaGUNE de San Sebastián y el buen ambiente que intuía en una universidad pequeña, similar a la de su Pavía natal. «Me encuentro a gusto en un entorno así, donde conoces a la gente y pueden echarte un cable».
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