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Yuliia Omelyanenko junto a sus dos hijos, Volodymyr y el recién nacido Emilio. Luis Palomeque

Emilio, el primer niño cántabro-ucraniano

Yuliia Omelyanenko huyó de su país junto a su hijo y embarazada de ocho meses. Días después de dar a luz admite que temió por la vida del bebé

Candela Gordovil

Santander

Martes, 17 de mayo 2022, 07:08

El día de mañana, cuando Emilio cuente su origen cántabro-ucraniano, rememorará la odisea que tuvo que vivir su madre para escapar de la invasión rusa, embarazada de ocho meses, de la mano de un hijo de seis años (Volodymyr) y rota por dentro al dejar atrás a su marido y su primogénito, uno en el frente (al que aún no le ha podido dar la noticia del nacimiento de su bebé) y el otro formándose para incorporarse al ejército ucraniano. Yuliia Omelyanenko, de 43 años, vivía a las afueras de Kiev cuando tuvo que huir de su país, asediado por las bombas, para garantizar la supervivencia de sus pequeños. Casi tres meses después de su llegada a la región, dio a luz la semana pasada en el Hospital Valdecilla tras un parto inducido y tres días «durísimos». Para sorpresa de su familia, eligió ponerle un nombre español: «Una noche soñé que mi hijo se llamaba Emilio. Y aunque sea ucraniano también es cántabro y quiero que le llamen así».

«Mi huida fue tan dura que pensé que había perdido al niño. Su llegada ha sido mágica», declara. Una noticia que aún no ha podido comunicar al padre. «Llevo un mes sin hablar con él. Mantengo la esperanza de que siga vivo y de que pueda conocer a su hijo algún día. Sueño con que se produzca ese encuentro». La teoría que maneja es que su marido no puede utilizar el teléfono móvil, al igual que muchos hombres ucranianos, porque así el ejército ruso no puede geolocalizarles. «No pierdo la fe».

«Cuando me fui, no podía mirar hacia atrás. Si lo hacía me derrumbaba. Allí se quedaba mi padre, enfermo de los riñones y con dificultades para andar». El viaje de esta familia desde Kiev tuvo como destino Solórzano. «Nuestro trayecto duró más de diez días y fue espantoso. Mi hijo pequeño no paraba de llorar, vomitaba, le salían heridas en la boca... Pero yo tenía que mantenerme fuerte», cuenta. Y eso pensando que, por la dureza del periplo, nunca conocería a Emilio. De hecho, cuando aterrizó en Polonia la ingresaron por su delicado estado. «Una situación horrorosa», recuerda esta refugiada.

Yuliia no ha podido dar la noticia a su marido del nacimiento de Emilio porque lleva un mes sin poder hablar con él

Nada más llegar a Cantabria también fue hospitalizada en Valdecilla para comprobar la evolución del embarazo. Y allí recibió la noticia que le dio fuerzas para seguir luchando. «Los médicos me dijeron que mi niño estaba bien, que iba a ser un parto complicado, pero que podría ver su cara». Dos semanas después sucedió. «Cuando le tuve en mis brazos se me olvidó por un momento todo lo malo que he vivido y sigo viviendo. Las matronas se portaron muy bien conmigo e Irina, la traductora, y Ramón de Cruz Roja no se separaron de mí».

Aunque de quien no se olvida ni por un minuto es de su marido: «Es muy difícil no poder comunicarme con él». De quien «por suerte» sí recibe noticias es de su hijo mayor, de 19 años, su otra gran preocupación. «Normalmente podemos hablar todos los días, pero cuando no me manda mensajes lo paso fatal. No duermo hasta saber que se encuentra bien. Es una situación de absoluta incertidumbre. Realmente no sé de dónde saco fuerzas para levantarme cada día», confiesa. Yuliia y su hijo se hospedaron en un primer momento en el albergue de Solórzano. Ahora viven en un hotel de Torrelavega bajo tutela de Cruz Roja. «Esto es un paraíso. Mi país me encanta, pero la situación actual es terrible... Aquí nos cuidan mucho y estamos en paz, a salvo y tranquilos».

Volodymyr, que ahora ejerce de hermano mayor, está feliz con la llegada de Emilio. «Le quiero mucho», dice el pequeño mientras le acaricia. «Yo le protegeré». Una actitud que dista mucho de la de cualquier niño de su edad pero que «no le ha quedado otra opción que adoptar. Es muy fuerte todo lo que ha vivido siendo tan joven», dice su madre. Y a pesar de que se está adaptando muy bien tanto al colegio como al idioma, todos los días pide volver a casa. «Me rompo por dentro al escucharlo».

Sobre sus planes de futuro Yuliia tiene dudas. Todavía hay muchas incógnitas. La primera, cuándo terminará la guerra en Ucrania. Y la segunda, los deseos de su familia. «Igual Volodymyr me pide que nos quedemos porque se está integrando muy bien en la escuela. En ese caso tratará de unir a sus seres queridos, incluido el abuelo, de 80 años, que no parece fácil de convencer. «Está enfermo, estaría más cuidado aquí. Pero él se niega. Dice que con su edad prefiere morir en su hogar». Y como el futuro es incierto, «prefiero centrarme en el día a día. Que no es poco», dice Yuliia, mientras sostiene en brazos a Emilio, el primer bebé ucraniano que nace en Cantabria a salvo de la amenaza rusa.

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