El 74% de los empleados que ha salido del ERTE en marzo es de hostelería
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Cantabria ·
En la primera semana del mes volvieron al trabajo 567 cántabros y 419 de ellos eran de bares y restaurantesLa crisis sanitaria llevó a los titulares un término que hasta hace unos meses apenas se escuchaba en las conversaciones del día a día: las siglas ERTE. Y las nuevas restricciones que se publican en el Boletín Oficial de Cantabria (BOC) conforme mejora o empeora ... la situación tienen un impacto directo en las cifras de los diferentes sectores. En el caso de la hostelería bailan a la par que se amplían los aforos o reabren los interiores. Al menos eso muestran los datos. Cantabria cerró el mes de febrero con 8.967 personas en un expediente de regulación temporal de empleo. Y, según los últimos datos que proporciona el Servicio Público de Empleo al sindicato CC OO, hasta el 5 de marzo ese mismo número había descendido a 8.400. Es decir, durante la primera semana del mes han salido del ERTE un total de 567 cántabros. De las mismas tablas se puede extraer otro dato y es que 419 personas pertenecían al sector hostelero.
Concretamente a cuatro de los más de 600 epígrafes en los que están divididas las actividades: restaurantes y puestos de comidas, provisión de comidas preparadas para eventos, otros servicios de comidas y establecimientos de bebidas. En resumen: siete de cada diez empleados que salieron del ERTE a lo largo de los primeros días de marzo pertenecían al sector de la hostelería, el 74%. Es más, de los expedientes activos hasta el 5 de marzo, 3.439 correspondían a esos apartados, un 40% del total de personas en ERTE. Sin incluir en la suma, por ejemplo, los alojamientos como los campings y hoteles. Lo cierto es que a estas instalaciones les afecta en mayor medida las restricciones a la movilidad. Cerraron febrero con 996 personas en ERTE y en cinco días apenas han salido de esa situación 15. En el caso de las agencias de viajes la cifra aumenta en cuatro (ya son 134).
¿Qué ha ocurrido por el camino? Los datos pueden encontrar numerosas explicaciones porque los expedientes varían a diario. No obstante, hay un cambio importante y ha sido la reapertura de los interiores de bares y restaurantes. Tras cuatro meses cerrados, desde noviembre, el pasado 2 de marzo el Gobierno regional publicó la orden que permitía volver a servir en el interior de los negocios, eso sí, con un 33% del aforo y sin poder utilizarse aún las barras.
El decreto entró en vigor el miércoles. Aunque muchos de los profesionales del sector esperaron para tomar decisiones y decidir, según los aforos y el resto de condiciones, cuántos trabajadores podrían volver a incorporar en la plantilla, la mayoría ha empezado a funcionar durante el fin de semana y eso encaja con las salidas del ERTE.
A más actividad, los hosteleros han necesitado más trabajadores. Otro sector que ha notado esa reapertura es el relacionado con los juegos de azar como los casinos que, con esta nueva medida, empiezan a recuperar la actividad. En este caso han pasado de los 378 de febrero a 351 trabajadores.
Por ejemplo no han notado cambios en sus medidas sanitarias los gimnasios, y eso se aprecia también en la nula variación de las estadísticas. Sí las peluquerías, que han pasado de 176 a 161. Todo son idas y venidas. Y los efectos de esas restricciones también tienen el efecto contrario. Si cuando se relajan las medidas, se reducen el número de personas en ERTE, cuando se endurecen, aumenta la cifra. Por poner otro ejemplo, según los datos del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, en octubre había en Cantabria 4.006 personas en esa situación. A partir de noviembre, cuando cierra una parte importante de la hostelería, el dato se incrementa mes a mes hasta duplicarse en febrero. En diciembre ya eran 8.436 trabajadores.
Si algo ha recalcado siempre la hostelería es que es un sector del que viven muchos profesionales. Pues bien, en febrero de 2021 el 7,4% del empleo total de la comunidad autónoma estaba en la hostelería. Por eso, desde que cerraran los interiores, han sido numerosas las movilizaciones del sector para reclamar esa reapertura que para muchos supone un balón de oxígeno para seguir en pie. Lo cierto es que, hasta la semana pasada, los únicos bares y restaurantes que continuaban con la persiana subida eran aquellos que contaban con terraza para atender a los clientes. De entre los negocios que no contaban con mesas exteriores, algunos al menos optaron por la comida a domicilio. Todavía insuficiente para cubrir gastos pero útil a nivel psicológico, porque, tal y como los profesionales han insistido durante meses: «Sólo queremos trabajar».
