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El enamorado de Maliaño

El enamorado de Maliaño

LEYENDAS DE AQUÍ ·

Medio Camargo espera todavía la visita de un reality show y una declaración desde un campanario que nunca llegaron

Aser Falagán

Santander

Sábado, 6 de marzo 2021

Afinales del siglo XX una de las bizarradas –cuando la palabra aún no tenía su significado actual– de una telerrealidad en pañales era 'Lo que necesitas es amor', un programa en el que un tipo muy simpático y muy calvo hacía de casamentero en un espectáculo que aliñaba la alcahueta de toda la vida con un buen puñado de amarillismo televisivo. Todo envuelto, eso sí, en una cáscara de colorín para teñirlo de blanco, hacer un programa para toda la familia y conseguir una audiencia de casi cinco millones de espectadores que incluso en aquellos tiempos de escasa fragmentación de audiencias era un registro más que respetable. A poco que se tuviera un mínimo de empatía el programa provocaba bastante vergüenza ajena, aunque precisamente ahí residía parte del éxito de uno de los fenómenos kitsch del momento.

Aunque lo popularizó el veterano actor reconvertido en presentador Jesús Puente, en su primera etapa una joven Isabel Gemio presentaba aquel formato con una propuesta muy sencilla: una persona (generalmente un tipo) llamaba al programa para pedir matrimonio o perdón a su pareja (generalmente una avergonzada mujer, que no sabía dónde esconderse, aunque a veces ocurría al contrario). Tenía incluso una versión hardcore en la que se asaltaba al incauto o incauta en el trabajo o mientras paseaba por la calle ajeno (o ajena) a la que se le avecinaba. Después, por si a la pareja de turno le quedaba algo de dignidad, iban a visitarles en una furgoneta metalizada decorada con el estridente logotipo del programa y bautizada como 'La caravana del amor'. El envoltorio de papel celofán lo ponía la sensación de derrota de los domingos por la noche.

En esas andaba la tele cuando un buen día de 1993 alguien le contó a otro alguien que la caravana kitsch, que nada tenía que ver con los Kiss ni con Manowar, iba a pasar por Maliaño. La noticia se viralizó como un virus gracias al boca-oído o, todo lo más, a través del teléfono fijo, porque internet no era más que un concepto difuso y experimental y la telefonía móvil apenas existía. Todo lo más, algún hortera tenía teléfono en el coche.

El caso es que en pocas horas todo Maliaño; todo Camargo, casi, lo sabía ya: Isabel Gemio iba a llegar a bordo de 'La furgoneta del amor' para echarle una mano a un tipo, presuntamente también de Maliaño, que se iba a declarar a una amiga. O a pedirle matrimonio a su novia. O a pedirle perdón por algo. O cambio para tabaco. O quién sabe qué.

Se había filtrado hasta la hora y el lugar: a media tarde la Gemio y su caravana iban a estar en el parque Lorenzo Cagigas para ser testigos (e instigadores) de lo que quiera que tuviera que decir un muchacho que para darle un poco más de emoción al asunto se iba a subir al campanario de la antigua iglesia del Cristo. Aquí es donde la trama se complica, porque según algunos iba a vocear un mensaje, pero otros juraban que se iba a lanzar en parapente mientras que los más fantasiosos estaban convencidos de que se iba a tirar de la torre, ya fuera con un parapente o con una estructura acolchada esperándole en el aterrizaje antes de trasladarse a otro cuarto acolchado.

Fuera lo que fuera, el pueblo iba a aparecer en el prime time de la noche del domingo, lo que en los noventa era todo un acontecimiento, y si de verdad era cierto lo del campanario, tal vez en todos los informativos.

El caso es que chavales a la salida del instituto o de pira, cazautógrafos, marujas, marujos y demás curiosos se congregaron por cientos en el parque la tarde de autos. Y esperaron, y esperaron, y esperaron sin que nadie apareciera. Ni la Gemio, ni su caravana ni el enamorado ni su enamorada. Nada. Los más descreídos esperaron minutos. Los más confiados, horas. Pero al final hasta los más resistentes se rindieron a la evidencia.

Pocos días después se emitió el programa.Y salieron chicos y chicas. Y señores. Y señoras. Y más de un pueblo o ciudad, pero de Maliaño ni rastro. En realidad sí que estuvo presente en cierto modo cuando la Gemio lanzó un aviso a navegantes; a todos sus espectadores: «No hagan caso de los rumores». No quería hacer sangre en un pueblo con el orgullo herido, pero ahí quedaba.

Unos años más tarde, por cierto, otro programa presentado por Isabel Gemio y después por Concha Velasco dio pie a una de las leyendas urbanas más recordadas de España. Tenía que ver con Ricky Martin, una joven, su mascota y un tarro de mermelada. O de crema de chocolate. Pero eso ya es otra historia que no no-ocurrió en Cantabria. No es una leyenda de aquí, aunque sí mítica.

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