Manuel Solórzano | Bodega del Riojano
En cuarenta años Manuel Solórzano, «afortunadamente», no ha parado de trabajar, pero las restricciones sanitarias le obligaron a colgar el uniforme en noviembre cuando entró en ERTE. «Es un parón que rompe tu vida», cuenta mientras prepara el comedor de la Bodega del Riojano, donde es jefe de sala. Estos meses han sido «duros»con «muchas horas» en casa casi sin saber qué hacer más allá de salir a pasear o cambiar el local por el deporte. La hostelería es su «vida» y aparcarla de golpe rompió su día a día. Es como «si se te cayera el cielo», compara. A lo que se suma la «incertidumbre» de no tener claro cuándo iban a poder regresar y, sobre todo, estar «sin cobrar», porque los pagos del ERTE también han dado problemas, han llegado tarde. Con el anuncio de la reapertura de interiores pasó de «no ver el final» de la situación a llenarse de «felicidad». Ya no se trataba de ganar más o menos dinero, sino de volver a la actividad: «Sólo queríamos retomar la vida», resume Solórzano. Estas semanas ha recuperado algo de esa «tranquilidad» que hace meses se quedó por el camino. ¿Y cómo fue el primer día? «La experiencia más bonita». Había tantos nervios que ni siquiera pudo pegar ojo la noche anterior. Las ganas acumuladas eran «muchas» y reencontrarse con los clientes ha sido «emocionante». El hostelero está «agradecido» por la respuesta de la gente porque «les necesitamos».
Patricia Ibáñez | Patiochico
Dice Patricia Ibáñez, camarera en Patiochico, que «tirar cañas no se olvida» aunque haya pasado cuatro meses fuera de la barra. En noviembre bajó la persiana el establecimiento y ella entró en ERTE. Un parón que «ha sido más duro que el confinamiento», reconoce la profesional. A pesar de que había movilidad. La carga psicológica fue «dura», pero también el pensar «¿cómo voy a pagar el alquiler si no hay ingresos?». Hay pagos del expediente que todavía hoy están pendientes. Han sido semanas de mucha «incertidumbre», admite. Pero en su cabeza sólo cabía una idea: intentar ser optimista y pensar que quedaba poco para poder volver. Hasta que su jefe la llamó para decirle:«Baja, que el jueves vuelves a trabajar». ¿Cómo recibió aquel mensaje? «No me lo podía creer», comenta feliz. Con una sonrisa de esas que ahora se leen en los ojos. Sobre todo «fue emocionante». Y las sensaciones, las mismas que cuando era pequeña y llegaba el día de volver al colegio. «Tenía nervios e ilusión como el primer día». Podría decirse que lleva en la hostelería «toda la vida» porque sus padres ya tenían un bar, pero esta reapertura fue especial, como una «reinauguración». Había «ganas» de recuperar su normalidad, que es estar en el bar. Ese trasiego que acompaña el día a día con los compañeros que ya son familia, volver a verse y a toparse en la cocina. Ahora está feliz porque, además, la respuesta ha sido «buena».
Rafael Roll | restaurante Luciano
Para Rafael Roll, camarero del restaurante Luciano, en Santander, el pago del ERTE le ha supuesto más de un quebradero de cabeza. En agosto el cierre del ocio nocturno le obligó a parar. Luego, ya en octubre, retomó la actividad al 50% para atender en la terraza del local, pero durante esas semanas «estuve sin cobrar» porque los pagos no llegaban. Finalmente recibió un ingreso en enero después de pasar casi cuatro meses «sin nada» y cuando por fin vio la esperada prestación, se acercó a la oficina de empleo por un error en la cantidad. Ya parecía estar todo zanjado, pero con la última actualización de los datos «dicen que debo dinero», explica el hostelero. Una suma de idas y venidas que ha añadido «incertidumbre» a la complicada situación. «Ha sido difícil no tener fuente de ingresos y estar sin cobrar nada», resume Roll. Estos meses, hasta la reapertura de interiores, ha estado trabajando con la terraza. Unas horas que le han permitido mantenerse. Desde noviembre está con un «ojo pegado a las noticias» pendiente de esa medida que les permitiera volver a servir en el interior del restaurante. Algo que le ha servido para «ver un poco de luz» y recuperar «la ilusión» de atender de nuevo a clientes. Hasta ahora el local ha estado casi «desmantelado» porque, al no poder utilizarse, servía casi de almacén. Por eso, ver todo colocado de nuevo, «alegra» y da la sensación de que la situación «mejora» poco a poco.
Ramón García | Querida Margarita y El Serbal
«Parar fue un impacto emocional», reconoce Ramón García, uno de los profesionales del restaurante QueridaMargarita. Supuso, «por imposición», echar el freno de golpe en noviembre y pasar de estar activo todo el día a verse en un ERTE y no pisar el lugar de trabajo. «Dependo de esto, vivo aquí dentro», dice. Y ese primer mes fue «bien», dentro de la situación, pero ver que la Navidad no iba a poder salvarse fue «muy duro». Durante los meses sin actividad, aunque uno no quiera, «afloran emociones extrañas» que también hace falta «saber gestionar». Sobre todo cuando su «vocación» es la hostelería, un sector en el que lleva 36 años. Así que García intentó «estar presente» en el restaurante aunque no trabajara. ¿Cómo? «Repasando protocolos, vinos...». El objetivo era «no olvidar» su normalidad con la esperanza de recuperarla pronto. Entre una cosa y otra pasó por el restaurante que estaba «vacío», con las sillas amontonadas y sin organizar. Una imagen que fue «desoladora», reconoce. Impresiona entrar y verlo así. Por eso el primer día que volvió a «encender las luces» se emocionó. Había ganas de retomar la actividad y el anuncio de la reapertura lo recibió «con ímpetu e ilusión». Como cuando un niño «vuelve al colegio», compara. Ha recuperado «la alegría» al ver todo colocado de nuevo, preparado para atender a una clientela que ha respondido bien: «Hay ganas de mantel», añade.
Ángel Muñoz | Vermutería Solórzano
Una vez que la Navidad quedó atrás, Ángel Muñoz, encargado de la Vermutería Solórzano, pensó que tardarían más en retomar la actividad y que la reapertura ya no llegaría «hasta junio». El cierre de noviembre les pilló por sorpresa, fue un «susto», porque llegó una situación que «no pensábamos que volvería a darse», reconoce el empresario. Entonces bajaron la persiana hasta el jueves pasado. Estos meses han sido «como ir a la deriva», sin tener muy claro a dónde iban y «sin ver el final». Un camino en el que han convivido con dos preocupaciones. Por un lado la «organización» de los ERTE porque aún queda «un mes pendiente» de pagar. Es más, hay trabajadores que han cobrado «su primer sueldo en enero». Y por otro, la «situación» de la empresa. En resumen: «Mucha incertidumbre». Hace apenas una semana recuperaron la actividad. Sus principales «fuentes de ingresos» son la barra, que siguen cerradas, y la calle, por eso de momento hacen «malabares» para encajar las cifras. Eso sí, vuelven con «muchas ganas» y sobre todo pensando que este es «el primer paso de la solución» que abre camino a, poco a poco, recuperar ese trasiego al que estaban acostumbrados. Lo «emocionante» de estas jornadas ha sido «reencontrarse con los clientes», los de todas las semanas. Algunos eran sólo caras conocidas, pero ahora, al volver a verse, «han arrancado una conversación», señala Muñoz.
César Paz | Taberna del Herrero
Cuando alguien se dedica «en cuerpo y alma» a una actividad, es «difícil» parar de golpe. Y más durante varios meses. A César Paz, jefe de sala de la Taberna del Herrero ubicada en la S-20, se le han hecho «largas» las últimas semanas. Más allá de la preocupación que supone a nivel económico no tener ingresos, no sabía con qué llenar el tiempo libre y eso afecta a la «salud mental». Alguna que otra vez ha pasado por el establecimiento y verlo «vacío», sin ruido, en silencio, ha sido «deprimente, como si le faltara algo», reconoce el hostelero, que lleva desde los 16 años trabajando en el sector. Por eso tenía ya «muchas ganas» de volver a casa, a la Taberna y la sensación del primer día fue como «volver a empezar». Como al principio. Ahora se levanta por las mañanas con «más energía» que antes, sabiendo que ya puede ir a trabajar. ¿Tiene miedo de que les vuelvan a cerrar? La incertidumbre es casi una compañera de viaje, pero hay algo que César Paz no pierde a pesar de los batacazos: «La ilusión». Porque la hostelería es más que el trabajo, es su «manera de vivir», explica el profesional. Y la respuesta de los clientes ha sido buena, algo que también da «felicidad». El primer fin de semana tras el cierre ha sido de «reencuentros» porque muchas de las personas que han llenado el libro de reservas eran caras conocidas, «los habituales». Confiesa que recuperar ese contacto ha sido «emocionante».
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